Iba a decir lentamente, pero no, los acontecimientos discurren con fugacidad y poco a poco los de mi generación nos vamos acercando a la jubilación. De hecho muchos lo han hecho ya. Un selecto grupo de afortunados pueden ya disponer de su tiempo sin imposición alguna de horarios y dedicándose a sus intereses y aficiones personales. Gracia que muchos esperamos alcanzar cuando llegue el momento.
Y mientras tanto vamos asistiendo a eventos y acontecimientos que no nos dejan impasibles: padres con muchos años a sus espaldas, hijos que se van haciendo mayores, trabajos que empiezan a ser repetitivos y nosotros mismos -y nuestra pareja- envejeciendo en el camino hacia el ineluctable destino que a todos nos aguarda.
Son tiempos de cambio. De ajuste personal. Toca revisar el camino ya recorrido y preparar de la mejor forma posible el trayecto que pueda quedar. Siempre y cuando acompañe la salud... Premisa básica para el bienestar personal y cualquier proyecto que queramos emprender.
Y hay que ir perfilando los planes de futuro. Destilar aficiones para dedicarnos a ellas con intensidad cuando nos den vía libre. Repasar relaciones personales. Contactar periódicamente con nuestros amigos, especialmente con los más cercanos a nuestra esfera personal. Cuidar la alimentación y el estilo de vida. Hacer ejercicio físico, participar en la vida social...
Y leer y formarnos. Aprender de los que más saben sobre esta etapa. De los más cualificados. Son orientaciones e indicaciones muy válidas para una mejor adaptación a los nuevos tiempos...
La experiencia acumulada en los años que hemos vivido nos va ayudar sobremanera y, afortunadamente, contamos con herramientas para extraer el máximo disfrute de los tiempos de jubilación. Aunque la situación económica no acompañe, somos adaptables, sabremos vivir con menos.
Y en el tramos final que nos pueda quedar en el trabajo, debemos dar lo mejor de nosotros mismos. Nada de contar los días que faltan. Al revés. Hemos de demostrar un desempeño excelente y actuar como si quedara todavía mucho tiempo. Renovar nuestra ilusión día a día. Es el único camino, la única vía posible hacia la realización personal.
El cambio en sí mismo no es bueno ni malo. Es una consecuencia lógica del paso del tiempo. Algo en lo que todos estamos embarcados. También nuestra madre tierra y el universo en su totalidad están en constante cambio. Nada es inmutable. Tengamos siempre presente esta realidad y aceptémosla tal como viene.
Translate
sábado, 27 de julio de 2013
sábado, 13 de julio de 2013
En UK los secadores de manos funcionan
Sí, ya se que es fácil caer en el tópico: ensalzar lo de fuera y denigrar lo nuestro. Pero, cuando uno sale, es inevitable establecer comparaciones y sacar conclusiones sobre muchos aspectos de nuestra particular idiosincrasia española.
Me ha sorprendido muy gratamente comprobar que, en este país, los secadores de manos de los baños funcionan perfectamente. Y también me ha llamado la atención la variedad de modelos que uno se puede encontrar: con guía para las manos, con luz ultravioleta, compactos, de las formas más exóticas, etc. En cualquier caso todos los que yo he probado están provistos de la suficiente potencia para realizar su función con eficacia. Parece ser una característica de los británicos: lo que hacen lo hacen convencidos y, además es muy fiable y funciona bien.
Creo que en nuestro país hacemos demasiadas cosas a medias tintas. Ponemos señales de circulación que se cumplen a veces. Límites de velocidad superados casi siempre por exceso y no pasa nada. Inspecciones que no se realizan, calendarios escolares imposibles de cumplir (y que no se cumplen), abusos de políticos que no tienen luego ninguna consecuencia y, naturalmente, secadores de baños que, o no secan o, directamente no funcionan.
Esta mediocridad no puede ser buena. No lo es. Pero todavía es peor que nos hayamos acostumbrado a ella. Que no haya voces discrepantes que planteen que las cosas podrían ser de otra manera. Que parezca que todo debe continuar como hasta ahora.
