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viernes, 10 de mayo de 2019

¡Déjate ayudar!

L'amour est un'oiseau rebel
    (El amor es un pajaro rebelde)
Opera "Carmen" de Georges Bizet

Estábamos realizando una tarea conjuntamente. Yo, con mucho empeño empecinado en hacer las cosas a mi estilo. Mi amigo sorprendido por mi contumaz determinación. Ambos metidos de lleno en la faena.

Cuando un enjambre de abejas te envuelve por todos los lados y, con cierto temor, observas que de un momento a otro vas a sufrir algún picotazo, hay que tomar decisiones con rapidez. A veces aciertas. Otras no. En fin, no queda otro remedio más que actuar con determinación.

En medio de toda esa agitación, de todo ese jaleo, escucho una frase lapidaria. Algo así como  un fogonazo. Un destello. Mi amigo me suelta: ¡¡Déjate ayudar!!

Me quedo parado un instante. Algo perplejo. Bastante confundido. Algo no he debido hacer bien cuando se me recrimina mi exagerado anhelo de autonomía. Veamos, pienso. ¿Que me induce a comportarme de esta manera?

Rebobino y me teletransporto al pasado. A los tiempos de mi niñez. Cuando ayudaba a mi padre en el campo. Cuando juntos realizábamos labores agrícolas. No diré que fueran más o menos penosas. Eso, sencillamente ni se planteaba.

Y me doy cuenta que el origen de mi empeño, del impulso que me lleva a actuar de esta manera, tiene su origen en las particularidades de la agricultura de secano de antaño. Donde tu eras el dueño y señor de tus decisiones y de tu jornada de trabajo. Tu organizabas la tarea y la distribuías a tu estilo. No dependías de ningún jefe. Sencillamente el que mandaba allí eras tu.

De manera que fuera cual fuera la misión encomendada para un día determinado, las cosas se hacían a tu modo y manera. Con pasión, esfuerzo y dedicación. Con rasmia, como decimos aquí.

Y sabías además que hicieras lo que hicieras, tu te tenías que sacar las castañas del fuego; buscarte la vida y sacar adelante el objetivo que te hubieras planteado para ese día.

¡Ojo! que no afirmo que esta fuera la mejor manera de hacer las cosas. En un pueblo en el que todavía quedaban vivos los rescoldos de la guerra civil, la tendencia era que cada cual se resolviera sus problemas. La palabra colaboración brillaba por su ausencia. Y menos aún el hábito de contar con los demás para abordar faenas de forma conjunta.

Mi padre me repetía muchas veces que "A medias, ni con la mujer" y a veces tarareaba esta jota:

"Labradorcico yo quiero
Que venga del campo tarde
Con la camisa sudada
Y la cara de vinagre"

Una oda, como veis, al esfuerzo y al sacrificio personal. Al trabajo duro. A guardarse las penas para uno mismo.

En fin, con aquellos mimbres se hicieron estos cestos.

1 comentario:

  1. La tenacidad y el empeño, la dedicación y el orgullo de la labor cumplida, te organizaban la faena y todo bien hecho hasta la una en punto.
    Después quedaba el relax haciendo el rancho, y comentario leve de la faena, todo iba bien, la labor encomendada iba viento en popa, y a la vuelta a casa, con las caballerías, leve jota de satisfacción,...por algo sería.
    Ganarás el pan con el sudor de tu frente.
    Lo tenían muy asimilado este mandato divino.
    Tienes razón con tus puntualizaciones.
    Saludos de Javier

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