Escucha más a tu intuición que a tu razón. Las palabras forjan la realidad pero no la son.
Alejandro Jodorowsky
Pasé el otro día por la parcela de Villamayor y, como de costumbre, me acerqué al estanque para dar vuelta por las ranas. Cual sería mi sorpresa cuando además de las habituales de la charca, me encuentro con un montón de renacuajos y ¡sorpresa! una miriada de pececillos nadando nerviosamente de un lado para otro.
Habrán venido por la acequia -pensé- aunque tal hipótesis adolecía de constatación sólida y consistente ya que hasta la fecha nunca me había topado con una situación parecida y eso resultaba un poco extraño.
¿No será que los tres peces de colores que puse en su momento habrán criado? -medité de nuevo-
Observando los alevines no me pareció que mostraran color alguno, con lo que la duda quedó por un tiempo en el aire.
En posteriores visitas repetí el ritual de avistamiento de vida en el estanque y el enigma seguía sin resolverse.
Pero fue ayer precisamente cuando me percaté que entre el cardumen de pececillos había varios que mostraban ostensibles franjas de color anaranjado. Misterio resuelto. Efectivamente los peces se han reproducido. Y de una manera ostensible. Qué gracia.
Todo ello ha tenido como consecuencia una gran proliferación de libélulas que, a su vez, últimamente se afanan en realizar la puesta de huevecillos en la superficie del agua. Los requiebros que realizan para desempeñar tal menester son dignos de ser grabados en cámara lenta.
Muchos de esos huevecillos sirven de alimento a los pequeños alevines los cuales también dan buena cuenta de cualquier mosquito despistado que se pose en el estanque.
En fin, que de buenas a primeras, la población de anfibios, peces, libélulas y mosquitos se ha multiplicado de forma llamativa. Todo ha sido dejar la naturaleza a su aire y -con agradecimiento- ella me ha obsequiado con un montón de nuevos seres.
Una lección sencilla pero muy ilustrativa. Hoy me decía un conocido que los abusos que cometemos con el medio ambiente vienen a ser como el lanzamiento de una pelota contra una pared: cuanto más fuerte golpeamos la pelota más fuerte nos la devuelve el muro. Cuanto más maltratamos nuestro entorno más perjuicios se derivan de semejante conducta.
Por contra, basta con que actuemos con un poco de sensibilidad y cordura, tratando de no vulnerar los ciclos de la naturaleza y de inmediato obtendremos una respuesta amable, sosegada y sorprendente de la misma.
El estanque bulle de vida y yo me siento muy reconfortado al comprobar que en algo he contribuido a su emergencia.
Añoranzas de la vida en el río,mantos de rana y alguna madrilla trae a la memoria con su balsa.
ResponderEliminarQué delicado es ese mundo !
Y tuvimos la suerte de vivirlo.
Dibujas la esencia de los orígenes,la libertad.
Bello reportaje.
Saludos fuertes.