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viernes, 29 de junio de 2018

Insectos

Mi actual casi diario contacto con el campo me proporciona la ocasión de observar numerosas secuencias de la vida de los insectos que, seguro, resulta imposible contemplar en la ciudad.

Observo, por ejemplo, el paso lento de las hormigas del colmenar de Uncastillo. A diferencia de sus homónomas de Zaragoza, esa lentitud en el desplazarse llama la atención. No tienen prisa. No parecen estresadas ¿Cuántos millones de años llevarán comportándose de la misma manera? ¿A qué se debe esa diferencia en su "tempo" de desplazamiento?

Salgo por la noche al jardín de Zaragoza a ver si capturo algún caracol de los que tan ricamente se alimentan de mis plantas. Apunto la luz del móvil a un rincón en el que me parece que hay más actividad. Efectivamente. Cientos de diminutas hormigas están empeñadas en acosar a una pequeña oruga que se retuerce bajo sus empellones. Todo su afán es hacerse con el botín al precio que sea. La oruga se resiste hasta que sus fuerzas empiezan a flaquear. En ese preciso instante una increíble masa de formícidos se abate sobre ella. Sus días han terminado.

Acudo a reponer el agua en el bidón que sirve de depósito para el riego de las plantas en el monte. Unas avispas han hecho su nido justo en el centro del tape del bidón. Hasta hace dos días yo desenroscaba la tapa confiado porque las avispas no se alteraban. Pero en mi última visita ese pacto de no agresión que yo imaginaba decayó. Fue comenzar a desenroscar y un enjambre furioso de himenópteros se lanza contra mi. Menos mal que llevo la careta y guantes de cuero. Si no me ponen a caldo.

También en el colmenar de Uncastillo. Siempre que abro la puerta un escarabajo hace su aparición. Lo retiro con el recogedor (el badil) y lo traslado afuera, lejos de la cabaña. Vano empeño porque en mi próxima visita se repetirá la operación.

Una ingente masa de pulgones se ha instalado en un ciruelo de Villamayor. Hace años que no fumigo, lo cual me facilita la oportunidad e observar a todo tipo de insectos que se alimentan de estos áfidos: avispas, moscas, morcardones, mariquitas, tijeretas y todo un universo de bichos que no conozco aprovechan la coyuntura y se ponen morados comiendo pulgones. Debe ser un bocado exquisito para ellos puesto que ya llevan varias semanas alimentándose de estos animalillos.

Debajo de cualquier piedra, entre las raíces de las plantas, bajo tierra, escondidos o a la luz del día pululan cientos si no miles de insectos. Casi siempre transparentes a nuestra mirada.

Pero a nada que observas un poco te das cuenta que todas esas criaturas -esos seres- también cumplen con la regla de oro de la naturaleza: "Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen... y mueren"

viernes, 22 de junio de 2018

Mis hijicos


No se si os habrá pasado a vosotros pero en ocasiones la vida te otorga una visión, un fogonazo, un "insight" donde, por un momento, determinadas cuestiones se te ofrecen con una claridad prístina.

Eso, precisamente, me ocurrió ayer cuando afanosamente me empeñaba en llenar con agua un bidón que sirve de recipiente para el riego de unas plantas que tengo por el monte.

Ayer me di cuenta que sin mis esfuerzos, sin mis afanes, las plantas, sencillamente, perecerían.

Yo mismo me he impuesto la tarea de mantenerlas con vida para lo cual, periódicamente, tengo que vigilar si el riego automático funciona bien; tengo que quitar las malas hierbas, tengo que abonar con cierta periodicidad, podar cuando sea necesario, etc.

Con los árboles frutales la tarea no es menos exigente. Ahora en verano hay que regarlos semanalmente y abonar con cierta frecuencia; eliminar hierbas y acondicionar los alcorques.

En el jardín de casa la situación viene a ser la misma. Hay que estar muy pendiente porque cuando falla algún asunto vital para el desarrollo de los vegetales, las plantas se secan y mueren.

Y qué decir de las macetas de la entrada de casa. Todavía más atención para que luzcan verdes y se desarrollen en todo su esplendor.

Pero es que con las colmenas la labor no es menos exigente: visitarlas periódicamente, supervisar la actividad de la varroa o la polilla, comprobar si la población está sana y fuerte y aportar una reina nueva en caso de deceso.

Yo, la verdad, es que me ufano con mis logros y me siento recompensado cuando las cosas marchan correctamente. Conozco al dedillo la historia y evolución de todas y cada una de las plantas o de las colmenas que vigilo y el estadio en el que se encuentran y realizo ímprobos esfuerzos para que salgan adelante.

No se muy bien lo que me mueve a tener esta conducta. Lo que me queda claro es que estoy atendiendo a una cohorte de seres vivos que bien podría decirse que constituyen mi familia ampliada.

Las atiendo, las alimento, estoy al tanto de su evolución y me alegro de sus logros.

