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viernes, 15 de julio de 2022

ACO29 La conciencia de los demás



El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.
William George Ward


Una y otra vez se insiste que la conciencia consiste, sobretodo, en un proceso mental que tiene lugar a nivel individual.

Si definimos la conciencia -de forma genérica- como el conocimiento que un ser tiene de si mismo y de su entorno, estaremos de acuerdo que los procesos que generan ese conocimiento se desarrollan en el interior del cerebro de cada uno de nosotros.

Así. podríamos considerar que cada persona, cada individuo va constantemente acompañado de un "campo de conciencia" que le sigue permanentemente allá donde va. Algo así como una nube de pensamientos, reflexiones y emociones que envuelve la cabeza del sujeto.

Atendamos a la experiencia de que no sólo somos conscientes de estar vivos sino que además somos conscientes de ser un yo. Somos conscientes de nuestra identidad a lo largo del tiempo vivido y a través de rupturas en la autoconciencia, debidas a los periodos de sueño o de inconsciencia. Somos también conscientes de nuestra responsabilidad moral por nuestras acciones.

Somos conscientes de gran parte de nuestro campo de conciencia pero, por razones obvias, desconocemos lo que ocurre con la conciencia de los demás. Sólo las acciones y respuestas de un individuo nos permiten imaginar que, efectivamente, otro ser puede experimentar alguna forma de consciencia. 

 La consciencia ajena puede inferirse a partir de lo que otro dice o hace, pero (al menos por ahora) no  puede probarse. Es perfectamente posible que alguien diga o haga algo pero que, en su interior, piense que sería mejor decir o hacer lo contrario. Esto es válido para los humanos, pero también podría extrapolarse a los animales ¡e incluso a las plantas!

Desde el comportamiento de autorreconocimiento frente a un espejo de algunos chimpancés hasta ciertos tipos de organización del comportamiento comunal de las hormigas, pasando por algunas sorprendentes respuestas de ciertos árboles a su entorno, existen numerosos indicios que sugieren la existencia de alguna forma de consciencia no sólo en otros humanos, a parte de uno mismo, sino también en otros seres vivos aquí en la tierra.

Un día si y otros también no deja de sorprenderme la extraordinaria variedad y estilos de conciencia de distintas personas que conozco. Tanto por lo que comentan como por los estilos de vida que cada cual  adopta.

Esta reflexión fue, en parte, la que me llevó a escribir el blog "Turismo de personas". En su inicio fue como un aperitivo que luego me dispuso a centrarme en los procesos de la conciencia, la enormidad del universo, la brevedad de la vida y el sentido (si lo hay) de todo.

Continuaremos, amigos, con estas reflexiones a sabiendas de que poco nuevo vamos a descubrir.

Pero estoy seguro que al final de este año de profundización y análisis algo, al menos, habremos mejorado nuestro conocimiento del mundo y de nosotros mismos.


2 comentarios:

  1. Interesante artículo José Luis.
    No es demostrable de si se actúe mal que esa persona no tenga cargos de conciencia.
    Según la forma de vida de cada persona se puede valorar la calidad de su conciencia
    Si las enseñanzas son buenas y constructivas se puede regular esa conciencia.
    Y los que son malvados en grado sumo ?
    Les falta ese hervor.
    Es todo complejo, pero razonable.
    Saludos, Don Luis

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  2. El tema del cargo de conciencia me parece muy interesante. Habrá que indagar un poco más.
    Gracias por tu aportación.
    ¡Saludos!

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