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viernes, 28 de diciembre de 2018

Yo, Gaspar


Hablaba ya hace algún tiempo con un conocido que participa en la recreación de batallas medievales. Entre otras curiosidades me contaba cómo según el papel que se adjudica la gente, él había observado una actitud y un comportamiento distinto, dependiendo del cargo que tienen que desempeñar.

Así, por ejemplo, aquellos que representan a nobles o dignos señores feudales en la ficción, tienden también a actuar con un talante digamos que más prepotente en la vida real; mientras que los que actúan como vasallos, pongamos por caso, serían como más serviles y "doblegables" en su vida cotidiana.

Me llamó la atención esta observación e incluso me sirvió para realizar una posterior generalización en el sentido de que el atuendo y la vestimenta con la que nos equipamos habitualmente así como el rol que nos toca representar en cada momento condiciona de forma significativa nuestro comportamiento.

Me viene también a la cabeza uno de los temas que impartía en las clases de Psicología en el que se hacía alusión al Experimento de Stanford donde se pudo observar la influencia de un ambiente extremo en las conductas desarrolladas por las personas en función de los roles sociales que desarrollaban.

Bueno, pues el caso es que, este mes de diciembre, yo también he tenido la ocasión de revestirme -de transformarme- en un rey mago ya que, a petición del AMPA de un colegio, me ofrecí voluntariamente a representar a Gaspar.

Mientras nos estaban vistiendo, los tres reyes no parábamos de reirnos y de gastar bromicas pero una vez ataviados, en compañía de los respectivos pajes, nos pusimos ya más serios y comenzó la función.

De momento la entrada triunfal en el colegio fue espectacular. Los niños y las niñas nos estaban ya esperando en el patio mientras los pajes, colocados en hileras a ambos lados de la entrada hacían estallar sus tubos explosivos lanzándonos divertidos confetis.

A continuación ante un griterío cada vez más insistente, fuimos pasando revista a los pequeñajos saludando con solemnidad unas veces, besando a los niños otras y repartiendo nuestras sonrisas siempre.

Aquel ceremonial introductorio ya me proporcionó el primer "subidón" pero todavía se añadió un punto más de orgullo cuando las madres -insistentemente- nos solicitaban una foto con sus hijos.

A esas alturas ya se estaba produciendo en mi cierta transformación. Como que me veía más bondadoso y más sabio que al inicio de la representación y también más amable, más cariñoso; más tierno.

Pero la cosa fue a más cuando empezamos a pasar por cada una de las clases; a sentarnos mayestáticos en tres sillas preparadas al efecto y a recibir las peticiones de cada uno de los niños. Unos nos entregaban las cartas y nos las comentaban. Otros nos hacían las peticiones verbalmente y todos nos miraban con indusimulada sorpresa reflejada en sus caritas.

Los miembros del APA ya lo habían preparado todo para que a cada uno de ellos les entregáramos un regalito como aperitivo a la espera de que el día de reyes se materializaran sus infantiles pretensiones.

Las breves entrevistas individuales con los niños y niñas dieron mucho de sí. La mayoría de ellos nos hablaban de sus peticiones aunque también, a veces, dejaban deslizar alguna inquietud.

Así un niño me pidió un trabajo mejor para su mamá; otro que su hermanito pequeño dejara de molestarle e incluso una niña llegó a inquirirme acerca de mis capacidades adivinatorias. Cierto es que a esas alturas yo ya me estaba empezando a creer que las tenía así como que también poseía el poder de cambiar el destino de los niños que me parecían más humildes y desvalidos.

En fin, el sumun fue cuando los alumnos y alumnas nos obsequiaron con unos villancicos que habían preparado con sus profesoras. Aquello fue el delirio.

Una vez que terminamos las audiencias y el reparto de consejos, regalos y sonrisas nos retiramos discretamente a nuestro alojamiento inicial. Allí comenzamos a desvestirnos y de nuevo traspasamos la frontera que nos llevaba al mundo real.

Debo admitir que me costó lo mío volver de nuevo a lo cotidiano. Voy a echar de menos  mi encarnación como Gaspar.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Cuatro años para recorrer el mundo


Tengo para mí un lema que hasta ahora nunca me ha fallado: Si se te ocurre alguna iniciativa, no la dejes para más adelante. Empieza aunque solo sea de manera simbólica. Verás como poco a poco, con paciencia, en algún momento podrás realizarla en su totalidad.

Hace poco se me ocurrió que sería una buena idea tener un conocimiento más profundo de los países de nuestro planeta. Dicho y hecho. Enseguida me metí en la página web de la ONU y -rápidamente- averigüé que, en total son 193 los estados miembros. También existen los miembros observadores (La Santa Sede y Palestina), otras entidades sin representación en la ONU y Organizaciones Internacionales que, así mismo, tienen el estatus de observadores.

Bueno, pues el caso es que, hoy en día, ya no hay excusa para viajar. Internet pone al alcance de nuestra mano la información escrita y audiovisual de cualquier país del mundo y las telecomunicaciones permiten también un contacto directo y personal con los habitantes de dichos países. De manera que ya me he puesto manos a la obra y ya he configurado un esquema que creo que me va a servir para llevar adelante mi misión.

Dedicaré una semana a cada país. Una sencilla multiplicación me permite averiguar que necesitaré un total de 208 semanas para culminar mi empeño; es decir, 4 años.

Establezco de momento un mínimo de información que recabaré sobre los países:

     - Información general obtenida de Wikipedia
     - Página web oficial de cada una de las naciones
     - Visualizado de, al menos, dos vídeos de cada país
     - Averiguar si hay alguna asociación de habitantes del país en España.
     - Realizar al menos una llamada telefónica a alguna entidad oficial del país

Este esquema de mínimos es susceptible de ser ampliado o modificado en función de las experiencias que vaya acumulando.

Iré estudiando los países por orden alfabético -tal como aparecen en el listado de la ONU-

Comenzaré mi misión el 1 de enero de 2019 y, la finalizaré el 31 de diciembre de 2022, Dios mediante.

Y estaré abierto a cualquier idea o enriquecimiento de la experiencia que se me ocurra o que me puedan aportar amigos y familiares.

No veáis, amigos,  la ilusión que me hace llevar a cabo este nuevo proyecto. Espero completarlo en su totalidad.

