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lunes, 3 de agosto de 2015

La exposición de Nicolás Muller


El otro día, como el que no quiere la cosa, pasaba por La Lonja y, más por protegerme del calor que por propia convicción me metí en la exposición que allí tiene lugar.

Desde el momento que crucé el dintel de la puerta me vi sumergido en un mundo un tanto fantasmagórico pero que me resultaba familiar.

Las fotos en blanco y negro, algunas de considerable tamaño y de una magnífica definición me trasladaron, de repente a los tiempos de mi infancia.

Empecé por las sufridas caras de los trabajadores húngaros, continué por las cansinas y asombradas expresiones faciales de los pícaros portugueses y, más adelante seguí con escenas de Francia y, finalmente, de nuestro país, España.

Ninguna instantánea tiene desperdicio. Todas ellas reflejan de forma contundente lo que era la vida en los años 30 a 50. Cada fotografía te deja un poso de tristeza-amargura mezclado con incredulidad. Al término de cada una de las series, resoplaba aliviado al recordar lo que hemos avanzado desde aquellos míseros años. Ahora la riqueza está muy desigualmente repartida pero antaño las diferencias sociales eran provocadoras.

Casi un escalofrío me produjo la foto del gobernador civil dirigiéndose al populacho o la del cura subiendo con fingida humildad las escaleras siempre con el fondo de los desarrapados aclamando a las autoridades ¡pobrecicos!

Y las exóticas instantáneas de la vida cotidiana en Tánger tampoco tienen desperdicio. Sobretodo si fijamos nuestra atención en las mujeres. Todas ellas cubiertas hasta las cejas con telas blancas. A mi me dio la impresión de estar viendo fantasmas envueltos en su sudario.

En fin, amigos. Os recomiendo la visita a esta magnífica muestra. Los pelos de punta y la carne de gallina los tenéis asegurados.

- Enlace a más fotos de Nicolás Muller

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