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viernes, 8 de noviembre de 2019

El placer de comerse lo que uno cultiva


Tropezar con una piedra no es malo,
 encariñarse con la piedra sí…

Ayer me tomé este rico desayuno acompañado de un buen vaso de leche. Dos tostadas de pan con mermelada de ciruela Claudia de elaboración propia y los frutos de dos granadas del granado de la parcela de Villamayor acompañados con miel de mi propia producción.

Según iba saboreando los alimentos también me acompañaba el pensamiento de los desvelos que he tenido que dedicarles antes de que pudiera presentarlos en la mesa.

A todos los productos les he dedicado bastante tiempo todo el año. En otoño tuve que podar el ciruelo y, comenzada la primavera abonarlo con esmero. Abono orgánico, por supuesto. También he dedicado mucho tiempo al riego. Desde finales de mayo. Este verano ha sido muy caluroso y los pobres frutales lo han pasado muy mal. A finales de junio recolecté las ciruelas. Hace mucho que ya no fumigo y podía comerlas tranquilamente sin lavarlas. Con posterioridad realicé todo el proceso de preparación para hacer la mermelada. Sin quitar la piel y con el azúcar imprescindible. El resultado final fue muy satisfactorio.

El granado es más sacrificado. No hace falta podarlo y aguanta bien el verano con los riegos imprescindibles. Para finales de octubre siempre me obsequia con una contenida colección de coloridos frutos. Le tengo que coger la vuelta para conseguir frutos más gordos. Pero aún así, todos los años me abastece para, al menos dos meses. Dicen que el jugo de la granada es antioxidante. Yo me lo tomo con mucha fe. Y me encanta acompañarlo con dos cucharadas de miel.

La miel proviene de Uncastillo. También muchas visitas a las colmenas y mucha supervisión aplicando los tratamientos prescriptivos para combatir la varroa. Este año la recolección ha sido magra. Seis panales operculados a medias. La extracción la he realizado por el método tradicional de compresión y posterior filtrado. Dicen que los centrifugadores oxigenan demasiado el producto. Para mi que la escasez del producto y el rudimentario método de extracción, han potenciado, si cabe, su sabrosísimo dulzor. 

En los tiempos que corren ya todo el mundo acude al Alcampo o al Mercadona a comprar los alimentos. Yo creo que se ha perdido totalmente la conexión con el ciclo anual que conduce a la recolección de los alimentos. Basta con cogerlos de las estanterías o de los arcones del congelado.

Por eso, aunque pueda parecer una ensoñación mía, reivindico desde mi blog el retorno a los orígenes y redescubrir el placer de consumir lo que uno mismo cultiva. Aunque sea a pequeña escala. A mi, por lo menos, este hecho me hace sentir más pegado a la tierra. Más conectado con la naturaleza.

2 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo contigo, el placer de saborear lo que uno ha plantado se agradece más, es como hacerles un homenaje.
    La presentación de la fotografía lo demuestra, y la naturaleza te agradece tu esfuerzo.
    El hombre y la tierra, eso vivimos desde pequeños.
    En el granero siempre abundaban los frutos.
    Bello reportaje, José Luis.
    La reina de todo lo sabroso,... la huntadica de miel.
    Desde los tiempos.
    Saludos.

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  2. Granadas diarias en el frutero es lo que tenemos. Un gran granado nos ha regalado este año unos 100 kg. Muchas las hago también en zumo, que sale exquisito, exprimidas cual naranjas. También he disfrutado de las peras e higos comidos bajo el árbol. Y unas pocas naranjas que saboreo aun ácidas que salen de un árbol en el huerto de casa.

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