Sí, las plantas y las colmenas vienen a ser como mis hijicos.

viernes, 15 de junio de 2018

Finalmente... no pudo ser


Bueno, ya es oficial: las picarazas han abandonado definitivamente el nido. Para mi asombro y desolación. Atrás quedaron los ímprobos esfuerzos de los animales que con gran denuedo y constancia dedicaron a la construcción de su hogar.

También quedan atrás mis prolongadas sesiones de observación de todo el procedimiento; las ramitas que con tanta aplicación y esfuerzo debieron ser colocadas una a una en geométrica progresión; los pegotes de barro con los que daban consistencia a su residencia; el ir y venir en busca de más materiales de construcción; las horas inútiles dedicadas a empollar los huevos...

Y también queda entre paréntesis lo que -si todo hubiera ido bien- podían haber sido los huevos una vez empollados: cuatro hermosos picarazones que no han tenido la oportunidad de saludar a la vida.

Todo por un fatal accidente; por un cúmulo de circunstancias sobrevenidas que, quizás, a un observador más perspicaz que yo no se le hubieran escapado.

El infortunado suceso de la caída del limón se podría haber evitado simplemente con que yo hubiera hecho un elemental ejercicio de reflexión. Pensar que, para estas fechas, los frutos están ya muy maduros y se descuelgan del árbol fácilmente. Colegir que el limón de marras estaba justo encima de la morada de mis amigas. Y por tanto deducir que el siniestro podría ocurrir.

Ya veis amigos: el curso de los acontecimientos que giran alrededor de cada uno de nosotros depende casi siempre de las decisiones que vamos tomando. Y en la mayoría de las ocasiones nos dejamos guiar más por el impulso emocional que por la reflexión.

No se si la madre naturaleza me dará otra oportunidad como la que he tenido para compartir con dos córvidos todo el proceso que conduce a la generación de nuevas vidas; pero os aseguro que, si así fuera, trataría de aplicar la experiencia adquirida y colaborar para que todo el procedimiento llegase a buen fin.

viernes, 8 de junio de 2018

Jaraba, de nuevo.

Cada vez que voy a Jaraba la visita constituye una experiencia única. Dejando aparte las prolíficas y siempre diferentes explicaciones del amigo Serafín y el torrente de datos y anécdotas con el que suele condimentar nuestras excursiones, el solo hecho de introducir una mínima variación horaria lo cambia todo.

De tal forma que todo parece otra vez virgen e impoluto gracias también a los sutiles cambios en la iluminación de los colosales roquedales que rodean la villa.

En esta ocasión realizamos varios recorridos a cual más prometedores. Y las expectativas se vieron plenamente cumplidas en nuestra visita a los restos del castillo árabe, el barrio alto de la villa, el prominente paraje de La Carrasquilla y el inefable barranco de Lauzeca.

Las lluvias han permitido que el monte esté de estreno. Un verde apabullante nos ha acompañado durante todo el viaje. Y un cielo plomizo descargaba de cuando en cuando abundantes gotitas de agua que cual fulgurantes zafiros lucían su efímero resplandor.

Con posterioridad las gotas de agua se reúnen en el Mesa o bien descienden a las profundidades de las inmensas paredes verticales que, en su momento, se formaron con materiales calizos del Cretácico. De allí -ya caldeadas- emergen de nuevo en multitud de surgencias termales que tanta fama le han otorgado al pueblo.

Los tremendos roquedades -mudos gigantes erguidos con solemnidad- nos contemplaban silenciosos respetando nuestro atónito asombro. Al visitante no le hace falta hablar. Más bien se suele quedar sin palabras ante la contundencia con la que se muestra la naturaleza por esos lares.

No es solo que Jaraba tenga encanto; es que uno siempre se queda encantado cuando lo visita.

El cicerone Serafín entregado a sus explicaciones

Contraste piedra-vegetación

Multitud de cabañas y cuevas naturales nos acompañan en el recorrido

Ababoles. Poco más hay que decir

Preciosa hilera de margaritas bordeando el camino

Tengo auténtica devoción por los corrales "escachaus"

Super salvia en todo su esplendor

Vista parcial de la vega

Vista ampliada de la vega

Guijarros sedimentados que vuelven a emerger


"El peirón"


¡Vaya par de pájaros!

Vista desde el castillo árabe


Baños de Serón

Disuasión de antaño

Contraste de matices

Escudo heráldico (I)

Escudo heráldico (II)

Virgen de Jaraba (Cerámica antigua)

Bandera de Jaraba

Subiendo a la Chaparrilla (I)

Subiendo a la Chaparrilla (II)

Vista desde La Chaparrilla

La alegría de coronar la cima

Corral aprovechando una oquedad

jueves, 7 de junio de 2018

Dos picarazas... (Actualización)

Hoy me he llevado un buen disgusto. De mañana temprano iniciaba de nuevo mis observaciones con las picarazas cuando, de pronto,  he observado que una importante incidencia había ocurrido en el nido: un enorme limón se ha descolgado y ha ido a caer precisamente encima de la puesta de mis amigas. No se con precisión cuando ha ocurrido el desgraciado evento pero me ha faltado tiempo para asomarme a la ventana y retirar al causante del despropósito.