Hace falta más liderazgo social. Gente reconocida que arrastre. Programas de cambio dirigidos por personas solventes y capaces de mantener el pulso hasta que se alcancen los objetivos fijados. Hace falta también -urgentemente- que nos vayamos acostumbrando a dar y recibir feedback. Preguntar a los demás qué les parece nuestro desempeño y opinar nosotros, a su vez, sobre los productos y servicios que utilizamos y sobre el trato que nos dispensan.
En Reino Unido se hace mucho. Te dan feedback incluso cuando haces una entrevista. Te dicen cómo te han visto y qué les ha parecido tu desempeño. Y también te piden tu opinión. En casi todos los sitios en los que hemos estado lo hacen. Siempre con la idea de mejorar. Eso es bueno porque uno puede disponer de elementos de cambio y mejora. Nosotros, en nuestra mejor tradición española interpretamos cualquier opinión contraria como un agravio. Les cogemos manía a los que se han atrevido a opinar y manifiestan algo que nos nos gusta y vamos a por ellos. Así no avanzaremos. Seguiremos estancados. No mejoraremos.
He visto también carteles por el barrio en el que el vocal del distrito invita a los habitantes del mismo a darse una vuelta con él e ir anotando las cosas que no funcionan bien. Y lo hacen a la inglesa: mensualmente y facilitando luego estadísticas con porcentajes de lo que los ciudadanos han planteado: que si hacen falta más o menos papeleras, la limpieza, los ruidos, el cuidado de los jardines, el equipamiento de colegios y centros de salud, las cacas de los perros... Impensable en nuestro país.
Yo, hasta ahora nunca he visto a ningún representante de mi barrio darse una vuelta con los vecinos. Menos aún facilitar realimentación de lo que se ha hecho en el recorrido...
Ya falta poco para que terminen estos días de estancia en Londres pero siento que esta visita ha removido muchos resortes dormidos en mi mente. Y naturalmente, como no podía ser de otra manera, también el deseo reforzado de entender y hablar inglés.
Un saludo peripleros. A disfrutar del verano. A pasarlo bien.
Me ha sorprendido muy gratamente comprobar que, en este país, los secadores de manos de los baños funcionan perfectamente. Y también me ha llamado la atención la variedad de modelos que uno se puede encontrar: con guía para las manos, con luz ultravioleta, compactos, de las formas más exóticas, etc. En cualquier caso todos los que yo he probado están provistos de la suficiente potencia para realizar su función con eficacia. Parece ser una característica de los británicos: lo que hacen lo hacen convencidos y, además es muy fiable y funciona bien.
Creo que en nuestro país hacemos demasiadas cosas a medias tintas. Ponemos señales de circulación que se cumplen a veces. Límites de velocidad superados casi siempre por exceso y no pasa nada. Inspecciones que no se realizan, calendarios escolares imposibles de cumplir (y que no se cumplen), abusos de políticos que no tienen luego ninguna consecuencia y, naturalmente, secadores de baños que, o no secan o, directamente no funcionan.
Esta mediocridad no puede ser buena. No lo es. Pero todavía es peor que nos hayamos acostumbrado a ella. Que no haya voces discrepantes que planteen que las cosas podrían ser de otra manera. Que parezca que todo debe continuar como hasta ahora.
Hace falta más liderazgo social. Gente reconocida que arrastre. Programas de cambio dirigidos por personas solventes y capaces de mantener el pulso hasta que se alcancen los objetivos fijados. Hace falta también -urgentemente- que nos vayamos acostumbrando a dar y recibir feedback. Preguntar a los demás qué les parece nuestro desempeño y opinar nosotros, a su vez, sobre los productos y servicios que utilizamos y sobre el trato que nos dispensan.
