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viernes, 26 de abril de 2019

Dilemas éticos

"El hombre sólo progresa transformándose.
 Los tontos reprochan los cambios de opinión como una injuria.
 ¡Bah! Mejor es contradecirse que petrificarse."
Johann W. Goethe

Tengo un amigo que ha optado por no consumir carne. Ahora se tira al pescado. No lo hace porque crea que la carne es nociva. Según su argumentación el motivo no es otro que la pena que le dan los cerditos y los cordericos cuando los tienen que sacrificar.

A esa explicación yo le he contra argumentado aludiendo también al supuesto sufrimiento de los peces cuando son capturados. ¿En qué diferencia  el sacrificio de un mamífero al de un pez? -le argüía- ¿Acaso los primeros disponen de algún privilegio, de alguna potestad que los anteponga a los segundos?

No supo que contestarme; aunque yo tampoco acerté a hilar más fino. En todo caso la situación me sirvió más bien como aperitivo para adentrarme en el resbaladizo mundo de la relación de los humanos con los animales y, por extensión, con todos los seres vivos.

Y es que a mí, últimamente, me pasa algo parecido: piso una hormiga y me da pena al pensar que -de buenas a primeras- he destrozado una maravillosa maquinaria que ha necesitado millones de años de evolución hasta llegar a su estadio actual. Me encuentro con un pino chiquitín perdido en medio del campo y también me entra la ternura para evitar que sucumba. Capturo un enjambre y sufro cuando observo el grupo de abejas fenecidas como consecuencia de la operación.

Otro amigo me dijo que cuando realizamos todas estas "fechorías" atraemos mal karma y que más adelante tendremos que purgar nuestras penas y "compensar el karma".

Pero bueno, un momento... ¿No estaremos cayendo en la pacatería?  No nos estaremos pasando de frenada manifestando excesivos escrúpulos morales?

Desde luego, los leones de la sabana africana lo tienen claro: cebra que pillo, cebra que me como. Ñu que abato, ñu de primer plano. Con un par. Sin remilgos.

Bueno, pues ahora se me plantea otro dilema moral. El otro día descubrí un cado (una "lorica") de conejo. Allí estaban tan pinchos la madre y los cuatro gazapos todavía zagales. Si siguiera la tradición de mis tiempos de niñez en el campo ya debería haberlos capturado, matado, despelletado, eviscerado y troceado para preparar un buen conejo con tomate, cebolla y pimientos. Pero me han dado pena. Una pena humana que no se muy bien como justificar.

Es verdad que actualmente no necesito cazar para comer pero también es cierto que más de un día hemos comido en casa conejo al ajillo. De granja, por supuesto. Pero también tienen derecho a vivir ¿o no?

En fin, si se os ocurre algún argumento de peso para proceder de una forma u otra en ocasiones similares, os agradeceré que me lo comentéis. Yo, de momento, me encuentro un poco perdido.

1 comentario:

  1. Respetables todas las formas de pensar.
    Cuando veo a un biólogo hablar sobre un árbol acariciando con dulzura sus ramas, este detalle, suele ayudar a interpretar tus argumentos, valora y da mucha importancia a un ser vivo y perfecto.
    Cuando ves un documental en el Serenguetti, de caza y muerte entre animales, lo entiendes porque es para sobrevivir, está todo estudiado, la naturaleza sabia.
    Cambiar el chip es importante, a veces voy por el parque del Agua y entre creo conversaciones con algún animalillo,.. ¡ hombre quién está aquí !,... mirada fija del tal o cual y todos tan amigos, entiendes que todos formamos parte de este gran espectáculo mágico.
    Ahora en mi caso, y en el tuyo también, vivimos todo esto con la sensibilidad que dan los años.
    Me ha gustado lo de la lorica y los gazapos, disfruta con ellos.
    Apoyo tu interpretación del artículo,
    Saludos, José Luís.

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