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jueves, 19 de septiembre de 2024

Un mundo invisible

 Esta mañana he estado con Jorge; gran aficionado al mundo de los murciélagos, con el que ayer estuvimos colocando dos receptores de ultrasonidos en mi parcela de terreno de Villamayor.

Cuando él me aseguraba que los aparatos seguramente grabarían los sonidos de los bichos, yo, la verdad, no las tenía conmigo. En mis idas  y venidas a Villamayor nunca he tenido la ocasión de vislumbrar ninguno de estos quirópteros.

De manera que cuando hoy Jorge ha retirado las tarjetas SD de los aparatos mis expectativas sobre el éxito de la operación eran más bien escasas.

Pero hete aquí que ya desde el atardecer, sobre las 20:30 hasta el amanecer el detector ha comenzado a mostrar las gráficas de distintas frecuencias de emisión producidas por los ultrasonidos que emiten estos bichitos.

¡Nada menos que 7 especies diferentes de murciélagos han pasado cerca del detector! y todos ellos han quedado registrados en función del particular sonido que emiten.

De manera que, de un plumazo, ha quedado claro que todos esos seres no sólo existen sino que todas las noches -aunque no los haya visto- rondan por mi parcela.

El mundo perceptivo en el que nos movemos es muy estrecho. Con el factor añadido de que nuestros órganos sensoriales están también limitados por nuestra capacidad de atención y discriminación.

Ver murciélagos como ver rebollones o abejas transportando polen requiere cierto entrenamiento. Si además estos seres son capaces de emitir o captar sonidos en rangos que escapan de las capacidades humanas todo un complejo mundo de interacciones escapa de nuestra esfera perceptiva.

Lo que aquí comento referido a los sonidos también es extensible a la visión, al olfato, al gusto y al tacto, además de otros órganos perceptivos (como los detectores de magnetismo) del que sólo disponen un número limitado de animales.

Existen un montón de mundos invisibles a los que no tenemos acceso por las limitaciones de nuestros órganos sensoriales. Y existen un sinnúmero de ondas y frecuencias que sólo podemos captar a través de aparatos que nos las entregan en un rango visual o audible a escala humana.

Además de todo ello, está el mundo de lo más grande y de lo más pequeño. No lo vemos con nuestros propios ojos pero existe.

Cuando uno toma conciencia de todo ello se va afianzando la conciencia de que, al fin y al cabo toda nuestra existencia discurre en un entorno muy estrecho y limitado quedando el resto de los mundos, para siempre, fuera de nuestro conocimiento.

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