En Reino Unido se hace mucho. Te dan feedback incluso cuando haces una entrevista. Te dicen cómo te han visto y qué les ha parecido tu desempeño. Y también te piden tu opinión. En casi todos los sitios en los que hemos estado lo hacen. Siempre con la idea de mejorar. Eso es bueno porque uno puede disponer de elementos de cambio y mejora. Nosotros, en nuestra mejor tradición española interpretamos cualquier opinión contraria como un agravio. Les cogemos manía a los que se han atrevido a opinar y manifiestan algo que nos nos gusta y vamos a por ellos. Así no avanzaremos. Seguiremos estancados. No mejoraremos.
He visto también carteles por el barrio en el que el vocal del distrito invita a los habitantes del mismo a darse una vuelta con él e ir anotando las cosas que no funcionan bien. Y lo hacen a la inglesa: mensualmente y facilitando luego estadísticas con porcentajes de lo que los ciudadanos han planteado: que si hacen falta más o menos papeleras, la limpieza, los ruidos, el cuidado de los jardines, el equipamiento de colegios y centros de salud, las cacas de los perros... Impensable en nuestro país.
Yo, hasta ahora nunca he visto a ningún representante de mi barrio darse una vuelta con los vecinos. Menos aún facilitar realimentación de lo que se ha hecho en el recorrido...
Ya falta poco para que terminen estos días de estancia en Londres pero siento que esta visita ha removido muchos resortes dormidos en mi mente. Y naturalmente, como no podía ser de otra manera, también el deseo reforzado de entender y hablar inglés.
Un saludo peripleros. A disfrutar del verano. A pasarlo bien.
miércoles, 10 de julio de 2013
La casta de los conectados
Otra sorpresa que me está deparando la visita al Reino Unido es la constatatación de la presencia masiva de jóvenes conectados a sus smartphones allá por donde vas. Sobretodo en el metro y autobuses. Quien más, quien menos, imbuido en sus específicas navegaciones por la red. Cada cual con su particular "device" electrónico absorto en quién sabe qué cavilaciones.
La rapidez en el manejo de sus aparatos es alucinante. Creo que han desarrollado una especial conexión entre el cerebro y sus dedos pulgares que, con el paso del tiempo, quedará fijada como otro importante avance evolutivo. Estamos transitando con rapidez hacia otro mundo. El mundo intercomunicado permanentemente. Los lectores de papel son minoría en los trasportes públicos, excepto los que leen con desgana periódicos de reparto gratuito.
Se ha implantado de forma contundente una tupida red de envío y recepción de información. Queremos la información al instante. Esa es la buena, la que vale ahora. Pero necesitamos el equipamiento para disponer de ella y, naturalmente la conexión.
Los que saben manejarse con habilidad en las procelosas aguas informáticas nos llevan mucho terreno adelantado. Detentan el privilegio del saber buscar, de la habilidad de encontrar la oferta más ventajosa, el precio más asequible, el amigo más apropiado, la pareja ideal...
La casta de los conectados constituyen ya pléyade y asegura a las empresas operadoras de telefonía pingües beneficios. La conexión permanente a Internet es, ahora mismo, una necesidad tan básica como disponer de agua y luz. La brecha que separa a los que abonan mensualmente su conexión de los que no pueden disponer de este servicio se amplía cada vez más. Los que operan con los mejores smartphones van por delante. Siempre se ha dicho que la información es el poder. Nunca como ahora la información ha estado tan al alcance de todos.... que puedan pagar mensualmente su compañia telefónica.
Aún con todo, con el tiempo será conveniente pulir algunos inconvenentes de esta tendencia a la hiperconexión. Los excesos nunca son buenos y muchos jóvenes corren el peligro de confundir la habilidad de encontrar información con la capacidad de adquirirla y utilizarla. Pueden creer que el mundo virtual es más real que el real. Olvidar la importancia de los registros no verbales en la comunicación. El placer de una charla tranquila y sosegada. El paseo relajado disfrutando de la naturaleza...
La rapidez en el manejo de sus aparatos es alucinante. Creo que han desarrollado una especial conexión entre el cerebro y sus dedos pulgares que, con el paso del tiempo, quedará fijada como otro importante avance evolutivo. Estamos transitando con rapidez hacia otro mundo. El mundo intercomunicado permanentemente. Los lectores de papel son minoría en los trasportes públicos, excepto los que leen con desgana periódicos de reparto gratuito.
