"Hoy hace un día de perros". Frase que coloquialmente usamos cuando no nos congratulamos con el tiempo atmosférico que nos toca.
Algo tiene el viento cuando sopla que tanto nos perturba. Cada cual le atribuye algún efecto negativo: el origen de algún desajuste corporal, el incremento de las dolencias de todo tipo e incluso, a veces, la génesis de nuestro mal humor.
Al organismo humano le agrada la placidez, la quietud, el orden. Y el viento representa, precisamente todo lo contrario. Cuando las rachas son especialmente intensas, nuestro desasosiego se incrementa. Es probable que viejos genes dormidos se pongan en alerta ante la supuesta inminencia de alguna desgracia, alguna catástrofe.
Y quizás también este sentimiento sea algo universal en el mundo de los mamíferos. Sin ir más lejos mi perro Cosmo es un sensor especialmente cualificado del aire. A poco viento que haga, el animal comienza a hacer requiebros, piruetas y renuncios. Se le ve tan alterado que no hay forma de hacerle entrar en razones. No se centra en nada. Igual que su amo, que hoy, a duras penas, con la airera que hace ha tenido que realizar un notable esfuerzo para escribir este artículo.