Al tomar el limón en mis manos he podido constatar los vanos intentos de los córvidos para retirar el impedimento: lo habían picoteado con energía tratando de deshacer la fruta, cosa que les ha sido imposible de realizar.

Como consecuencia de todo ello, y tal como se ve en las fotos, dos huevecillos han sido destruidos y no tengo la certeza de qué ha ocurrido con los otros dos.

Nada más retirar el impedimento, las urracas han acudido de nuevo, supongo que para valorar la situación. A estas horas, de nuevo una de ellas parece continuar empollando los huevos que supuestamente se han salvado. Seguiremos informando...

Nido visto desde la ventana

Obra de arte "picaracil"

Destrozos producidos por la caída del limón

El dichoso limón causante de los estragos. Puede verse el picoteado de las urracas

viernes, 1 de junio de 2018

Dos picarazas en mi dormitorio

Empezaron el año pasado. Un buen día de otoño me vi sorprendido por el bullicioso graznido de dos urracas que habían elegido nuestro limonero como centro de operaciones en el que dedicarse a sus juegos.

Hay que decir que el limonero está pegado a la pared de nuestra vivienda y que ha desarrollado tanto que las ramas casi se meten -literalmente- por la ventana del dormitorio.

En días posteriores fui afinando mis observaciones y ya pude certificar que se trataba de una parejita de jóvenes especímenes y que sus juegos consistían en una especie de remedo de lo que podía ser el cortejo previo a la construcción del nido. Todo el empeño del "picarazo" macho consistía en ofrecer a su pareja trocitos de hoja de limonero a lo que ella respondía con un peculiar graznido mezcla de entusiasmo y arrebatada pasión.

Yo, desde la ventana de nuestro cuarto, disponía de un estratégico lugar de observación. Camuflado entre las cortinas observaba con curiosidad el comportamiento de los animales. Nos separaba menos de un metro y ellas no podían verme ¡Qué gozada!

Más o menos a la misma hora iban repitiendo el ritual y la cosa llegó al punto de que sobre las 7 de la mañana ya no se podía pegar ojo en nuestro dormitorio. Lo que al principio era una agradable novedad se había convertido ya en un incordio. Había que hacer algo.

Se me ocurrió la idea de colocar en el escenario de sus juegos un pequeño peluche de vivos colores. Tenía una forma mezcla de araña y serpiente. Predominaba el color amarillo. Esto las ahuyentará, -pensé-. Cosa que así sucedió.

Así que ya no supimos más de las picarazas. El silencio y la tranquilidad volvieron a nuestro hogar y decayó la obligación de despertarnos a las 7. El peluche ya no era necesario y lo retiré.

Pero hete aquí que a principios de mayo, más o menos, observo con asombro que las picarazas han vuelto de nuevo al limonero. Esta vez de un modo más sigiloso. Estaba claro que no deseaban llamar la atención. Algo estaban tramando.

Posicionado otra vez en la ventana y protegido con las cortinas reanudo de nuevo mis observaciones y contemplo con estupefacción un intenso trasiego de los animales; un ir y venir constante acarreando con sus picos ramitas de todo tipo y tamaño y trocitos de barro. Concluyo que las picarazas han tomado la determinación de construir un nido ¡a menos de dos metros de mi cama!

En los días posteriores mi arrobo se iba incrementando. Constaté las notables habilidades constructivas de las urracas y la rapidez con la que iban construyendo su nidito de amor. Infatigables, tuvieron que luchar a conciencia contra las inclemencias del tiempo. En más de una ocasión la lluvia estuvo a punto de deshacer su hogar pero ellas, incansables, lo reconstruían en cuanto la climatología lo permitía.

Así, hemos llegado al punto en el que la picaraza hembra ya ha realizado la puesta. Y en estos momentos se encuentra empollando los huevos. Desde el 1 de junio, para ser más precisos. Todo ello lo realizan con un notable sigilo. Atrás han quedado los bulliciosos graznidos de antaño. Ahora casi ni se les oye.

Estas aves son muy listas. Yo creo que han valorado con detenimiento el mejor emplazamiento para su nido analizando el entorno y valorando el comportamiento de sus habitantes.

Saben, por ejemplo, que nuestro perro les ladra en cuanto las ve pero que nada puede hacer para alcanzarlas. Al contrario, yo creo que a veces lo incitan para que ladre. Esa es la mejor manera de tener alejados a los gatos que son sus verdaderos depredadores.

Saben también que el vigoroso crecimiento del limonero por estas fechas les permitirá incrementar todavía más el camuflaje de su nido.

Ya se han acostumbrado a los sonidos habituales de la vecindad. Y me parece que también nos han analizado a mi mujer y a mi. De alguna manera han concluido que no les vamos a importunar. En estos días de más calor estoy seguro de que al igual que nosotros las oímos, ellas también se percatan de nuestros ronquidos nocturnos.

Veremos como se desarrollan los acontecimientos posteriores. Estoy expectante por contemplar cómo salen los polluelos del cascarón y el posterior proceso de alimentación y cría ¡Ojalá todo el plan llegue a buen término!