El Partido (Comunista) tiene una ventaja sobre el Evangelio:
obliga a hacer penitencia a los demás.
Federico Gimenez losantos
En estos días de obligado encierro y enclaustramiento muchas son las cosas que uno echa de menos en su anterior vida "normalizada". Desde luego, la libertad de movimientos, el ir y venir allá donde te plazca y de relacionarte también con quien quieras sin trabas ni impedimentos son aspectos fundamentales.
También añoro, por supuesto, la visita periódica a ciertos lugares o enclaves que, de alguna manera, vienen a ser algo así como una prolongación de uno mismo: una visita al pueblo, la vuelta por las colmenas; un repaso por la balsa... y el preceptivo mantenimiento de la parcela de Villamayor.
Muchas veces me he preguntado qué me impele a plantar árboles y cuidarlos; a cortar y desbrozar las llamadas "malas hierbas" (ninguna hierba es mala) y, en general a enfocarme hacia el logro de la tarea de dejar la parcela "como a mi me gusta".
Desde luego la motivación es muy fuerte. Muy profunda. Una mezcla adaptada de recuerdos de la infancia y también -creo yo- un férreo impulso de demostrarme a mi mismo -y quizás inconscientemente a mis antepasados- de que soy capaz de hacerlo y, además, de hacerlo bien.
En la "anterior vida" no pasaban dos días sin que subiera a Villamayor a realizar alguna tarea. Y cuando la llevaba a buen término ya parecía que le había dado un sentido a la jornada. Y si me apuráis como que me había ganado el sustento. La satisfacción de alcanzar el objetivo; de contribuir a que la naturaleza se encarrile hacia el orden que tu mismo has establecido. Una gozada.
Y luego está el fuego. Cada dos por tres preparaba una buena fogata donde, además de quemar la broza, muchas veces también sucumbían en el fuego purificador restos de muebles viejos, maderas inservibles... o tickets del Alcampo.
El hecho de ver cómo todo quedaba reducido a cenizas también me procuraba una gran paz interior. Mucha tranquilidad.
Algo así como asistir en directo a las emanaciones incandescentes de nuestro astro rey. Como crear un pequeño sol aquí en la tierra.
Quizás sea por eso que en las noches de confinamiento, cuando recoloco mi cabeza en el almohadón y me dispongo a entregarme a Morfeo, las imágenes que, de inmediato, acuden a mi mente sean, precisamente, las del peral florecido(*), las del granado que ya presenta sus incipientes hojas; el verde montaraz de los aligustres o los perennifolios pinos. Hasta que, finalmente, me duermo.
(*) Cuadros al óleo realizados por Javier Cay
Me gusta el Peral florecido, yo también pinté al óleo el Peral de Van Gog, muy chulo y bucólico.
ResponderEliminarNada, por ahora se quedan sin atención los lugares que necesitan preparación,pero bueno,ya los traciaras dentro de unos días.
Lo importante, lo que ahora nos mandan los sanitarios.
Estoy de acuerdo contigo, nos hubiéramos adaptado a la agricultura si no hubiera habido otro remedio.
Lo vivimos desde críos.
Qué se pasen pronto estos días.
Saludos de Javier.
¡Ese peral de Van Gogh lo tienes que fotografiar y pasármelo!
ResponderEliminarCon mucho gusto lo incluiría en este relato si tu me das el permiso.
¡Gran afición la de la pintura! que junto con la música y la prosa poética, perfilan de maravilla tu personalidad y tu forma de ser.
Un abrazo, Javier. ¡Y fuerza para estas atípicas jornadas!