... Y si os animáis, os invito a acompañarme. El primer país a visitar es Afganistán. El barco zarpa el 1 de enero. Yo ya he sacado el billete.

ACTUALIZACIÓN (18-12-19)
Acabo de descubrir un canal de YouTube en el que un tal Drew Binsky ha tenido una idea parecida, pero viajando en persona a los países. En su primer vídeo de presentación, lo explica de maravilla. ¡Ya me he hecho su seguidor!

viernes, 14 de diciembre de 2018

Si no lo hago ahora... ¿cuándo lo haré?


Mirándolo desde el punto de vista positivo, la ventaja de sufrir un ictus -sin consecuencias aparatosas- es que te das cuenta que, de la misma forma que tu vida puede continuar con bastante normalidad también podría haber ocurrido algo más grave o incluso haber fallecido en el proceso.

Así que, asumes de golpe y porrazo aquello que ya sabías pero de lo que ahora ya no te queda ninguna duda: que un día u otro todos hemos de morir. Que según te vas haciendo mayor, las probabilidades de que el final esté más y más cerca se incrementan cada año que pasa.

Y como contrapunto de esta reflexión, también se abre camino otro pensamiento paralelo no menos interesante: visto como está el panorama, si ahora no hago lo que me hace ilusión, ¿cuándo narices podré hacerlo?

Una vez planteado el aserto se abre un universo lleno de posibilidades -y sobretodo- de certezas- sobre lo que merece y no merece la pena en esta vida. Las semanas vuelan y hay que actuar con rapidez, aunque sin agobios.

De manera que ya llevo un tiempo poniéndome manos a la obra tratando de materializar aquello en lo que tantas veces he pensado; esa iniciativa que tenía paralizada debido a la urgencia de otros temas; esa llamada telefónica pendiente; ese reconocimiento y gratitud por la amistad que me han concedido mis amigos; esa charla distendida con mi mujer; ese paseo con mis hijas; un viaje que siempre he querido realizar, las visitas a las colmenas; la construcción de la balsa... y muchas otras acciones que quiero abordar sin dejar que pasen más días.

Materia prima no falta para tejer esta urdimbre de proyectos, iniciativas y logros. Su nombre es ilusión. Mientras vaya fluyendo cual surgencia en un manantial, la continuidad de la tarea está asegurada.

Ahora de jubilado, los meses desfilan con rapidez. El tiempo se desvanece como por ensalmo. La sensación de que todo discurre con inusitada prontitud me acompaña desde hace ya algunos años.

Sin prisas, sin estreses debo acometer las tareas pendientes.

Si no lo hago ahora... ¿cuándo lo haré?

viernes, 7 de diciembre de 2018

En edad de merecer


Me encontraba yo tranquilamente leyendo el estupendo libro de Christopher Potter "Usted está aquí" -Una historia del universo- (para variar) y ya estaba enfilando el capítulo 4 "No somos el ombligo del mundo" en el que el autor se remonta a la época de Tales de Mileto y otros sabios de la antigüedad con la finalidad de describir la evolución y el recorrido del pensamiento y el razonamiento.

Línea tras línea iba leyendo un desfile de nombres y fechas todos ellos vinculados al incesante afán de la humanidad por saber; por conocer: Anaximandro, Anaxímedes, Pitágoras, Heráclito, Parmínedes, Empédocles, Leucipo, Sócrates... y toda una caterva más de sabios que vivieron en tiempos pretéritos.

Al llegar a Aristóteles reparé en una cosa: si nació en el 384 A.C. y falleció en el 322 A.C. (de enteropatía) tenía, por tanto 62 años ¡Vaya! -dije para mi mismo- Casi la misma edad que yo. Y me quedé un poco mosca.

Continué con mi lectura aunque ahora más atento a las fechas de nacimiento y muerte de los prohombres de la antigüedad (sí, es verdad, no hay mucha referencia a las féminas). Realizando las restas correspondientes descubro otros muchos filósofos y hombres sabios que también murieron en edades similares o, incluso, más jóvenes.

Allí aparecen Parménides, Empédocles y Heráclito (fallecidos con 60 años); Aristóteles (con 62); Alejandro Magno (33) ; Bocaccio (62); Tomás de Aquino (49)... y otros muchos más.

¿Cómo puede ser -me dije- que hombres tan ilustres; mentes tan privilegiadas hayan tenido una existencia tan corta?

Me voy a Google y una búsqueda rápida arroja otra ristra de personas insignes fallecidas entre los 60 y los 70 años. Carl Sagan, por ejemplo, murió a los 62 años.

Normalmente no solemos pensar en estos términos sobre gente ya desaparecida. De hecho parecería como si los personajes famosos tuvieran también derecho a un plus adicional de vida. Pues no señor. No es así. La muerte no respeta ni a los sabios ni a los famosos ni a los adinerados.

En fin -pensé-. Qué le vamos a hacer. Ya estoy en edad de merecer...   

viernes, 30 de noviembre de 2018

La grandiosidad de lo diminuto


Muchas veces he tratado en este blog acerca del universo. De la estupefacción que me produce el irme haciendo cargo poco a poco de la enormitud de su tamaño y de sus distancias. De la extraña fauna que puebla sus dominios y, por ende, de la insignificancia de los humanos cuando nos contemplamos a esta escala.

Nunca me cansaré de agradecerle a San Internet la estupenda oportunidad que me está proporcionando en esta etapa de la vida al poder conocer de primera mano todos los avances y los descubrimientos que se están llevando a cabo en el fantástico mundo de lo más grande. No hay día sin una nueva novedad; sin algún nuevo descubrimiento; sin noticias -en fin- de lo que va ocurriendo en el "más allá".

Bueno, pues ahora ese irrefrenable afán de conocer también se ha dado de bruces con otro mundo no menos extraordinario: el mundo de lo más pequeño. El de las partículas que lo conforman todo.

Y, a diferencia del universo que siempre nos parecerá inalcanzable; el ámbito de lo más diminuto constantemente lo tenemos al alcance de la mano. Nos acompaña día tras día. De hecho nosotros mismos no somos otra cosa que quarks organizados que han alcanzado la conciencia.

Como la vara de medir siempre ha tomado la referencia del ser humano; en cuanto empezamos a trocear cualquier objeto cotidiano y a hacer partes cada vez más pequeñas, de inmediato surge también el asombro. Claro que llegados a determinado nivel al igual que para observar el universo necesitamos telescopios y sondas espaciales; en el mundo de lo ínfimo nos tenemos que ayudar de microscopios y aceleradores de partículas.

