Lo que haces por ti mismo desaparecerá cuando no estés,
pero lo que haces por los demás permanecerá como tu legado.
Kalu Ndukwe Kalu.
Una rasera con su nombre grabado y dos sacos de arpillera con las iniciales P P estampadas son los dos únicos recuerdos tangibles que guardo de mi abuelo Pedro, además, claro está, de la clásica foto de su boda y alguna otra desperdigada por ahí.
Sin embargo los recuerdos personales sobre él que conservo en la memoria son ricos y variados. Seguro que con todos ellos podría construir un relato vívido de lo que fue su paso por este mundo.
Con mi otro abuelo y con las abuelas ocurre lo mismo. De mi abuelo José han quedado unos cepillos y una sierra de carpintero. Unas pesas y un recipiente de un decilitro es lo que se conserva de mi abuela Valentina. De Margarita sólo me queda una foto en la que aparece con mi abuelo en la comunión de mi primo Manolo.
La reflexión viene a cuento porque en muchas ocasiones, cuando visitamos algún museo o cuando contemplamos los restos dejados por alguna civilización nuestra visión de aquella época se conforma en base a los vestigios que han perdurado hasta hoy. En algunos casos son los cimientos de las construcciones, en otras algún objeto decorativo y, ocasionalmente, hasta el ajuar de un enterramiento.
Sin embargo configurar lo que fue la vida de mis abuelos sólo en base a los escasos vestigios que se han conservado viene a ser algo así como si se tuviera que reconstruir lo que ha sido la actividad parlamentaria en las cortes a través de un único micrófono viejo y roído recuperado de algún evento catastrófico.
El paso del tiempo todo lo va borrando. Los objetos tangibles sólo nos muestran una parte minúscula de lo que fue la vida antaño. La única forma de mantener la memoria de los tiempos pretéritos es la redacción esmerada de los recuerdos que todavía perviven en nuestra mente.
Por eso es de alabar la iniciativa de personas que, como Javier Cay o Serafín Benedí han optado por tomar el rol de "guardianes de los recuerdos". Sólo la plasmación escrita de los hechos acaecidos hace tiempo -y vividos por los cronistas- pueden salvar del olvido épocas que ya quedaron atrás. Sólo quienes -como ellos- guardan vívidas imágenes del pasado son capaces de reconstruir de forma integral fragmentos de la intrahistoria de nuestros antepasados.
Desde aquí quiero manifestar mi agradecimiento por su labor de recuperación. Un viaje sosegado al pasado. Una feliz iniciativa.
Precioso artículo, José Luis,delicado y emotivo porque yo conocí a tus abuelos y eso emociona.
ResponderEliminarLa explicación llena de verdad, porque quizá, al final,solo quedan los recuerdos.
Me has hecho un regalo muy bonito comentando esa afición que tengo de renombrar los recuerdos.
Me siento muy halagado.
Muchas gracias, José Luis.
Un abrazo de Javier.