Subir al pueblo e ir a visitar las colmenas produce en mí el mismo efecto que la puesta a punto del coche o poner el reloj en hora. Bajo después a Zaragoza con la sensación de que, de nuevo, el orden cósmico ha quedado restaurado.
Esa sensación me dura unos cuantos días. Hasta que el devenir de la semana y los problemas inherentes a mi trabajo de continua interacción social, van de nuevo desajustando ese sutil mecanismo que es el equilibrio psicológico.
Y es que las abejas constituyen, desde tiempo inmemorial, una riquísima fuente de aprendizaje, además de una reserva inagotable de experiencias.
En mi caso, el seguir con una tradición que se ha ido transmitiendo en mi familia paterna de generación en generación, supone además una especie de entrelazamiento cuántico con mis antepasados y, de paso, la gratitud, el agradecimiento por haberme legado un entretenimiento tan completo.
Ya lo dice la loa que, a veces me recuerda mi padre, referida a su abuela Simeona:
¡Oh miel de la Simeyona!
Cuánto me darás que hablar
Que en el cuenco de la miel
Cayó la linda´y Pascual
Ya lo dice la loa que, a veces me recuerda mi padre, referida a su abuela Simeona:
¡Oh miel de la Simeyona!
Cuánto me darás que hablar
Que en el cuenco de la miel
Cayó la linda´y Pascual
El viaje a Uncastillo constituye, en sí mismo, un divertido pasatiempo. Tomando la autovía de Huesca hasta Zuera y, posteriormente, pasando por Las Pedrosas, Sierra de Luna, Erla, Ejea y Sádaba. Ese tiempo obligado de conducción lo dedico a escuchar la radio, curiosear el paisaje o sumergirme en mis pensamientos.
Una vez en el pueblo, la compañía de mi padre también es de agradecer. Juntos vamos -como siempre- a dar vuelta al abejar y corregir la obligada entropía generada por el ganado apícola desde nuestra última visita.
En este caso, de las 6 colmenas que quedaron vivas a finales de octubre, el crudo invierno nos ha arrebatado dos, con lo cual el punto de partida de este año son 4 colmenas. A pesar de la pertinaz sequía, las laboriosas obreras ya se han puesto en marcha para proveer urgentemente de alimento a la colonia. Ayer, multitud de ellas acudían presurosas a la piquera acarreando en sus patas traseras bolitas de polen de un intenso color amarillo.
Todas las colmenas fueron revisadas, pero sólo abrimos las dos despobladas. La "gente" había desaparecido. Sólo quedaban los restos de los panales vacíos de miel. Una vez extraídos, acondicionamos las cajas y colocamos en el interior de cada una de ellas sendos botes con miel vieja para animar a otros posibles enjambres a que se establezcan allí. También aprovechamos para dejarles agua en unos recipientes, cuidando, eso sí, de introducir unos palos y algo de hojarasca para que las abejas no se ahoguen.
La adecuada conducción del colmenar requiere comenzar las visitas de inspección antes del inicio de la primavera. Y, de alguna manera, las posteriores visitas van conectándote, poco a poco con el ciclo del año natural. Las abejas constituyen un sensor de primera para medir las consecuencias de la abundancia o escasez de lluvias.
Una primavera cuajada de flores asegura, a su vez, un intenso aporte de polen y néctar a la colonia. El apicultor cuidadoso también deberá desarrollar su sentido de previsión colocando alzas suplementarias cuando la cosecha sea abundante. Así mismo deberá vigilar el estado sanitario de sus colmenas realizando los tratamientos preventivos contra los ácaros, especialmente la varroa.
El temor a posibles picaduras se conjura con una buena preparación y el equipamiento adecuado. Aún así, considero justo -y aún necesario- recibir varios aguijonazos por campaña. Si no hay una sensibilización específica o alergia a las picaduras, el veneno de la abeja produce una inflamación local que, según los versados en apiterapia, contribuye a mejorar sustancialmente la evolución de posibles dolencias reumáticas.
Ahora que vamos hacia el buen tiempo, la afición a la apicultura constituye un excelente recurso para mantener la ilusión y sintonizar con el devenir de las estaciones del año. Si sientes curiosidad por las abejas y quieres disfrutar de un pasatiempo apasionante y poco gravoso, este es el momento de adquirir una colmena y ponerla a poblar. Te aseguro que recogerás (en diversión, entretenimiento y, naturalmente, en miel) mucho más de lo que inviertas.
Me acuerdo de aquella latica de melocotón vacía que esperaba pacientemente al visitante sediento en la fuente de la Manzana,...como eso de,..¡¡¡ sírvase utd. !!!, entrañable peregrino. Siempre ha tenido algo especial la Manzana para nosotros. Para tí vinculación familiar y rincón preferido de tu padre. Precioso reportaje y buena explicación apícola. El pequeño jardín con flores tiene a sus vigilantes,...emotivo. Un abrazo de Javier.
ResponderEliminarHola José Luis, me encanta como redactas y escribes tus artículos, tienes un estilo que "engancha" al lector, es agrabable, ameno y gracioso, todo un artista literario, si señor!. Espero y deseo que nos deleites con tu literatura durante mucho tiempo. De bien nacidos es ser agradecido, y yo en la parte que me toca, te agradezco de todo corazón el tiempo que nos regalas al deleitarnos y hacernos partícipes de tus vivencias. MUCHAS GRACIAS AMIGO.
ResponderEliminarMuchas gracias a los dos por vuestras palabras y también mi agradecimiento por contar con vuestra amistad. Os aseguro que cada día aprendo más de los dos. Un abrazo. JL
EliminarMe alegro de que aunque sea sólo por unos días te "contamine" tu paso por "el pueblo".¡Ojala puedas conservar las colmenas muchos años más!
ResponderEliminar