Tu coge -por ejemplo- un bolígrafo y empieza a dividir. Nos estamos ya moviendo en la escala de 10 a 100 centímetros. El Bic que tengo encima de mi mesa mide (con el capuchón puesto) 16,5 cm.

Pártelo por la mitad (en fin, malempleado boli). Ya pasas al siguiente estadio (de 1 a 10 centímetros). El boli todavía es reconocible a esta escala. Mide 8,25 centímetros. Todavía es identificable como instrumento de escritura.

Venga, sigue. No te pares ahí. Haz ahora 10 trocitos iguales con la mitad del boli. Si eres cuidadoso, cada uno debería medir 0,825 centímetros. No hay problema. Aún puedes verlos. Lo único es que sería deseable que cambiaras de unidad de medida para aclararte mejor. Estás en la escala de 1 a 10 milímetros. Hablaremos pues de 8,25 milímetros. Las particiones que has hecho todavía se aprecian a simple vista.

Si ahora te pido que dividas los trocitos de 8,25 mm otra vez en 10 partes, me dirás que nanay. Imposible hacerlo de forma manual. Tendremos que echarle imaginación y pensar que somos capaces de producir estos trocitos. Si se hiciera una partición exacta cada uno mediría 0,825 mm. Ya tienes que echar mano de las gafas de ver de cerca. Nada. Hay que cambiar de nuevo de unidad de medida. Hablaremos pues de 8,25 décimas de milímetro. Todavía es una unidad asequible. Cuando yo trabajaba en el taller de tornos era habitual hacer piezas con precisiones de décimas de milímetro. Nos movemos pues en la escala de 0,1 a 1 milímetros.

Ala, tira para abajo. Imagina que ese trocito de 8,25 décimas de milímetro otra vez lo troceas en 10 partes iguales. Cada una medirá 0,825 décimas de milímetro. Cambia de escala de nuevo y habla mejor de 8,25 centésimas de milímetro. Es decir que si tu fueras capaz de dividir un milímetro en 100 partes, tendrías que tomar 8,25 de esas partes.

No te pares. Lo tuyo es trocear. Haz otros 10 trozos con uno de esos que mide 8,25 centésimas. Te pasas ya a las milésimas de milímetro. Cada uno de los mini-trozos mediría ahora 0,825 milésimas de milímetro.

¡Más madera! divide otra vez por 10. Te saldrán piececitas de 8,25 diezmilésimas de milímetro.

Otra división por 10 y ya hablaremos de tamaños de 82,5 cienmilésimas.

Otra más y estaremos hablando de 825 millonésimas de milímetro. Para aclararnos mejor: tu has sido capaz de dividir un milímetro en ¡un millón de partes! y haces trocitos que miden 825 unidades de esas partes. Ahora hablas, por tanto de 825 nanómetros. Bueno, pues aunque no lo creas hay un organismo vivo  que tiene aproximadamente la mitad de ese tamaño; es decir 400 nanómetros. Se trata del Nanoarchaeum ¿Qué te parece?

Ahora no nos queda más remedio que echarle imaginación porque vamos a dividir otra vez ese ¿trocito? de 825 nanómetros en otras 10 partes. Cada una medirá 82,5 nanómetros (recuerda que has dividido el milímetro en un millón de partes y has tomado 82,5 de esas partes)

Otra división más por 10. Ahora las partes son de 8,25 nanómetros.

Otra más. Nos encontramos con "trozos" de 0,825 nanómetros. Nada, una tontada. El átomo del cesio tiene un diámetro de 0,546 nanómetros ¿Cómo narices lo habrán medido?

Para encontrar el núcleo de ese átomo habría que descender cuatro órdenes de magnitud más. Un núcleo atómico es unas 10.000 veces menor que el mismo átomo. Dar con el núcleo dentro del átomo se ha equiparado a encontrar un guisante suspendido en el espacio de una catedral.

Pero es que los protones y los neutrones que componen ese núcleo están compuestos de materia aún más pequeña: los cuarks. Se afirma que un cuark es unos 12 millones de veces más pequeño que un átomo de hidrógeno. Y si sigues tirando para abajo llegarás a la "longitud de Plank" y tendrás que medir en ¡yoctometros! Aquí si que ya nos hemos perdido definitivamente.

En fin, amigos. Me he quedado exhausto con tanta división. Será mejor que nos relajemos todos viendo este asombroso vídeo que refleja lo que aquí he comentado.

Cuando ya de jubilados, mis padres comenzaron a realizar algún viaje por nuestro país, mi padre solía decir: 'Hay que ver lo grande que es esta España!

Pues bien; emulándolo yo también exclamo: ¡Hay que ver lo grande que es lo ínfimo!   

viernes, 23 de noviembre de 2018

Reelaborando la infancia

La infancia es una etapa que deja huellas indelebles en todas las personas. Multitud de experiencias, emociones y vivencias quedan impresas en la mente de todos y cada uno de nosotros. Esa impronta marcará para siempre nuestro destino; irá conformando nuestra personalidad.

Los -y las- que tuvimos la fortuna de vivir nuestra infancia en un pueblo quizás hayamos quedado especialmente "tatuados". Más en los tiempos actuales en los que tanto se ha acentuado la distancia entre lo que vivimos de niños y el mundo contemporáneo. Por otra parte el cerebro también hace su trabajo de desbastado de experiencias penosas quedando, por tanto, una mayoría de recuerdos positivos en forma de candoroso pasado.

Pero la mente trabaja también a un nivel más profundo. Es el mundo del subconsciente. De lo que ha quedado aparentemente oculto pero que sigue influyendo de forma notable en nuestro comportamiento. El motor que impulsa muchas de nuestras conductas. La explicación de muchos de nuestros actos.

Y para mi que en esta etapa de jubilados es cuando más se magnifica la conexión con el pasado. Cuando el recuerdo selecciona emociones y experiencias pretéritas. Cuando plasmamos en hechos aquello que tanto nos impactó en nuestros años infantiles.

