Hubo un tiempo en el que hablar de robots era trasladarse a un mundo de hoja de lata en el que, mediante ingeniosos mecanismos, los artefactos simulaban contestar a preguntas y realizar algunos burdos movimientos.
Sin embargo, pronto las grandes factorías aprovecharon el potencial de esta máquinas y las introdujeron en sus cadenas de montaje para acelerar y mejorar los procesos de producción.
Más tarde vinieron los robots humanoides cuyo principal representante fue Asimo de Honda (advanced step in innovative movility), capaz ya de caminar y demostrar procesos intelectuales más avanzados. Sus movimientos eran mucho más estilizados y sus capacidades motrices sobresalientes.
No obstante lo logrado por los muchachos de Boston Dynamics supera con mucho a todo lo conseguido hasta ahora. Echadle un vistazo a su página web o a su último logro en este vídeo.
Sí, amigos. La robótica está avanzando a pasos de gigante. La implementación de mecánica, hidraúlica, electrónica e informática ha conseguido metas hasta ahora impensables. Visto lo visto ¿qué no veremos de aquí a 10 años?
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viernes, 24 de noviembre de 2017
viernes, 17 de noviembre de 2017
Don Emilio Silvela: mi alma gemela
Si ahora pudiera retornar a la niñez y volver a andar de nuevo el camino de la existencia, muchas serían las cosas que tendría bien presentes. Una de ellas, sin duda, sería elegir buenos mentores, buenas referencias humanas con las que iluminar el tránsito vital y compartir objetivos.
Analizo mi devenir y compruebo como poco a poco mis intereses se han ido concretando en el ámbito de la ciencia y más específicamente en todo lo concerniente al universo, la naturaleza de la materia, los orígenes y la evolución de la humanidad y la exploración espacial.
La aparición tardía de estas inclinaciones tiene mucho que ver con la evolución de la red global y el rápido acceso al conocimiento tan característico de los tiempos actuales. Gracias a Internet un maravilloso mundo de explicaciones y contenidos se nos ofrece diariamente a todos los que queramos disponer de él. Con un simple clic todo aparece al alcance de nuestros ojos.
Y en este proceso de búsqueda permanente es donde, un buen día, apareció D. Emilio. Periódicamente doy vuelta por su blog y, después de leer sus artículos siempre me quedo con una sensación de inspiración y asombro.
Inspiración porque él profundiza y se detiene en muchos ámbitos intelectuales de los cuales yo sólo poseo una somera noción. Y asombro. Asombro ante la sapiencia y la capacidad de trabajo del autor que todos los días plasma con gran detalle en su cuaderno de bitácora.
Todos los temas que toca son los que a mi me interesan. Aunque con la particularidad -como he comentado- de que él lo hace de forma exhaustiva y científica y con un enfoque pedagógico que facilita que la lectura de sus escritos no sea complicada para el aficionado. Cada artículo es, en sí mismo, una completa lección de cualquiera de los temas que aborda: universo, mente y cerebro, conciencia, Big bang, física cuántica, etc.
D. Emilio se describe en su currículum como físico teórico aficionado y apasionado por la astronomía. Y para mi gusto, la palabra aficionado es la que lo hace todavía -si cabe- más cercano y accesible.
Si algún día vuelvo por Andalucía, no descarto la posibilidad de visitarle. Me encantaría pasar una tarde por Huelva charlando animosamente con él sobre los temas que a ambos nos interesan. Los cafés -por supuesto- D. Emilio, los pagaría yo. Hago lo que haga falta por un alma gemela.
Analizo mi devenir y compruebo como poco a poco mis intereses se han ido concretando en el ámbito de la ciencia y más específicamente en todo lo concerniente al universo, la naturaleza de la materia, los orígenes y la evolución de la humanidad y la exploración espacial.
La aparición tardía de estas inclinaciones tiene mucho que ver con la evolución de la red global y el rápido acceso al conocimiento tan característico de los tiempos actuales. Gracias a Internet un maravilloso mundo de explicaciones y contenidos se nos ofrece diariamente a todos los que queramos disponer de él. Con un simple clic todo aparece al alcance de nuestros ojos.
Y en este proceso de búsqueda permanente es donde, un buen día, apareció D. Emilio. Periódicamente doy vuelta por su blog y, después de leer sus artículos siempre me quedo con una sensación de inspiración y asombro.
Inspiración porque él profundiza y se detiene en muchos ámbitos intelectuales de los cuales yo sólo poseo una somera noción. Y asombro. Asombro ante la sapiencia y la capacidad de trabajo del autor que todos los días plasma con gran detalle en su cuaderno de bitácora.
Todos los temas que toca son los que a mi me interesan. Aunque con la particularidad -como he comentado- de que él lo hace de forma exhaustiva y científica y con un enfoque pedagógico que facilita que la lectura de sus escritos no sea complicada para el aficionado. Cada artículo es, en sí mismo, una completa lección de cualquiera de los temas que aborda: universo, mente y cerebro, conciencia, Big bang, física cuántica, etc.
