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viernes, 3 de mayo de 2019

¡Bah! ¡Insectos!


El sol no espera a que se le suplique para derramar su luz y su calor.
 Imítalo y haz todo el bien que puedas sin esperar a que se te implore.
Epicteto

¡Cuan a menudo despreciamos a los insectos! ¡Cuántos miles de millones de ellos han perecido a causa de la acción del hombre! ¡Qué poco conocemos de su vida y su utilidad!

Es cierto que, en muchas ocasiones ha sido necesario controlar invasiones o plagas. Que determinadas especies son vectores de propagación de enfermedades. Que sus temibles picotazos a nadie dejan indiferente pero...

Como suele suceder,  la acción humana muchas veces peca pero por exceso. La proliferación de insecticidas y plaguicidas ha proporcionado muchos beneficios a la humanidad, pero su abuso también ha traído graves consecuencias.

Si no, ahí tenéis a mis amigas las abejas. Por estas fechas se produce un maravilloso fenómeno natural que asombra a cualquiera a nada que sea un poco observador. Pero que también genera miedos e inquietud a la gente desinformada.

Me refiero al enjambrazón. Al hecho universal que impulsa a las especies de este planeta a expandirse por el mismo. A la división de la colonia y a la búsqueda de un nuevo emplazamiento para la mitad de su población.

Lo que debería ser un magnífico espectáculo gratuito a plena luz del día, similar a la migración de las grullas, o de otras aves, se convierte en un peligro o peor aún en un campo de batalla para las personas excesivamente temerosas de las abejas.

Todo es ver el enjambre volando  y comenzar los gritos de pánico, cuando no acudir directamente en busca del insecticida...

Y aquí hay que decir dos cosas: que las abejas no pican cuando están enjambrando y que, en la actualidad se consideran especie protegida debido a la multitud de factores que están mermando su población.

Desgraciadamente muchas ciudades todavía consideran los enjambres de abejas como una amenaza. Sencillamente no hay sitio para ellas en las grandes urbes. Inquietan, incordian, molestan...

Pero no ocurre lo mismo en todos los núcleos urbanos. Ahí tenéis, por ejemplo, Londres; donde desde hace muchos años, las abejas son bien recibidas, cuidadas y protegidas por sus habitantes. O París que cuenta con colmenas en los mismísimos Jardines de Luxemburgo y en la recientemente siniestrada catedral de Nôtre Dame, entre otras ubicaciones.

Considero que, poco a poco, deberíamos asumir que la ciudad no es propiedad exclusiva de los humanos. Que el resto de seres vivientes tienen el derecho de retornar a los parajes de los que han sido expulsados. Que la convivencia pacífica y la armonía entre todos puede ser posible.


Afortunadamente algo se va avanzando. Aunque el temor se mantiene, cuando se arracima un enjambre, la gente llama a los bomberos o a algún apicultor especializado en su captura.

Nosotros hemos colaborado con el servicio de bomberos y hemos recogido ya varios enjambres en la ciudad. Todavía no hay conciencia para dejarlas en el lugar en el que recalan -siempre y cuando no haya peligro para la población- pero algo se va avanzando.

En fin, que si en algún momento se posa un enjambre en las cercanías de vuestro domicilio o incluso en vuestra propia casa; ¡no os alarméis! Nos podéis llamar al 660 38 21 41 o al 646 07 25 96 y rápidamente acudiremos a recoger la colonia de la forma menos traumática posible.

¡No nos podemos permitir la extinción de esta especie amiga!

1 comentario:

  1. Esa es la cuestión, haz todo el bien que puedas e intenta comprender cómo funciona la naturaleza.
    Todo está regulado, ningún insecto está por estar, y aún con todo, el uso masivo de insecticidas lo ve como una anomalía.
    Tu mimo con las abejas te hace defensor de esta realidad de abusos en el campo y de paso intentas educar al personal en la normalidad de contar con avejares cerca de casa.
    Las plantas y las abejas,el hombre y el paladar, todos tienen que ir a una ,sino estamos perdidos.
    En un panal de rica miel ,....
    Te veo feliz con tus animalicos.
    Un abrazo de Javier.








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