Así, muchas veces me he preguntado por el insistente impulso que a lo largo de mi vida me ha conducido a adquirir una parcela de terreno cerca de Zaragoza. A que no pasen más de tres días sin acudir a visitarla; a plantar y cuidar árboles o a criar abejas. Reflexiono sobre todo ello y la respuesta salta enseguida a la vista: estoy recreando en las cercanías de la ciudad lo que fue mi vida en la infancia en el corral de Gabardilla y también mis visitas al remblar del Arba.

El equivalente a la cabaña del corral sería la caseta de la parcela de Villamayor. Los cerezos y demás árboles frutales  que allí he puesto se corresponden con los frutales del Arba. A falta de barbos he comprado unas carpas de colores que medran en la poza de la parcela. Las caballerías las he sustituido por el coche  y la moto. La cuadra es el garaje de mi casa. Pero hay más:

El recuerdo de la balsa siempre me ha acompañado y lo que he hecho ha sido excavar un remedo de balsa en los pinares de Villamayor donde, por cierto también tengo las abejas -casi con la misma disposición con la que estaban en Gabardilla-. He plantado romeros y tomillo y en breve también dispondré de espliego.

Todavía hay mucho por recrear. Faltan las cabras, las gallinas y los patos. Tampoco estaría de más hacerse  con un burrico para los trayectos cortos o plantar por la tarde los cepos para coger algún gazapo. Y lo que es más importante; encontrar algún avatar de mis padres, mi hermana y mis abuelos de los que tanto me acuerdo.

Mucha faena me queda.

En fin, todo se andará.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Los problemas cotidianos planteados como desafío intelectual


Como comentaba en una entrada anterior, a mi viejo S4 se le ha estropeado la tecla de volumen. Todavía se puede subir o bajar pero ya hay que hacerlo con la uña.

El problema ya está planteado: ¿cómo arreglar la tecla?

Primera opción: la tienda de Alfonso I en la que dicen arreglar móviles. Efectivamente un chaval muy amable me dice que la operación costará 6 euros. No me parece caro. Me apunta en la libreta y dice que me llamarán cuando llegue la tecla. Me parece una buena opción. Pasa una semana... ¡y nada!

Me acerco por la tienda pero ya no está el chico. Me atiende una muchacha también muy amable que dice no tener ningún registro de mi petición. Le insisto diciéndole que el anterior dependiente me anotó en la libreta y tal. Efectivamente, me encuentra y me dice que le deje el móvil para que lo vea el técnico cuando venga a la tienda.

La idea de desprenderme de mi móvil no me gusta nada. Le digo que mejor espero yo a que venga el técnico y que repare el teléfono en mi presencia. Me contesta que el técnico se tiene que llevar el móvil a la otra tienda. Peor todavía -pienso-. Déjalo, déjalo. Ya buscaré otra solución.

Segundo intento: búsqueda de la tecla por Internet y sondeo en YouTube  para ver si hay algún tutorial que enseñe cómo cambiar la tecla del Samsung S4. Sí, existe tal tutorial y -aparentemente- es bastante sencillo. Luego miro la oferta de teclas en la red. Por 0,65€ puedo conseguir un botón de volumen y, encima, con envío gratis. Problema solucionado.

Me empeño en plantar unos arbolitos en el secano de Villamayor. Los meses más duros: julio y agosto los sobrellevo acarreando agua con el coche hasta la ubicación de los árboles y colocando un riego por goteo. Sin embargo este sistema no me parece muy respetuoso con el medio ambiente. Debo buscar una solución más sostenible. Otro problema a resolver.

Ensayo dos soluciones: recogida de agua de lluvia en un bidón de plástico o bien recogida de agua de escorrentías.

Los requisitos del recogedor de lluvia en un bidón son bastante exigentes. Ha de llover en abundancia y, sobretodo debo preparar una superficie amplia para aprovechar al máximo la lluvia. Le doy muchas vueltas a la idea. Me informo de la media de precipitaciones en Zaragoza en noviembre: unos 30 litros por metro cuadrado. Si el depósito tiene 1.000 litros debería conseguir una superficie de, al menos 10 metros cuadrados para colectar 300 l. Mmm, difícil. Y encima problemas con el viento.

Quizás sea mejor recoger el agua de las escorrentías. Para lo cual hay que excavar una balsa. Y aislarla adecuadamente para que no se filtre el agua ¿De cuántos litros la construiré? ¿Cómo la revestiré? ¿Cómo evitar su colmatación con el barrillo que arrastra el agua?

Quiero colocar una bombilla led en una antigua linterna
Me gustaría hacer una colmena de "las de antes" -tipo arna-
Quiero hacer una espiral de romero y tomillo
Cómo concretar el pesado de colmenas a distancia

A fecha de hoy tengo ya catalogados unos 27 desafíos intelectuales. El mejor antídoto contra los pensamientos negativos. Una mente ocupada es una mente controlada.

¡Nos acercamos a fechas clave!: el 26 de noviembre Insight llega a Marte. El 3 de diciembre Osiris-Rex arriba a Bennu. Y el 29 de diciembre la New Horizons pasará rozando Última Thule. Para mi ningún Madrid-Barcelona supera esto. ¡Un saludo, peripleros!

viernes, 9 de noviembre de 2018

Desde mi ventana...


DESDE MI VENTANA

Desde mi ventana veo limones.
Cerezos y adelfas 
También muchas flores.

Veo desde mi ventana
Ropa tendida
Sudores y afanes
De toda una vida

Abro mi ventana y oigo
El urbano trajín
Coches, motores
Ruido sin fin

Picarazas, gorriones y carboneros
desde mi ventana veo
Entregados a sus afanes
Y a su liviano vuelo

Mi ventana me trae
El abanico del tiempo
Soleado, nublado, lluvioso
Y el inclemente cierzo

La vida desfila
Por mi ventana
Vidas ajenas
También contempladas

Bajo la persiana y enfilo
una noche de silencio
Me duermo enseguida
Soñando mil proyectos

Amanece de nuevo
La ventana sigue ahí
Fiel compañera,
Amiga feliz

viernes, 2 de noviembre de 2018

Mi teléfono

Mi viejo Samsung S4 empieza ya a tener achaques. Un día se queda desmemoriado y ya no recuerda el teléfono de algún conocido. Otro se pone "en espera" cuando intento comunicarme con mi mujer. Las más de las veces suele encabritarse y me suelta un "memoria insuficiente" cuando le pido que me muestre fotos tomadas hace algún tiempo.

