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viernes, 12 de junio de 2015

Esperando órdenes


Por circunstancias que ahora no vienen al caso, me encontraba ayer en el aeropuerto de Zaragoza esperando en la zona de embarque. Ya el cielo anteriormente había amenazado con una formidable tormenta y, efectivamente la que allí se desencadenó fue para narrarlo.

El caso es que el temporal arreció y pronto las pistas del aeropuerto se convirtieron en una auténtica laguna. Hasta el punto que el agua empezó a deslizarse también por las rendijas de la puerta y fue cubriendo poco a poco una zona bastante extensa de la sala de espera.

A través de los cristales se podía ver a los bomberos yendo y viniendo y a una cuadrilla de operarios también de aquí para allá. Mientras tanto el agua del interior ya nos llegaba a la suela de los zapatos y, que yo sepa, ninguna orden fue enviada para remediar semejante inundación.

La cosa era tan sencilla como coger dos fregonas y achicar el charco que se estaba formando. Nadie tomó la iniciativa y muchos pacientes pasajeros tuvieron que aguantar con los zapatos en el agua hasta que se dio la orden de embarcar.

No sé si es que no hay protocolos que contemplen estas situaciones o si falló la cadena de mando o que, simplemente nadie se hacía responsable del tema inundaciones en el interior del aeropuerto. El caso es que después de tanto ir y venir de los operarios por el exterior, nadie dio la orden de que se achicara también el agua de la sala de embarque.

Eso sí, los teléfonos y los walkies-talkies no paraban. También las pantallas de los móviles estaban que ardían. Pero nadie cogió la fregona...  

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