Una vez jubilado y disponiendo libremente de la jornada, queda muchísimo tiempo para pensar. El hecho de estar en proceso de recuperación de mi ictus también supone otro plus añadido a la hora de darle vueltas y más vueltas a la cabeza.
Así, el pensante se pone a reflexionar sobre lo divino y lo humano. Además el hilo de las disquisiciones va y viene de un lado a otro. No hay una continuidad de pensamiento en sus idas y venidas. Últimamente mucha revisión del pasado. De lo acertado o no de ciertas decisiones fundamentales en mi vida. De lo que -con el criterio actual- debería o no debería haber hecho, mi relación con unas u otras personas, el estilo de vida que he llevado... En una palabra, el análisis de mi devenir.
Y el pensante descubre con sorpresa que la herramienta que utiliza para abordar esta tarea también forma parte del proceso. No es indiferente el hecho de provenir de una u otra familia. De haber nacido en uno u otro lugar. De haber compartido tu vida con unas u otras personas. Tu eres como eres porque todas estas circunstancias te han configurado así. Y ahora crees analizar las cosas con objetividad cuando lo único objetivo es que el andamiaje sobre el que se apoyan tus reflexiones no es, ni mucho menos, el soporte ideal que digamos. Eres consciente de ello. Si hubiera sido posible te hubiera gustado cambiar muchos capítulos de tu vida. Para acomodarla mejor a lo que tú crees que es una vida plena. Empezando por tus muchos aspectos que te incomodan de la personalidad de tus propios padres. Dejando bien claro -por supuesto- que los pobrecicos no tuvieron culpa alguna de lo que tú interpretas como desaciertos... Continuando con ciertos rasgos de personalidad de tu señora, de tus hijas....
Y te paras. Te detienes por unos momentos. Con sorpresa crees atisbar un claro sesgo de injusticia en tus cavilaciones. Eres demasiado duro en tus juicios. Demasiado exigente con los demás y sospechosamente benevolente contigo mismo ¡Eres la leche!
Pasas ahora a otro estadio más complejo. Escudriñar tus propios pensamientos. Tratar de dilucidar por qué piensas como piensas y si no sería mejor pensar de otra manera ¡Pero siempre utilizando una herramienta imperfecta! Nunca ha sido sometida a valoración alguna. Ni a una revisión externa. Le falta contraste. Y el mecanismo habitual del lenguaje no es suficiente para ponderar la validez o no de sus procedimientos.
Llegas así a un callejón sin salida. Imposible ser imparcial utilizando como palanca la vía de mis elucubraciones. Lo malo es que te resulta imposible sustraerte a su influjo. Escapar a su influencia ¿Habrá que volver de nuevo a la vía de la meditación? A interrumpir el flujo de tus pensamientos de forma voluntaria. Tradiciones milenarias no solo lo aconsejan sino que lo practican. Y en nuestro país también tiene mucho predicamento entre ciertas personas. Quizás esa sea la vía. Ya se verá...