Se lo perdono. Se por propia experiencia lo que son las indisposiciones de la edad. No le doy más importancia y sigo agradeciéndole los buenos servicios que me presta. Día tras día ha resultado ser un estupendo colaborador. Una segunda memoria. Un amigo y un confidente. La verdad es que se lo agradezco.

Últimamente ha empezado también a manifestar síntomas de reuma. La tecla del volumen ya no va tan fina y debo presionar con la uña si quiero subir o bajar el sonido. De momento me arreglo así.

A veces me planteo si no me debería comprar otro equipo. Un modelo más nuevo. Pero me resisto. Pertenezco al colectivo de los que les cogemos cariño a las cosas. Prefiero tirar con él mientras aguante.

viernes, 26 de octubre de 2018

Gente de ver y gente de hacer

En mis observaciones psicológicas de medio pelo, voy encontrando ciertas clasificaciones que -a mi- me facilitan el entendimiento de lo que ocurre en mi entorno; de mi propio comportamiento y del de los demás.

Una  muy sencilla que adiviné hace poco es la de personas cuyo principal impulso es el deleite, la contemplación y la reflexión y otras que optan más por la acción.

Vaya por delante que no presupongo que un posicionamiento sea mejor o más adaptado que el otro. Lo que me intriga (y de ahí la reflexión) es el motivo o la causa por la que cada cual se decante por una o por otra opción.

Puedo hablar por mi mismo y por la experiencia recogida de la conducta de varios amigos. En todos los casos que estudio aparece con claridad la división que comento.

Mi caso está claro. Pertenezco a la categoría de los que optan por "hacer cosas". De los que no pueden parar. Y me inquiero por las causas de tal tendencia.

Sin estar muy seguro de ello, lo achaco a mi particular devenir en la infancia; a las personas que me han rodeado y a las tareas que se dedicaban en su momento. También intervendrá -digo yo- el componente temperamental; el ADN heredado; el sistema nervioso con más motilidad o la tendencia a la hipertensión...

Seguro que interviene así mismo, el componente social. Los refuerzos que, en su momento, haya recibido por mis realizaciones o las gratificaciones derivadas de los comentarios elogiosos de los demás. Socialmente parece como que esté mejor visto ser una persona activa que una contemplativa.

Esta es mi particular -y provisional- explicación de mi tendencia a "hacer" aunque reconozco que tendré que irla puliendo con ulteriores observaciones.

Por contra, los que se dedican a ver disfrutan más contemplando que haciendo. Aprovechan las mil y una oportunidades que ofrece la vida para deleitarse con ellas. Potencian su vertiente estética, su capacidad de análisis, su sensibilidad interior...

Quizás la clasificación que propongo ya esté contemplada en la famosa dicotomía entre introvertidos y extrovertidos o en la de los cuatro temperamentos de Hipócrates y Galeno. No sé.

En todo caso Los de ver y los de hacer se complementan. El uno proporciona lo que le falta al otro. Equilibran la balanza.

Ya veis, amigos. Sociopsicología de lo cotidiano. El que no se entretiene es porque no quiere.

viernes, 19 de octubre de 2018

De peluquerías


Ayer fui a cortarme el pelo. Nada, una iniciativa de lo más corriente. Todos tenemos que acudir al peluquero de vez en cuando. Hay que cuidar un poco la imagen.

Fui a una peluquería que me recomendó mi buen amigo Luis Esteban. Seguí su consejo. Un acierto.

De entrada, el establecimiento ofrece una imagen muy arreglada. Cristales limpios y cuidada decoración interior. Por aquí y por allá fotos de época reflejan lo que era la profesión a principios del pasado siglo.

La atmósfera tamizada con un agradable olor a perfume; pero no de los pegajosos. El de las peluquerías de siempre. Se agradece y te trae el recuerdo de tiempos pretéritos cuando, de niño, una amalgama de sensaciones y multitud de estímulos impactaban en tu cerebro infantil.

Así, como de repente, me vinieron a la mente las tenacillas corta-pelos de Cleofás, el peluquero del pueblo. El rápido movimiento con el que sacudía la suerte de babero que con tanta maestría colocaba alrededor del cuello. Y el peculiar sonido -algo así como un estampido- que se generaba al agitar el paño.

Eché en falta el olor dulzón de los polvos de talco. Bueno, no tiene más importancia. Últimamente han caído en desgracia. Se les acusa de provocar -a veces- reacciones alérgicas. Algo que a mi nunca me ha ocurrido. Una pena.

Desperté de mi ensoñación cuando una amable voz femenina se interesó por la manera en que debía realizar la operación: ¿cómo lo cortamos?

Contesté con un balbuceante "más bien corto. Sin descargar mucho lo de arriba, que disimula un poco la calva". Sonrió levemente y enfiló su tarea con energía.

Movimientos rápidos y precisos. Tijeretazos acotados. Sólo los imprescindibles. Enseguida detecté la mano de una buena profesional. Me relajé.

Conversación así mismo muy medida. La necesaria para que no me sintiera incómodo. También lo agradecí.

En un plis plás terminó el tallado de mi testa. Con un resultado más que aceptable. Como manda la tradición también me repasó las cejas y los pelillos de las orejas. Colocó luego el espejo de mano a la altura de la nuca e inquirió mi opinión.

Estupendo -le dije- Justo lo que yo quería.

De nuevo una sonrisa cómplice se desprendió de sus labios. La satisfacción del trabajo bien hecho y la complicidad de los que hemos atravesado el meridiano de nuestra existencia.

No me pareció caro el precio del servicio por tan gratificante experiencia. Volveré -sin duda- a Passaró, Santander, 34 duplicado. Parque Roma (Zaragoza)

¡Gracias por la recomendación, Luis!

viernes, 12 de octubre de 2018

Elogio de la piedra


Quiero aprender a esculpir la piedra. Nunca he practicado mucho las bellas artes pero este nuevo reto me encandila. Tengo pensado hacer varias estatuas. El reto es complicado -lo se- pero tengo que intentarlo.

La chispa que ha encendido la nueva ruta surgió este verano. En las visitas a los pueblos de las cinco villas y los paseos por las calles de las distintas localidades. Con la constatación de que -a la postre- lo más significativo y duradero de nuestro paso por la vida son, al fin y al cabo, las piedras trabajadas.

