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domingo, 23 de agosto de 2015

El platanero

Tengo en el jardín de mi casa un platanero que lo cuido como si fuera mi propio hijo. En su momento me regalaron un pequeño plantón en una maceta y todo mi empeño consistió en que pudiera progresar y salir adelante.

Soy consciente de que el clima inclemente de Zaragoza, en nada favorece el crecimiento y buen desarrollo de la planta. Empezando por el cierzo que es como un azote para sus hojas y continuando por las extremadas temperaturas tanto en invierno como en verano, nefastas para una planta tropical.

Sin embargo, con el paso de los años tanto la planta como yo hemos aprendido a sortear estos inconvenientes. Para contrarrestar el efecto del viento, realicé la plantación en un abrigo y al lado de una adelfa que también le sirve de refugio. En invierno tengo que proteger con un plástico al jovenzano para que sus sensibles hojas no se hielen. Y en verano, todos los días hay que rociar con una fina aspersión acuosa las hojas para que no se resequen. A todo lo cual hay que añadir el adecuado abonado, el riego y la adición de quelato férrico que asegura el verdor de la planta..

Con todos estos cuidados, el plátano luce espléndido y las hojas que desarrolla son dignas de admiración. Ya el año pasado brotaron unos incipientes plátanos. Una fruta impensable en Zaragoza.  No es habitual verla por la ciudad.

Y de nuevo amigos se me ocurre otro  paralelismo. Con empeño e imaginación se pueden superar los problemas. Convicción, constancia y tesón son condiciones básicas para abordar situaciones de crisis.

Quizás, si con carácter general aplicáramos esta fórmula a muchos problemas actuales de nuestro país, la situación pudiera evolucionar a mejor.

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