No, no es que la obra no me gustara. Al contrario. Fue un sainete inocente y divertido muy bien interpretado por Pepe Viyuela y el resto del elenco (Teté Delgado, Asunción Balaguer y otros). Lo que pasa es que yo, a partir de las 11, habitualmente ya no soy persona y entre la oscuridad de la sala y lo calentito que se estaba, pues de vez en cuando me eché alguna que otra cabezada.
Acudí al Principal acompañado de mi mujer y ambos nos ubicamos en la última fila de la Planta Baja-Butaca de Patio. Hubo cambios en el día de la obra. Inicialmente estaba previsto que acudiéramos el sábado pero al ir a comprar las entradas, la señora me comunicó -muy amablemente- que, por un error, se había previsto bonificación en sábado y, en realidad, sólo era bonificada la sesión del viernes. Así es que -para cumplir con lo previsto- adquirí los billetes para el viernes día 25de febrero.
Lleno total en el teatro. Público de la más variada procedencia y edad. Mayoría de jubilados/as tipo funcionario que disfrutan de su tiempo libre con un programa de ocio cultural asequible para sus bolsillos.
Dificultades para encontrar la fila 20 de butacas. En ese aspecto, el Principal se ha quedado un poco anticuado y no hay ninguna señal luminosa ni rotulación que destaque y que facilite la localización de las butacas asignadas. Como no llevaba gafas, tuve que utilizar la estrategia "de preguntar" para acertar con nuestros asientos.
La obra tenía previsto su comienzo a las 10:00 pero Viyuela y los suyos se hicieron de rogar unos ocho minutos. Todos los asistentes se lo perdonamos benévolamente.
Lo primero que me chocó fue el tono de voz normal que adoptaba el actor en sus diálogos. Lejos de las estridencias y alharacas de la serie televisiva en la que interpreta el papel de tendero (Chema) en la serie de Tele 5 Aída. Debo decir que ese tono se adapta más a la interpretación en directo ya que, probablemente, el registro televisivo exija otro diferente.
También me llamó la atención el vocabulario y las expresiones que se empleaban en la obra. Propios de los años 50 y nada lejanos de mi infancia. Las relaciones de los jefes con sus subordinados (que ahora nos parecerían tan desiguales) y las penurias de la gente de a pie para vivir -siquiera de alquiler- constituyen ejemplos de lo difíciles que fueron esos tiempos.
El argumento era muy sencillo y se prestaba a todo tipo de gags y sketchs: una pareja con economía precaria no puede casarse por no poder comprar o alquilar un piso. Como último recurso urden el plan de que el novio se case con una anciana inquilina de un piso de renta antigua con la finalidad de heredar la posibilidad de alquilarlo cuando la abuela fallezca.
La verdad es que -salvando las distancias- ahora la situación es bastante similar: las jóvenes parejas que quieran disponer de un piso o alquilarlo deben primero casarse con el banco que les facilite el préstamo hipotecario correspondiente. Lo malo de este matrimonio obligado es que la broma te sale por un ojo de la cara, con el peligro añadido de que la hipoteca también la hereden sus hijos...
Lo dicho: obra amable y entretenida. Para hacer unas risas, sin más pretensiones. Desde luego, sólo por cambiar de "decorado", merece la pena acudir al Principal y ver que existen otras alternativas audiovisuales distintas del cine.
La risa ya es una pretensión muy alta hoy en día.
ResponderEliminarUn abrazo
El teatro siempre ha sido ha sido peculiar, podríamos meter en un pote a la bohemia,a un izquierdoso,unos guantes sin dedos, un colmadito de café, un casco antiguo, una mesa de mármol y una libreta de reflexiones, lo movemos un poco y nos saldría un actor...gente muy inteligente y con inquietudes.un abrazo de Javier
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