Si, ya os oigo decir que también quedarán los escritos en Internet o mejor aún los textos vertidos al papel; que quedarán las fotos, los vídeos, el disco duro del ordenador, el móvil y el recuerdo de nuestros seres queridos... Nada, tonterías. Lo que de verdad aguanta el paso del tiempo es la piedra.

Tu te das una vuelta por Navardún -por poner un ejemplo- y el único recuerdo de lo que fueron nuestros antepasados de hace mil y pico años son su castillo, su iglesia y la peculiar pila bautismal; todos ellos realizados con piedra tallada.

Te pasas por Castiliscar y te das de bruces con el castillo -siglo XI, la iglesia -del XII- o el sarcófago paleocristiano del siglo IV. Más piedra conservando el recuerdo.

Date una vuelta por Uncastillo y allí verás cómo la piedra nos habla del pasado. Sencillos bloques del castillo o elaborados canecillos y capiteles de la iglesia de Santa María. Impertérrita. Desafiando el paso del tiempo.

Pásate por Los Bañales y te darás cuenta de lo que -al fin y a la postre- nos legaron sus pobladores: lo que queda de las pilastras del acueducto; del edificio de las termas; del foro... Enormes bloques de piedra (arenisca o caliza; me da igual). Eso es lo que ha aguantado. Lo demás, simplemente, se ha evaporado con el paso del tiempo.

Soy también muy consciente de la vacuidad de mi aspiración a dejar en este mundo un recuerdo mío que resista el paso del tiempo. El inexorable paso de los años acabará destruyéndolo todo. Me da lo mismo. Si no lo hago ahora ¿cuándo podré hacerlo?

He pensado varias temáticas para tallar: la recreación en piedra de los cuatro miembros de la familia; el perro inmovilizado en su revestimiento pétreo, alguna frase esculpida... ¡Qué se yo!

También se me ha ocurrido inventarme una deidad y recrearme en su diseño. Por ejemplo la diosa de la apicultura. No estaría mal...

He echado un vistazo en la red y compruebo que hay otros materiales que aguantan mejor que la piedra el paso del tiempo: el dibororrenio, la lonsladeíta, el nitruro de boro... Nada, descartados por la dificultad práctica de conseguirlos.

Así es que hay que volver de nuevo a la idea inicial. Al esculpido en piedra con tranquilidad y paciencia.

En fin, ya veremos lo que da de si esta historia...

viernes, 5 de octubre de 2018

Movilidad sostenible... y compartida

Desde que se dio la voz de alarma por el sobrecalentamiento de nuestro planeta por la acción humana, han pasado ya bastantes años.

Al principio, los más sensibilizados con esta temática tuvieron que sufrir -con bastante frecuencia- las críticas -e incluso las burlas- de los que no estaban por la labor... ¡Ya están estos ecologistas dando la lata! Pero cuando la contaminación de los ríos, de los mares y del aire alcanzó niveles alarmantes se fue generalizando la idea de que "algo habría que hacer".

En 1957 el río Támesis fue declarado biológicamente muerto por el museo de Historia Natural y las noticias de la época lo describían como una cloaca enorme y maloliente. La situación en otras partes del mundo no era mejor. Que los ríos destilaban olores pútridos, suciedad y muerte de fauna acuática era palmario. Se veía y se olía. Las aguas contaminadas se detectan de inmediato.

Sin embargo la contaminación atmosférica pasaba más inadvertida. A pesar del incremento del parque de automóviles a nivel mundial, de los motores de los grandes buques cargueros y petroleros y de las centrales eléctricas de carbón, la voz de alarma tardó más en darse en este terreno.

En 1952 se produjo el episodio del "Gran Smog de Londres". Entre los días 5 y 9 de diciembre, una densa capa de niebla contaminada cubrió totalmente la ciudad. La causa fue el incremento incontrolado de la quema de combustibles fósiles en la industria y en los trasportes. Se cree que el fenómeno causó la muerte de 12.000 londinenses y dejó otros 100.000 enfermos.

En diciembre de 2015 las autoridades de Pekín tuvieron que decretar las dos primeras alarmas rojas por contaminación atmosférica. La situación en otras capitales mundiales como México, Santiago de Chile o París también era crítica. La evidencia de que también estábamos envenenando el aire y que había que actuar de urgencia no tardó en extenderse.

Al principio se empezaron a implementar algunas medidas para reducir la contaminación debida a los automóviles: catalizadores, mejoras en el rendimiento de los motores, coches eléctricos etc. Pero el modelo de uso individual del coche era -y sigue siendo- la norma habitual. La potente industria del automóvil necesita continuar la producción. La cadena no debe parar.

Sin embargo poco a poco se ha ido generalizando la idea del uso de otros medios de trasporte que no sean contaminantes. Muchas ciudades (Zaragoza fue de las primeras) adoptaron la bicicleta como alternativa al coche o las motos. Algo empezaba a cambiar.

Pero cuando de verdad se ha visualizado el cambio ha sido en este último año con la aparición en nuestras calles de motos, bicis y patinetes eléctricos operados por nuevas empresas que ofertan estos servicios en la modalidad de "usar y dejar". La conjunción de sistemas de geolocalización y aplicaciones informáticas avanzadas mejora enormemente el rendimiento de estos medios de transporte.Todo ello ha conducido a que este nicho de mercado, finalmente, haya eclosionado.

Así es que, es necesario felicitarse. La cosa ha tardado un poco pero la tendencia a la movilidad sostenible y compartida es imparable. Los coches eléctricos también de "usar y dejar" ya están operativos en algunas ciudades.

Los que todavía seguimos apegados al viejo modelo del coche aparcado en nuestro garaje nos los vamos a tener que replantear. Yo, personalmente, me quedo maravillado cuando contemplo la rapidez y la elegancia con la que algunas personas se desplazan en patinete eléctrico. Todo ello sumado a la facilidad de aparcamiento del vehículo. La tentación de abonarme a este servicio es muy grande. Me parece que no voy a tardar mucho tiempo en probarlo.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Un año de mili... ¡En la naturaleza!


Según va avanzando la carrera tecnológica, cada vez es más común y frecuente que todos nos vayamos enganchando a los móviles y demás instrumentos electrónicos. No hablaré sólo de los jóvenes -es un argumento muy manido- también del resto de la pirámide poblacional. En la actualidad la vida urbana y la afición a los cachivaches informáticos constituyen una clara tendencia al alza a escala mundial.