Se ha implantado de forma contundente una tupida red de envío y recepción de información. Queremos la información al instante. Esa es la buena, la que vale ahora. Pero necesitamos el equipamiento para disponer de ella y, naturalmente la conexión.
Los que saben manejarse con habilidad en las procelosas aguas informáticas nos llevan mucho terreno adelantado. Detentan el privilegio del saber buscar, de la habilidad de encontrar la oferta más ventajosa, el precio más asequible, el amigo más apropiado, la pareja ideal...
La casta de los conectados constituyen ya pléyade y asegura a las empresas operadoras de telefonía pingües beneficios. La conexión permanente a Internet es, ahora mismo, una necesidad tan básica como disponer de agua y luz. La brecha que separa a los que abonan mensualmente su conexión de los que no pueden disponer de este servicio se amplía cada vez más. Los que operan con los mejores smartphones van por delante. Siempre se ha dicho que la información es el poder. Nunca como ahora la información ha estado tan al alcance de todos.... que puedan pagar mensualmente su compañia telefónica.
Aún con todo, con el tiempo será conveniente pulir algunos inconvenentes de esta tendencia a la hiperconexión. Los excesos nunca son buenos y muchos jóvenes corren el peligro de confundir la habilidad de encontrar información con la capacidad de adquirirla y utilizarla. Pueden creer que el mundo virtual es más real que el real. Olvidar la importancia de los registros no verbales en la comunicación. El placer de una charla tranquila y sosegada. El paseo relajado disfrutando de la naturaleza...
domingo, 7 de julio de 2013
Sixteen days in London
Pues nada, aquí estamos en la capital del Reino Unido. Esta vez hemos venido con el formato de "ser unos vecinos más". Nos buscamos un apartamento en Stepney Green y desde nuestra guarida vamos haciendo pequeñas "razzias" para conocer en profundidad los barrios emblemáticos de la ciudad. Estamos ubicados en el distrito de Tower Hamlets (Tower Hamlets borough) y, por el momento, lo más reseñable es el caleidoscopio multicolor de las distintas etnias que van y vienen por las calles. En su mayoría de países musulmanes.
Todavía no he conseguido dejar de asombrarme al verlos pasar por la calle. Ellos con sus trajes tradicionales, barba y bonete al uso y ellas, en su gran mayoría cubiertas hasta las cejas. Bangladesíes, indios, paquistaníes y de cien países más.
Sorprende esta presencia tan masiva de gente de tantas nacionalidades en la calle y la convivencia pacífica y el respeto entre unos y otros. También la aceptación por parte de los británicos "de siempre" de los usos y costumbres de los foráneos que vinieron a instalarse en su país. No es en absoluto extraño encontrarte, de vez en cuando con alguna mezquita repleta de gente. Y más ahora, que empieza el Ramadán.
La presencia de lo español es mínima. En este crisol de razas, culturas y civilizaciones que es UK el mundo angloparlante constituye mayoría abrumadora. Los ingleses dominaron el mundo desde el siglo XVIII y su poderío sigue vigente, a otra escala, en la actualidad.
Hemos realizado las visitas típicas a Greenwich, Covent Garden, Notting Hill, Picadilly Circus, Tower Bridge, Westminster, etc. Además de la impactante presencia de la historia en las piedras de cada edificio, de cada monumento, yo destacaría el orden, limpieza y exquisito cuidado y mantenimiento de parques y jardines.
La práctica del inglés lleva su tiempo. De momento me desempeño mejor preguntando cosas que entendiendo las respuestas. Pero todo se andará. Hace falta un período de adaptación para ir cogiendo la marcha del idioma.
Ayer nos llamó la atención la bulliciosa presencia de un grupo de adeptos de Hare Krisna que iban dando saltos y botes al tiempo que entonaban cánticos y hacían sonar sus tambores. En esta ciudad, a cada paso que das un nuevo espectáculo te sorprende.
