Hay rituales que se instauran sin saber muy bien cómo y por qué. Por lo bien que lo he pasado y lo agradable que ha sido el evento, hoy creo que se ha instaurado el ritual de acudir todos los años al concierto de navidad en la real capilla de Santa Isabel.
La mañana soleada y un poco fresca. El paseo hasta la iglesia de San Cayetano, por lugares distintos a los habituales -intencionalmente- y la hora de llegada (11:45) muy bien medida para encontrar un buen sitio y no tener que esperar mucho.
Los bancos de la iglesia casi llenos. Un monumental alboroto de instrumentos afinándose me ha recibido a la entrada. Los músicos estaban preparando el concierto y cada uno, a título individual, se las veía con su equipo. Es un hecho que me ha llamado la atención. No sé si es habitual ese ensayo individual previo al concierto. El caso es que todavía ha resultado más llamativo que, a la orden del director, el gallinero de trompetas, saxos, clarinetes y tubas, como por ensalmo, ha devenido en ordenada y melodiosa composición digna de admirar.
La orquesta se ha arrancado con "Certamen Musical p.d.", de R. Dorado y su desempeño ha sido sobresaliente. Todos los sonidos y los mil y un matices musicales de esta composición han sido desgranados con gran acierto por los profesionales de la banda. El director, maestro Luis Sapiña ha dirigido con suavidad unas veces y con enérgica decisión otras los distintos momentos de la apertura.
Como me encontraba muy cerca de la orquesta, podía apreciar con nitidez la precisión con que Sapiña ordenaba "allegro molto" o "allegro ma non troppo". En otras, pedía "andante", "adagio" "vivace", "presto" o "prestíssimo"; en fin, toda una gama de directrices para precisar el tempo de los distintos movimientos.
Todo ello me ha hecho pensar en el libro de Joe Dispenza: "Desarrolla tu cerebro" ya que el ejercicio de interpretar un instrumento y no digamos el de dirigir una banda requieren de un duro aprendizaje, constancia y dedicación con el fin de realizar una tarea tan compleja como es, en primer lugar aprender el lenguaje musical y, en segundo trasladar las notas escritas al cerebro para que éste, a su vez dé la orden de ejecutar tal o cual movimento que dará como resultado esta u otra nota musical. Se trata, por tanto, de una ejercitación complejísima que, seguro, potencia miles de conexiones sinápticas y establece agrupaciones y redes neuronales de forma permanente.
El concierto ha continuado con el repertorio previsto en el programa. Al escuchar la sinfonía incompleta de F. Schubert he llegado a emocionarme por la suavidad y delicadeza en su interpretación y por la ejecución, a mi entender cercana a la perfección de los músicos con su director a la cabeza.
Casi sin enterarme ha llegado el descanso. He visto salir presurosos a un saxofonista, un clarinetista y dos músicos más. He supuesto que salían a fumar en la puerta de la iglesia. Por curiosidad, los he seguido y no me he equivocado. Allí se encontraba el cuarteto apurando con ansia los cigarrillos. Este hecho me ha desconcertado pues no llego a entender cómo pueden estos profesionales mantener una adicción tan negativa para sus pulmones siendo éstos el instrumento que más deberían cuidar.
De vuelta a mi asiento me he acomodado para escuchar la segunda parte del concierto: (Kamen, Bernstein y "Recordando la navidad" con arreglos de M. Cano). La banda provincial ha seguido en su tónica de magistral ejecución de las piezas. El director, en un breve interludio verbal nos ha dirigido unas amables palabras agradeciendo al público su presencia y deseándonos felices navidades. Sobre las 13:30 ha finalizado la actuación.
De vuelta a casa iba tarareando algunas de las obras que se han ejecutado. Relajado y de buen humor. Está claro que la música más que amansar, relaja, alegra, enternece, sensibiliza... Posee en fin todos los ingredientes de una actividad estimulante para el espíritu.
La música, sonata que siempre acompaña a los paisajes de las películas, a la melancolía, a las tristezas, a los desenlaces, al miedo,... escenarios miles que pueblan las grandes obras creativas, aderezadas siempre con los susurros toscos de instrumentos de viento y los dulces de cuerda, donde los sentidos disfrutan y te hacen partícipe de este gran invento. Desde Fideo de Mileto, con su arpa, hasta el amigo Adrián con su guitarra,... maestros siempre. Un abrazo de Javier.
ResponderEliminar