El contacto con la naturaleza no es que vaya a menos. Pero la misma palabra "contacto" es un poco equívoca. Me refiero al hecho de que ahora se identifica este quehacer con la realización de algún deporte o alguna actividad programada y planificada donde, por otra parte, el adecuado "equipamiento" resulta imprescindible si se quiere estar a la última. Tal es el caso del esquí, el buceo, la bicicleta de montaña, el "running", el "trekking", etc.

A mi, personalmente, me gusta el "contacto" informal. Dar una vuelta por el campo sin programa prefijado, sin horarios y -casi hasta mejor- sin equipamiento. Sólo necesito dos instrumentos gratuitos para pasármelo bien: la curiosidad y la observación.

Equipado con esos dos elementos y paseando periódicamente por lugares conocidos a lo largo del año -y mejor durante el transcurso de varios años- me está permitiendo descubrir rutinas, tendencias y transformaciones tanto en la flora como en la fauna de los lugares que visito.

Así, por ejemplo, he podido observar la llegada de las abubillas y sus costumbres más llamativas, el ciclo de la floración de la aliaga, el tomillo y el romero; la época de enjambrazón de las abejas; la reunión de cuervos cuando ya empieza a anochecer, el ciclo de la procesionaria, los usos y costumbres de conejos y gazapos; la germinación de las semillas, la polinización y  el arranque de la generación de los frutos... Y mil cosas más...

Cuanto más observo más me maravillo. Cualquier planta o bicho viviente es una auténtica proeza de la naturaleza. Cualquier ser vivo constituye, en si mismo, un auténtico mundo de reacciones químicas, procesos enzimáticos, detección, evaluación, transporte y emisión de información... y mucho más...

Creo haber tomado conciencia de que todos formamos parte del mismo pack. El mundo no está sólo constituido por los humanos y el resto de seres vivos. Nosotros somos unos invitados más en este prodigioso banquete de la vida. Todos estamos conectados.

Aquellos que sólo viven el mundo de la urbe; los que están todo el día pegados al televisor o al móvil, los que sólo disfrutan comprando,  los que no han descubierto el disfrute de un simple paseo, creo que se están perdiendo algo muy importante.

Para todos ellos, yo instituiría el año de mili en la naturaleza. Sin el móvil y sin los adelantos tecnológicos que tanto nos aportan y tanto tiempo nos roban. Aprendiendo a disfrutar de la brisa del aire, del olor de las plantas, del reto de buscarte tu propio alimento y acondicionar tu lugar de descanso; de la necesidad de comunión con el resto de los habitantes -humanos y no humanos- de este planeta...

Un año de mili en la naturaleza equipado con sólo tres armas: curiosidad, observación y respeto por animales y plantas.

viernes, 21 de septiembre de 2018

Estampas de la Val de Onsella

Desde Isuerre se divisan con prístina nitidez las torres del Castillo de Roita; testigos mudos de tiempos pretéritos. 

También en Isuerre, este arco medieval nos recuerda de nuevo la elegancia constructiva de nuestros antepasados

La cruz vasca -Lauburu- preside la puerta de entrada de esta vivienda en Isuerre

Y no menos curiosa es esta vivienda del mismo pueblo con claras alegorías masónicas

Ya en Lobera, este sol pétreo me recuerda algún monumento funerario celta

Aguas cristalinas discurren por el cauce del Onsella a la altura de Longás

...Y los carteles indicadores de rutas inmemoriales llaman la atención del visitante

Heráldicas insignias nos retrotraen a los tiempos de La Caballería

...El paso del tiempo marca su impronta con peculiares soluciones no siempre muy acertadas

viernes, 14 de septiembre de 2018

Misiones

Me vais a permitir que me explaye un poco en una de mis pasiones: la exploración espacial. Ya se que soy un poco cansino con el tema pero me atrevo a afirmar que en no mucho tiempo, las novedades que se van a ir produciendo en este terreno nos influirán a todos en el día a día.

Así que paso a poneros al corriente de las principales novedades que, a mi entender, más destacan en este ámbito.

Tenemos por un lado los planes de Elon Musk y su ya famoso Big Falcon Rocket (BFR) -también conocido como Big Fuck Rocket-. Si todo sale según lo previsto, para el 2020 el viaje entre dos ciudades situadas en extremos opuestos de la tierra, ¡no debería durar más de 30 minutos!

El mismo cohete debería servir para iniciar la exploración a Marte. Antes de 2030 ya deberían comenzar los viajes a ese planeta ¡Extraordinario!

En el ámbito de los planetas extrasolares, los avances también son muy relevantes. Así, la misión TESS (Transiting Exoplanet Survey Satellite) permitirá descubrir miles de exoplanetas orbitando alrededor de las estrellas más brillantes en el cielo. A fecha de hoy, la nave ya lleva 150 días en el espacio realizando su tarea.

La misión Cheops, de la Agencia espacial europea también se ocupará de los planetas extrasolares refinando muchos parámetros de planetas ya descubiertos. Está previsto su lanzamiento a lo largo del 2019.

La Nasa's Insight Mars Lander ya está de camino a Marte. Lleva ya 71 días de vuelo y aterrizará en Marte el 26 de noviembre de este mismo año. Su función es monitorizar lo que ocurre en el interior del planeta.

Por otra parte, el rover marciano Mars 2020 será lanzado para ese mismo año. Promete realizar interesantes descubrimientos sobre la posibilidad de vida en ese planeta. Por primera vez será también enviado un pequeño helicóptero para sobrevolar el planeta.

El estudio de los asteroides también está en pleno auge. En este terreno yo destacaría dos misiones de gran interés: por un lado la nave Hayabusa 2 que ya ha llegado al asteroide Ryugu y lo va a observar durante año y medio para traer, posteriormente, muestras del mismo a la tierra. Esta misión la lidera Japón.

Y luego está la misión Ossiris-Rex de la Nasa que también planea observar y recoger muestras del asteroide Bennu. Está previsto que el 3 de diciembre de este año la nave se sitúe en la órbita de ese cuerpo celeste.

La nave New Horizons continúa su camino por el cinturón de Kuiper, después de haber pasado por Plutón. Ahora va al encuentro de un mini-mundo llamado Última Thule. New Horizons se lanzó en enero de 2006. Se prevé que pase por Última en enero del 2019.

