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jueves, 10 de marzo de 2016

La huelga de los autobuses urbanos

Reconozco que no he profundizado en el conflicto. No sé con precisión que piden unos y qué ofertan los otros. Pero lo que sí sé con seguridad es que la gente que utiliza el autobús está ya más que harta de que el conflicto siga sin resolverse.

La beligerancia (o la intransigencia) de unos y la pasividad de los otros confluyen en un mismo punto: el grave deterioro de un servicio público fundamental para la ciudad.

De nuevo la brecha entre los que pueden permitirse el desplazamiento con su coche particular y los que -necesariamente- han de usar el trasporte público, vuelve a hacerse más evidente. Como siempre, las personas con menos recursos económicos son las que salen más malparadas.

Y no entiendo cómo es posible que el alcalde no se haya implicado de forma más eficiente en el asunto. Hace ya tiempo que se debería haber llegado a una solución. La cosa se pasa de castaño oscuro.

Desde luego los gobernantes tienen suerte de que la ciudadanía, en general tiene aguante, mucho aguante. No se explica de otra manera que llevemos ya más de tres meses con la huelga y lo más destacable sea la mansedumbre con la que los ciudadanos aceptan la situación.  

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