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viernes, 19 de abril de 2019

Reconectando

"Una vida inútil equivale a una muerte prematura."
Johann W. Goethe

Cuando bajé a estudiar a Zaragoza, con 13 años, mi madre ya me puso en antecedentes del cambio que ello iba a suponer en mi vida. De entrada,  me compró mi primer reloj de pulsera y con un cierto tono ceremonioso -que también sonaba como a un aviso- me dijo: "ahora, en la ciudad, lo necesitarás, hijo."

También me instruyó sobre el significado de los colores de los semáforos y del sentido que tenía que los coches pusieran los intermitentes a uno u otro lado. "Aquí, en Zaragoza" todo es muy diferente al pueblo" - añadió.

Todavía tomé más conciencia de ello cuando comenzaron las clases en la Institución Virgen del Pilar. Primero tuve que aclararme con la interpretación de los toques de sirena que marcaban las entradas o salidas a clase y después apañármelas para encontrar los baños y algún lugar donde pudiera beber agua en caso de necesidad.

Durante un año estuve "de patrona" en casa de mis tíos y, lógicamente, debí acomodarme al estilo y ritmo de vida urbanos: a viajar en tranvía, ver mucho más la televisión, ponerme un horario de estudio, etc...

Tanto me metí en ese mundillo que -ya a finales de mayo- mi sorpresa fue mayúscula cuando un buen día descubrí que los vencejos habían ya regresado al escuchar su agudo trino.

Con posterioridad otros afanes y otras ocupaciones reclamaron mi atención. Todas tenían algo en común: el alejamiento progresivo del mundo rural y la marginación -cuando no el olvido- de los ritmos de la naturaleza.

Atrás quedaron aprendizajes como plantar los cepos para atrapar algún conejo; seguir el curso de la luna para acomodar la siembra a sus ciclos, manejar con habilidad la hoz y la zoqueta, muir (ordeñar) las cabras, identificar el canto de las peiras, segar espliego o guardar la miel en septiembre.

Y atrás quedó también esa conexión con el ciclo de la vida, con las semillas de trigo que germinan, que crecen, que granan, que luego amarillean y, posteriormente, se siegan, se trillan, se avientan  y se recogen.

Un ciclo que -de niño- observabas como se repetía año tras año y que conectaba directamente con lo que, desde tiempos inmemoriales, ha sido el devenir de los seres humanos en este planeta.

Ahora, ya de mayor, veo que lentamente retomo algunos hábitos de mi infancia . Que de nuevo me voy conciliando con la madre naturaleza. Que poco a poco voy reconectando.

Todo ha sido llegar de nuevo la primavera y empezar también el ajetreo habitual en estas fechas: que si sembrar las semillas, que si recoger algún enjambre, labrar la parcela, construir una balsa u otras múltiples tareas relacionadas con el campo y con el mundo rural.

Observo a las aves construir sus nidos; a las abejas trabajar afanosas para proveer de alimento a la colmena, la procesionaria intentando un nuevo embate a los pinos; florecer la aliaga, el romero y el tomillo, ver como mengua la luna... ¡y muchas otras observaciones más!

Me congratulo porque, de alguna manera, creo haber  hecho de nuevo las paces con el cosmos.

¡Me alegro de  haber reconectado de nuevo!

4 comentarios:

  1. Que maravillosa semblanza has pintado entre los comienzos y adaptación a la gran ciudad y el haber recuperado de nuevo las primeras enseñanzas del campo y la natura.
    Recorrido mágico desde los principios al llevarte al ajetreo de la gran ciudad el que has pintado, todo vale para recordar y comentar esas experiencias, siempre seran bienvenidas.
    Bello.bello, artículo.
    Un abrazo de Javier

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  2. Precioso artículo José Luis.Me ha recordado la novela “El Camino”de Miguel Delibes.(Uno de mis escritores favoritos)En ella, uno de los protagonistas,a sus 10 años,también tiene que abandonar su pueblo para irse a la ciudad a estudiar,con todo lo que ello conlleva a nivel emocional.Que tu nueva reconexión con la naturaleza te colme de felicidad y sea por muchísimos años.Un abrazo.

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  3. Ah...se me olvidaba...qué coincidencia..hoy 22 de abril es el día de la Madre Tierra.

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  4. Muchas gracias a los dos por vuestras palabras, amigos. Se podrían escribir muchas más experiencias sobre la transición entre el mundo rural y el urbano. Y seguro que vosotros podríais aportar visiones distintas y originales sobre ello.

    Gracias, Luis por recordarme que el 22 es el día de la Madre Tierra. Yo lo celebré en el 2015 y había perdido ya la referencia del día.

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