D. Emilio se describe en su currículum como físico teórico aficionado y apasionado por la astronomía. Y para mi gusto, la palabra aficionado es la que lo hace todavía -si cabe- más cercano y accesible.
Si algún día vuelvo por Andalucía, no descarto la posibilidad de visitarle. Me encantaría pasar una tarde por Huelva charlando animosamente con él sobre los temas que a ambos nos interesan. Los cafés -por supuesto- D. Emilio, los pagaría yo. Hago lo que haga falta por un alma gemela.
viernes, 10 de noviembre de 2017
La poda
Todos años por estas fechas me veo en la obligación de someter a los árboles de mi jardín a una enérgica poda con la finalidad de que el porte de la vegetación no nos obstruya la luz a nosotros ni a los vecinos.
Reconozco que es una operación que no me entusiasma precisamente. Si por mi fuera dejaría que los vegetales desplegaran todo su ramaje y se extendieran a sus anchas.
No me gusta coartar el libre albedrío del ramaje de cada espécimen ni limitar la fortaleza demostrada de algunos ejemplares más robustos. Pienso, asimismo en la tropelía que supone cercenar de un certero cizallazo la vida que corre por todos y cada uno de los apéndices del árbol...
Reflexiono sobre la paradoja que supone plantar, atender y cuidar las distintas especies para luego propinarles esos tajos que trastocan de una manera importante su natural evolución. Me amonesto a mí mismo echándome en cara la falta de piedad con esos miles y miles de células vegetales echando por tierra lo que tanto le ha costado construir a la naturaleza. Me inquiero sobre la vida, en general y su sentido. Una vez más. Una pena, ya digo.
Sin embargo otra vocecilla me aconseja que no deje para más tarde la faena. Que no queda más remedio que poner freno y límite a las ansias siempre insatisfechas del famoso "creced y multiplicaos" ¿Acaso no se corta regularmente el césped de los parques? ¿No es más cierto que todos los años el ayuntamiento realiza su propia campaña de poda? ¿Por qué tendrías que ser tú menos? -me repite la vocecilla-
A la tarea hay que dedicarle su tiempo y velar para que se realice con corrección. Procurar no hacer demasiada escabechina pero actuar con decisión y sin desaliento.
Cuando después de dos o tres jornadas de trabajo termino la faena y recojo los restos de hojas y ramas que han quedado por el suelo, experimento una extraña sensación mezcla de alivio y de culpa. A nivel social he cumplido con mi obligación. Como compañero de viaje de la vida cercenada, me quedan mis dudas...
Reconozco que es una operación que no me entusiasma precisamente. Si por mi fuera dejaría que los vegetales desplegaran todo su ramaje y se extendieran a sus anchas.
No me gusta coartar el libre albedrío del ramaje de cada espécimen ni limitar la fortaleza demostrada de algunos ejemplares más robustos. Pienso, asimismo en la tropelía que supone cercenar de un certero cizallazo la vida que corre por todos y cada uno de los apéndices del árbol...
Reflexiono sobre la paradoja que supone plantar, atender y cuidar las distintas especies para luego propinarles esos tajos que trastocan de una manera importante su natural evolución. Me amonesto a mí mismo echándome en cara la falta de piedad con esos miles y miles de células vegetales echando por tierra lo que tanto le ha costado construir a la naturaleza. Me inquiero sobre la vida, en general y su sentido. Una vez más. Una pena, ya digo.
Sin embargo otra vocecilla me aconseja que no deje para más tarde la faena. Que no queda más remedio que poner freno y límite a las ansias siempre insatisfechas del famoso "creced y multiplicaos" ¿Acaso no se corta regularmente el césped de los parques? ¿No es más cierto que todos los años el ayuntamiento realiza su propia campaña de poda? ¿Por qué tendrías que ser tú menos? -me repite la vocecilla-
A la tarea hay que dedicarle su tiempo y velar para que se realice con corrección. Procurar no hacer demasiada escabechina pero actuar con decisión y sin desaliento.
Cuando después de dos o tres jornadas de trabajo termino la faena y recojo los restos de hojas y ramas que han quedado por el suelo, experimento una extraña sensación mezcla de alivio y de culpa. A nivel social he cumplido con mi obligación. Como compañero de viaje de la vida cercenada, me quedan mis dudas...
viernes, 3 de noviembre de 2017
Reflexiones en torno a un cambio de grifo
Hace poco cambié el grifo del fregadero de la cocina -ya tocaba- y a lo largo de la mañana que duró el proceso, mil y una ideas iban y venían por mi mente.
El grifo ya tenía sus añicos. Casi iba a hacer 20 años. Dándonos un estupendo servicio a lo largo de todo ese tiempo.
