¿Es el lugar al que viajas lo más importante del viaje? A veces, pero no siempre. Tan importante como el destino es la climatología, la compañía, cómo te sientes internamente, las sorpresas con las que te encuentras, el ambiente que se respira en el lugar de destino...
Las notas diferenciales del viaje de hoy han sido el viento y la soledad que hemos encontrado en los pueblos por los que hemos pasado hasta llegar a Estercuel y también a la vuelta. En el monasterio de Santa María del Olivar también nos hemos topado con estos dos viejos amigos. Nada ni nadie se salvaban hoy del inclemente azote del cierzo y, quizás por ese motivo, las calles, las plazas y demás enclaves se encontraban desiertos.
Este ambiente tristón y un poco fúnebre que se respira en muchos pueblos de Teruel liga a la perfección con el delicado momento que atraviesa nuestro país. Da la impresión de que muchos de ellos viven atrapados en su secular devenir, en efímeras y puntuales tradiciones en las que el pueblo brilla por unos momentos. Viven de lo que fueron en el pasado...
No se aprecia innovación, cambio, empuje. Se vive con inercia, con más de lo mismo...
Y si al viento le añadimos un cielo encapotado, el frío y la amenaza de lluvia, tenemos preparado el escenario perfecto para otra representación más de la obra "Vámonos de vuelta a Zaragoza".
Así ha ocurrido sobre las 12:30 a la vista de que no podíamos comer en el monasterio (hay que reservar con tiempo) y de que no se veía ni un alma. Aún así, hemos parado en Montalbán y, después de dar una vuelta por el pueblo, almorzado con buen apetito en el bar-restaurante El Postigo donde, por un precio muy razonable, (12 €) hemos comido de maravilla.
Han sido necesarias dos cabezadas de 10 minutos cada una para llegar con bien a la ciudad. La digestión de la paella y del redondo de pavo ha sido lenta y trabajosa. Cuando, por fin, hemos llegado a nuestro domicilio, sobre las 16:30, Rosa Mary y yo hemos sentido el amable y cálido abrazo de nuestro hogar. Y ambos hemos repetido el mantra salvador: ¡Como en casa, en ningún sitio!
Todas las fotos de la vuelta por Estercuel en este enlace.
Siempre se ha dicho que la vida en los pueblos en según que épocas del año son monótonas, sobre todo cuando hace tiempo desagradable. No gidamos ya en el invierno que es cuando el día acorta y no se ve un alma por la calle,...de verdad se hace duro,...es cuando mucha gente decide abandonar los pueblos y es que la soledad a veces llega a consumir las mentes mejor preparadas y los que no, deciden quedarse en el monótono devenir diario, que tu bien describes. Al final queda el descubrimiento de nuevos enclaves siempre respetables, en tus periplos domingueros. Un abrazo de Javier.
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