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martes, 30 de agosto de 2011

Tras las huellas de San Victorián

Reconozco que la excursión que hicimos el sábado, día 27 por la tarde desde el monasterio de San Victorián hasta la ermita de la Espelunga me impactó vivamente. Además de realizar el recorrido acompañado de mi hija pequeña -lo cual siempre es de agradecer- el hecho de acceder a un lugar tan recóndito y alejado de todo rastro de civilización provocó en mí un inusitado interés por conocer más detalles de la vida del santo.

Muchas eran las preguntas que me hacía a la vista del periplo que realizó en el siglo VI Victorián desde su Italia natal hasta Francia y luego, huyendo de una mujer llamada Maura (¿?) hasta que arribó finalmente a estas tierras del Sobrarbe. Desde luego, con la óptica actual no llegamos a entender los registros con los que funcionaban muchos eremitas de la época que buscaban, sobretodo la paz y la tranquilidad de espíritu a través de la oración y el recogimiento.


El Valle de la Fueba mantiene incólumes las estructuras de los pueblos y muchos edificios muy bien conservados que siguen en pie desde tiempos remotos. Los nombres de muchas poblaciones no tienen desperdicio: Charo, Pocino de Charo, Rañín, Humo de Rañín o Tierrantona.


En el enclave en el que nosotros nos alojamos (Morillo de Monclús) todavía se puede disfrutar de una soleada mañana sin ruido alguno de motores que turbe la calma del lugar. Sólo se escuchan los pajarillos y el kikirikí de los gallos. Es como redescubrir un ambiente y un entorno muy vinculado a mi propia experiencia personal cuando nos quedábamos a vivir durante varios días en el corral de Gabardilla.


La proximidad a Ainsa facilita la visita a esa villa conservada y restaurada estupendamente. Un ejemplo para otros municipios que quieran hacer del turismo una vía alternativa de desarrollo rural.


También recorrimos a pie el GR 19 que va desde Lafortunada hasta Hospital de Tella, bordeando el embalse de Laspuña; un sendero fresco y muy apropiado para la temporada veraniega. Entre ir y volver, se invierten unas dos horas y media.


Ya de regreso a Zaragoza, el lunes día 29 visitamos Troncedo. Un pueblo precioso en el que todavía se mantiene la memoria del rey Sancho el mayor de Navarra gracias a su monumental castillo pentagonal mandado edificar por el monarca para preservar la frontera más oriental de su reino.


Finalmente aprovechamos para ver el monasterio budista de Panillo. Verdadera curiosidad enclavada en una finca ubicada a unos 10 km de Graus. Muchas fueron las reflexiones e ideas que me sugirió esta visita siempre con el telón de fondo de la necesidad inmemorial del ser humano de encontrar la verdadera paz espiritual. Los monjes realizan una amplia variedad de actividades que pueden consultarse en su página web.


En síntesis: un fin de semana divertido y muy bien aprovechado. Con el aliciente de disfrutarlo en familia. Qué duda cabe que al salirnos de los recorridos habituales de nuestro devenir y visitar lugares ignotos todo nuestro ser queda vivificado por la magnética energía de lo nuevo, lo desconocido, lo nunca antes hollado....

1 comentario:

  1. ¡¡¡ Cuantas secuencias bonitas nos estás vendiendo !!!, amigo del Periplo y cuantos rincones nos filmas para disfrute de tus seguidores. En la Fueva se han escrito historias bonitas, de las últimas vidas agarradas al terruño,historia publicada por Severino Pallaruelo en el libro " José, un hombre del Pirineo ", alto standig de narrativa y sentimiento al lugar que te vió crecer, merece la pena. Un abrazo de Javier.

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