Y ya para finalizar tengo que referirme a la joya de la corona: al telescopio espacial James Webb. Un extraordinario aparatejo de diez mil millones de dólares que estudiará cada fase de la historia del universo y que incorpora multitud de tecnologías innovadoras. Será lanzado el 30 de marzo de 2021 desde la Guayana francesa.

Una de mis ilusiones sería asistir al lanzamiento. La asistencia a este evento constituiría el cierre perfecto de mi histórica afición por los cohetes, desde que los veía surcando el cielo en las fiestas del pueblo.

viernes, 7 de septiembre de 2018

Incógnitas


Desconozco cuál fue el disparadero de mi afición por los fuegos de artificio.Desde niño siempre me llamaron la atención y creo saber que el origen se encontraría en las fiestas del pueblo. Pero en realidad no sé por qué hube de fijarme precisamente en esa y no otras circunstancias de lo que acaecía en las celebraciones,

Bueno, también me quedó grabado el formidable compás de la tuba y los alegres acordes del clarinete. La primera vez que escuché música "en vivo" algún oculto resorte de mi cerebro se encendió quedando grabada esa experiencia para siempre.

Asimismo recuerdo cuando descubrí que había peces "de verdad" en el río. Yo, que no había conocido otra cosa que las ranas y los "barbos cabezudos", no salía de mi asombro al contemplar las evoluciones de las madrillas en el "Pocico de Pallazas". La sonoridad del nombre del pozo también contribuyó -sin duda- a incrementar la magia y el encanto del paraje.

Y no te digo nada lo que supuso mi primer baño en dicho pocico. El fresco abrazo de las -entonces- cristalinas aguas, también permanece almacenado en mi disco duro. Al igual que la original forma en la que se secaba mi amigo Javier Cay, deslizando las manos por su cuerpo, eliminando gran parte del agua con rápidos movimientos.

Me acuerdo -y mucho- de la primera vez que bailé apretado y lo que ello supuso en mi nueva concepción de lo que venían siendo los rigores de la religión. "Esto no puede ser pecado"-pensé-

También quedó grabado en mi memoria mi primer beso y la amalgama de sensaciones, sabores y olores asociados a aquel mágico momento ¡Qué torbellino de impresiones!

... Y así podría ir desgranando momentos, lugares, descubrimientos y sensaciones que -sin yo saberlo- pasaron a integrarse en mi; a formar parte de lo que ahora soy; a dejar una indeleble huella que ya para siempre me ha acompañado.

La explicación de que mi mente reparara en esos y no en otros eventos constituye un auténtico misterio. Una incógnita.

 ¡Qué no daría yo por descubrir las ecuaciones de mi vida y por resolver todas sus incógnitas!

viernes, 31 de agosto de 2018

Espíritu de verano (y VI). Cinco Villas. Otra mirada.

El tiempo se ha detenido, por un momento, en Orés

Retazos de tiempos pasados

¡Cuántas ilusiones se harían los dueños de esta vivienda cuando la construyeron!

Nula sensibilidad estética

Pocas quedan como esta

¿De tiempos del Generalísimo? 


Peculiar solución para ver el concierto en Asín

¿Quizás aborrecen tiempos pretéritos?

Sólo para intérpretes heráldicos




¡Qué original descubrimiento!

Escalera de doble uso
Esplendor y decadencia
¡Vaya con 1705!

Hace ya 106 años

viernes, 24 de agosto de 2018

Espíritu de verano (V). Programadores de riego a pilas


 Desde que los descubrí y empecé a utilizarlos, no han dejado de prestarme excelentes servicios. Para alguien que se ha criado en el mundo de la agricultura de secano, la posibilidad de dosificar con precisión el agua y aportarla en su debido momento a las plantas, es todo un magnífico regalo.


Puedes ausentarte de casa; irte de vacaciones o quedar con los amigos... El temporizador -tu fiel servidor- cuidará de tus hijicos vegetales por tí.


La posibilidad de llevar el riego dosificado a entornos áridos es lo que más me estimula. Y que gracias al gota a gota consiga que árboles frutales prosperen en lugares inconcebibles, me llena de satisfacción. Me tengo que refrenar porque a fecha de hoy ya son 5 los programadores que trabajan para mi alimentando vidas en los lugares más insospechados.

viernes, 17 de agosto de 2018

Espíritu de verano (IV). Cascabelillos


Ya las ciruelas Claudia (o cascabelillos como les llamábamos en el pueblo) van madurando. Para estas fechas no me puedo sustraer a sus encantos, pero casi siempre la cosa acaba mal ya que este fruto enseguida mueve el vientre.

Recuerdo que, de niño, en una ocasión mi tío José de Tertín nos trajo unos cascabelillos al corral de Gabardilla. Como para aquel entonces casi no probábamos la fruta, yo me di un buen atracón de ciruelillas y, claro, por la noche se dejaron sentir los efectos. Ante la inminente necesidad de exonerar el vientre, tuve que salir de la cabaña y "aflojar" al raso ¡Todavía conservo la imagen de oscuridad total con la bóveda del cielo estrellado y la sensación de desahogo que experimenté!

viernes, 10 de agosto de 2018

Espíritu de verano (III)


Campos verdes, mar y acantilados... Grueso contraste con los páramos de Zaragoza. En Cantabria se respira la humedad del aire y el sosiego de sus paisanos. Los acantilados dan fe de la constancia del agua embravecida y de su empeño en despeñarse contra las rocas.

Nos falta perspectiva pero en un par de milloncejos de años la labor combinada del río de la izquierda con el embate de olas de la derecha habrán cambiado este bucólico paisaje definitivamente.

viernes, 3 de agosto de 2018

Espíritu de verano (II)


He asistido a una exposición sobre Leonardo da Vinci y me ha sorprendido especialmente su irrefrenable deseo de imitar el vuelo de las aves. Algo parecido me ocurría a mi cuando era jovenzuelo. Siempre dándole vueltas a la manera de imitar el vuelo de los buitres. Siempre pensando en inventar algo.

Pero la distancia que nos separa al genio de Anchiano y a mi es inconmesurable. Frente a él yo me siento empequeñecido, minimizado, minúsculo.

¡Qué no hubiera dado yo por haber podido ser discípulo del genial Leonardo!