El método con el que trabajan estos eminentes teóricos también me parece alucinante. Van un paso más adelante de lo conocido gracias a su laborioso trabajo con las matemáticas. Con sus cálculos predicen de forma científica la existencia de nuevas partículas que, con posterioridad, acaban casi siempre descubriéndose.
Respecto al universo las ecuaciones derivadas de la teoría de las supercuerdas apuntan a una vasta colección de universos paralelos por lo que las últimas disquisiciones de los físicos teóricos estarían señalando la existencia de un multiverso en sus distintas versiones: mosaico, inflaccionario, brana, cíclico y paisaje) o, mejor aún, una espuma infinita de universos que se estarían creando y destruyendo continuamente. Difícil de creer y aún de imaginar.
Y por lo que respecta a nuestro propio universo, cada vez estamos más cerca de comprender los procesos que tuvieron lugar milésimas de segundo antes de la gran explosión, la brutal descarga de energía que reventó en forma de big bang. Cuando de nuevo se ponga en marcha el Gran Colisionador de Hadrones en Ginebra, es de esperar que algunos de estos fenómenos puedan aclararse más aún.
A pesar de mi interés por el tema, se me escapan más del 50% de los conceptos explicados pero me consuelo pensando que, al menos, soy capaz de seguir las líneas básicas de la argumentación del autor. No es poco para alguien que dedicó en su infancia muchas horas a aprender de memoria el catecismo y la enciclopedia Álvarez. Que no disponía de otra vía de conocimiento que lo que le decían en la escuela o leía en los tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín. Por ese mismo motivo me descubro ante el imponente esfuerzo de los equipos internacionales que trabajan conjuntamente para arrebatar a la naturaleza algunos de sus enigmas mejor preservados.
Para cualquier profano, las conjeturas de los físicos teóricos pueden parecer extravagantes cuando no heréticas. Sin embargo somos muchos los que apreciamos y valoramos el esfuerzo que se ha realizado y se mantiene en la actualidad para desentrañar los misterios que encierra la materia.
Pienso muchas veces lo ciegos que estamos los humanos. Sólo pendientes de los aspectos más materiales y mundanos. Aferrados al poder y al dinero y sin pensar ni un momento en nuestro destino final como humanidad.
Faltan muchos millones de años para que se apague el sol, pero si nuestra civilización no se ha auto destruido con anterioridad, el final del planeta tierra también está asegurado. Por ese motivo considero que, desde ahora, las naciones deberían realizar un esfuerzo conjunto y unificado para extender a otros planetas la semilla de la humanidad. Olvidarnos de luchas, rencillas y enemistades. Dejar aparcadas las creencias religiosas y encarar el reto común de asegurar la pervivencia del homo sapiens y su civilización más allá de nuestro pequeño planeta.