Pero el desgaste ya se iba notando... La apertura y el cierre del agua ya no iba tan fina como en sus años mozos, el cromado ya iba desapareciendo, la mezcla de agua caliente con la fría no era tan precisa...
El proceso de desmontaje duró asimismo lo suyo. Mi agilidad también se ha resentido con el paso del tiempo. Y las imposibles posturas que debí adoptar debajo del fregadero sirvieron de recordatorio de que también mi propio organismo -al igual que el grifo- también ha sufrido el inevitable desgaste que a todos nos afecta.
Según iba aflojando tuercas y desmontando los manguitos una capa de restos de detergentes y otros subproductos se hacía notar. En los puntos donde nunca había entrado el estropajo el acúmulo de suciedad todavía era más notorio.
Al tiempo que iba extrayendo el grifo viejo una vaga sensación de nostalgia y tristeza se iba apoderando de mi. No es inusual. Reconozco que tengo querencia por los objetos inanimados que hay a mi alrededor. Al fin y al cabo el chisme nos ha acompañado a la familia durante casi un cuarto de siglo. Deshacernos ahora de él suena un poco a despedida de toda una época...
La cal también se había compactado en la boca del grifo y los manguitos se empezaban a obstruir. Seguro que algo parecido ha pasado con mis arterias, pensé. Las juntas de goma ya habían perdido su elasticidad, los soportes de fijación estaban claramente oxidados... La tendencia a la entropía, a que las cosas se vayan estropeando con el paso del tiempo es un principio universal...
Al comienzo de la operación, mis planes eran de terminar la faena en unas dos horas más o menos. Recordaba que, cuando lo coloqué en su momento -hace 19 años- no me pareció una tarea demasiado complicada.
Sin embargo en esta ocasión la cosa de prolongó a lo largo de toda una mañana. Lejos de ser una operación sencilla, todo un rosario de complicaciones se iba añadiendo a la teórica simplicidad del desmontaje y sustitución. Eso me dio pie para reflexionar sobre la juventud y el carácter decidido de las acciones en esta etapa de la vida a diferencia del ritmo ya más lento de la madurez.
Estas y otras muchas elucubraciones afloraron con el cambio del grifo. También pensé por un momento que no está muy claro quién volverá a cambiarlo cuando el inexorable paso del tiempo deteriore la nueva unidad. Ni qué reflexiones acudirán a la cabeza del que lleve a cabo la operación.
El grifo ya tenía sus añicos. Casi iba a hacer 20 años. Dándonos un estupendo servicio a lo largo de todo ese tiempo.
Pero el desgaste ya se iba notando... La apertura y el cierre del agua ya no iba tan fina como en sus años mozos, el cromado ya iba desapareciendo, la mezcla de agua caliente con la fría no era tan precisa...
El proceso de desmontaje duró asimismo lo suyo. Mi agilidad también se ha resentido con el paso del tiempo. Y las imposibles posturas que debí adoptar debajo del fregadero sirvieron de recordatorio de que también mi propio organismo -al igual que el grifo- también ha sufrido el inevitable desgaste que a todos nos afecta.
Según iba aflojando tuercas y desmontando los manguitos una capa de restos de detergentes y otros subproductos se hacía notar. En los puntos donde nunca había entrado el estropajo el acúmulo de suciedad todavía era más notorio.
Al tiempo que iba extrayendo el grifo viejo una vaga sensación de nostalgia y tristeza se iba apoderando de mi. No es inusual. Reconozco que tengo querencia por los objetos inanimados que hay a mi alrededor. Al fin y al cabo el chisme nos ha acompañado a la familia durante casi un cuarto de siglo. Deshacernos ahora de él suena un poco a despedida de toda una época...
La cal también se había compactado en la boca del grifo y los manguitos se empezaban a obstruir. Seguro que algo parecido ha pasado con mis arterias, pensé. Las juntas de goma ya habían perdido su elasticidad, los soportes de fijación estaban claramente oxidados... La tendencia a la entropía, a que las cosas se vayan estropeando con el paso del tiempo es un principio universal...
Al comienzo de la operación, mis planes eran de terminar la faena en unas dos horas más o menos. Recordaba que, cuando lo coloqué en su momento -hace 19 años- no me pareció una tarea demasiado complicada.
Sin embargo en esta ocasión la cosa de prolongó a lo largo de toda una mañana. Lejos de ser una operación sencilla, todo un rosario de complicaciones se iba añadiendo a la teórica simplicidad del desmontaje y sustitución. Eso me dio pie para reflexionar sobre la juventud y el carácter decidido de las acciones en esta etapa de la vida a diferencia del ritmo ya más lento de la madurez.
Estas y otras muchas elucubraciones afloraron con el cambio del grifo. También pensé por un momento que no está muy claro quién volverá a cambiarlo cuando el inexorable paso del tiempo deteriore la nueva unidad. Ni qué reflexiones acudirán a la cabeza del que lleve a cabo la operación.
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