Todavía no he conseguido dejar de asombrarme al verlos pasar por la calle. Ellos con sus trajes tradicionales, barba y bonete al uso y ellas, en su gran mayoría cubiertas hasta las cejas. Bangladesíes, indios, paquistaníes y de cien países más.
Sorprende esta presencia tan masiva de gente de tantas nacionalidades en la calle y la convivencia pacífica y el respeto entre unos y otros. También la aceptación por parte de los británicos "de siempre" de los usos y costumbres de los foráneos que vinieron a instalarse en su país. No es en absoluto extraño encontrarte, de vez en cuando con alguna mezquita repleta de gente. Y más ahora, que empieza el Ramadán.
La presencia de lo español es mínima. En este crisol de razas, culturas y civilizaciones que es UK el mundo angloparlante constituye mayoría abrumadora. Los ingleses dominaron el mundo desde el siglo XVIII y su poderío sigue vigente, a otra escala, en la actualidad.
Hemos realizado las visitas típicas a Greenwich, Covent Garden, Notting Hill, Picadilly Circus, Tower Bridge, Westminster, etc. Además de la impactante presencia de la historia en las piedras de cada edificio, de cada monumento, yo destacaría el orden, limpieza y exquisito cuidado y mantenimiento de parques y jardines.
La práctica del inglés lleva su tiempo. De momento me desempeño mejor preguntando cosas que entendiendo las respuestas. Pero todo se andará. Hace falta un período de adaptación para ir cogiendo la marcha del idioma.
Ayer nos llamó la atención la bulliciosa presencia de un grupo de adeptos de Hare Krisna que iban dando saltos y botes al tiempo que entonaban cánticos y hacían sonar sus tambores. En esta ciudad, a cada paso que das un nuevo espectáculo te sorprende.
lunes, 1 de julio de 2013
Yo y la asertividad
Decir lo que uno piensa sin temor a lo que digan o piensen los demás. Manifestar sin acritud mi opinión. Exponer las razones que fundamentan una toma de postura frente a determinado acontecimiento. Esto es lo que digo y esto es lo que pienso... sin herir a los demás. Esa es la clave de la asertividad. Y ese es el desafío para alguien que, por las circunstancias de su educación y por su trayectoria vital ha debido contemporizar más de lo que hubiera deseado.
Somos la consecuencia de nuestra historia personal. El entorno que nos ha rodeado nos ha ido conformando cual vasija que moldea el alfarero. Y los que vivimos los años cercanos a la posguerra nos vimos rodeados de una espesa atmósfera en la que la discrepancia se imponía de forma brusca y desmedida. Había que manifestar acuerdo con determinadas ideas y comentarios con el fin de evitar el choque. Nuestros padres nos introdujeron en esta dinámica sabedores que, durante la guerra civil, aquel que manifestaba sus opiniones tal cual, corría el riesgo de pagarlo con su vida. Era una especie de salvaguarda. Una consecuencia lógica del estrés postraumático que debieron arrastrar durante toda su vida. Era una estrategia adaptativa en aquellos tiempos. Una forma de preservar a la prole.... pero con efectos secundarios indeseados. Como las medicinas. Que curan una cosa pero pueden estropear otra.
Y ahora nos toca el reto de desaprender formas de actuar y de vivir. De ir poco a poco asentando vías de coherencia personal. De discrepar sin enfadarnos y sin dejar rastro de resentimientos. De disfrutar observando las reacciones ajenas ante las opiniones propias...
Queda mucho trabajo por hacer. Hay mucho tajo. Leyendo se puede avanzar pero hace falta algo más. Hay que aprender a ser asertivo. Asistir a cursos, participar en talleres, buscar los mentores más avezados, localizar a los mejores para que nos enseñen con eficacia sus destrezas...
Todo se andará. Modificar conductas firmemente asentadas lleva su tiempo. Pero merece la pena. Siempre mere la pena todo esfuerzo desarrollado en intentar conseguir ser mejor persona.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)