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martes, 29 de septiembre de 2015

La gran duda: cómo los supuestos profesionales pueden no serlo

Todos tenemos derecho a equivocarnos. Y es materialmente imposible hacer siempre las cosas bien. Pero al profesional le pedimos seriedad y dedicación a su tarea. Si no se cumple este requisito básico, empezamos a desconfiar. Cuando la confianza flaquea en distintos ámbitos laborales, se empieza a vislumbrar un problema ya a nivel social.

Ahí tenemos el caso de las telefónicas. Mi experiencia personal habla por si sola de la mala atención que he recibido hasta ahora cuando he planteado alguna queja. Supuestamente el "profesional" que me atendía parecía que iba a resolver la incidencia. Nada de eso. Por lo general el tema se ha quedado enquistado sin respuesta satisfactoria alguna.

O aquella otra ocasión en la que me cambiaron las ruedas del coche y no las colocaron bien. El dentista que no hizo correctamente su trabajo. El médico que, por precipitación, no acertó en su diagnóstico. El vendedor que no valoró adecuadamente mis necesidades. El profesor que no preparaba las clases. El informático que erró en la supuesta reparación del equipo...

Ya lo he dicho al principio. No se pide la infalibilidad. Pero si responsabilidad, ganas de aprender y de hacer las cosas en condiciones. Realizar el trabajo con cariño, dedicación y eficacia. No se pide más.

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