Este año también he tenido ocasión de participar en la ceremonia de años pasados. Para estas fechas es cuando la cereza está en su punto en la zona del Frasno, Inogés y Santa Cruz de Grío. Y este año, de nuevo hemos repetido experiencia. Allí hemos acudido para admirar de nuevo las mil y una variedades de este manjar. Para disfrutar con su excelente sabor y captar los matices que diferencian las distintas variedades.
Es un buen motivo y una excelente excusa para reencontrarnos de nuevo viejos compañeros de trabajo. Para ponernos al día de cómo han ido las cosas en este período de tiempo. Para constatar cómo un año más a nuestras espaldas ha acentuado un poco más tal o cual arruga, tal o cual mancha de la cara...
Y también para disfrutar -sin más- de toda la experiencia: el viaje hasta el pueblo en amena conversación, la elección de las frutas más sanas y maduras previa cata de todas ellas. La compra de varias cajas para regocijo de nuestras respectivas familias... Y el hecho de tomarnos una caña en el bar del pueblo para profundizar en nuestras respectivas experiencias anuales y enfrentar mejor el calor asociado a estas fechas.
Sí, amigos, el ritual cerecil se ha repetido en junio.