Si se tienen unos someros conocimientos de francés, pruébese a pronunciar el título de la presente entrada y, repitiendo la frase dos o tres veces ya se estará en disposición de comprender mejor la musicalidad, el ritmo, el buen hacer y la juventud de la banda que tuve el placer de disfrutar el pasado domingo.
La iniciativa me parece encomiable: acercar al público los amables acordes de diferentes bandas de música que van itinerando por distintos escenarios habilitados al efecto siempre en el añejo marco del casco histórico de la ciudad.
El desplazamiento desde mi domicilio lo realicé por la ribera del Ebro. Acompañado de una prima y su hijita de 6 años. En el recorrido tuve ocasión de desplegar todo mi repertorio de gracias, arrumacos y carantoñas para el mejor entretenimiento de la niña. Aún así, a la altura de la cafetería Macanaz ya no sirvieron de mucho mis desvelos y bufonadas y, alternándonos de la mejor manera posible la tarea con mi prima, hubimos de cargar con la menor para evitar males mayores.
Llegamos un poco sofocados a la Plaza de Santo Domingo con tiempo suficiente como para estudiar estratégicamente la mejor ubicación en la que colocarnos. Después de adquirir un bombón almendrado para la infanta, nos decidimos por un banco a la sombra cercano al improvisado escenario. Desde allí pudimos observar tranquilamente cómo los músicos afinaban sus instrumentos y cómo también (dada la juventud de la banda) dos chiquillas coqueteaban con un mozalbete más alto y guapetón perteneciente también a la agrupación.
En un determinado momento, el colectivo de músicos se puso en pie y posó amablemente para que todos pudiéramos fotografiarlos, después el director tomó el mando y, a invitación suya, poco a poco los músicos fueron ocupando sus puestos en un improvisado escenario situado escaleras arriba, en la entrada al teatro del mercado.
Hubo que dedicar un tiempo prudencial para que los participantes le dieran la nota al director, el cual con un diapasón (perdón por mi desconocimiento del nombre técnico) comprobaba la correspondencia de los acordes.
La plaza se fue llenando de gente del más variado pelaje. Abundaban los conocidos de los miembros de la banda que se afanaban en sacar fotografías desde todos los ángulos. Yo también me contagié de ese ímpetu fotográfico y aproveché para incrementar mi fondo de imágenes domingueras.
Cuando hubo concluido el ajuste de instrumentos, un músico -de más edad- explicó a los asistentes las particularidades de la banda y los pormenores del repertorio que iban a interpretar. Acto seguido dio comienzo el concierto.
Como no había programa no puedo detenerme en detallar el nombre de las piezas con las que nos obsequiaron. Debemos dejar paso al mundo de la intuición para afirmar que el conjunto sonaba muy bien, que las piezas musicales fueron alegres, modernas y variadas y que la labor del director de la orquesta, con su juvenil ímpetu y sus rápidas directrices gestuales, contribuyeron en buena medida a arrancar fuertes ovaciones entre el público.
El concierto ya estaba en su ecuador cuando un niñito pequeño nos hizo reir a todos al dirigirse con decisión a las escaleras provisto de una rama -a modo de batuta- pretendiendo dirigir él solito toda la orquesta. Como premio a su juvenil atrevimiento recibió una sonora carcajada de todos los asistentes y una mirada condescendiente del director del grupo.
La hijita de mi prima ya empezaba a dar muestras de cansancio y llevábamos una hora de concierto. Yo tenía el culo un poco dolorido al no disponer de mullido alguno en mi asiento. Las vísceras gástricas ya empezaban a inquietarse; total, que decidimos marchar antes de que terminara el concierto.
Según nos íbamos alejando se iban perdiendo en lontananza los conjuntados acordes de la juvenil banda de música como indicando su decepción al no conseguir atrapar a todos los participantes hasta el final de la sesión. Mentalmente yo esgrimí la excusa de la niña pequeña. Creo que los hados musicales comprenderían nuestra decisión.
Buena entrada de presentación a lo Charles Aznavour¡¡ Si je parle francais ¡¡oh la, la , la, se magnifique ¡¡¡.Esta canción la cantaba muy bien nuestro amigo José de Bonet, ser especial.La música llena muchos espacios de tiempo, de recordatorios, de discoteca, Fleca, Miranda,Paladium y de ratos con el Sr. Adrián, viejo profesor bondadoso y ¡¡¡ porqué no !!!, Nona, ad Terciam,....y los pipetes. Un abrazo de Javier.
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