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sábado, 20 de abril de 2013

Tiempo de espera y reflexión

Han pasado ya dos semanas sin asomarme a esta ventana pública, espejo y reflejo de muchos de mis pensamientos e inquietudes. Mi padre tuvo que ser hospitalizado y yo -y mi familia- lo hemos  acompañado durante todo el tiempo que ha permanecido ingresado. Afortunadamente ha salido victorioso del lance y ya le han dado el alta aunque la cronología va marcando -inevitablemente- un declive que, todavía no es muy aparatoso pero que se nota día a día según se va acercando a su 93 cumpleaños.

Y en las dos ocasiones que hemos tenido que acudir al servicio de urgencias del Hospital Clínico hemos tenido que pasar por la experiencia de la aplicación de los protocolos médicos correspondientes y por el inevitable tiempo de espera en la sala del mismo nombre.

Es como trasladarte a otro universo. En un santiamén pasas del mundo de la vida al mundo de la enfermedad rozando en muchas ocasiones el de la muerte. Y, en mi caso, por razones profesionales, mudándome del ambiente de los adolescentes y jóvenes sanos al de los adultos y ancianos enfermos.

El atrezo humano que te rodea durante el período que permaneces esperando a que te llamen para las pruebas o para darte los resultados de los análisis, el lento discurrir del tiempo y las historias personales que van desfilando ante tus ojos, conforman una especie de representación teatral que, creo, no deja impasible a nadie.

La mayoría de las personas allí presentes eran de avanzada edad. Muchas de ellas evidenciando un deterioro físico muy notable, consecuencia clara del paso del tiempo y de los éxitos de la medicina moderna. La imagen de muchos cuerpos envejecidos y ajados conectados a sondas, catéteres y respiradores nos recuerda el ineluctable destino que nos espera a todos.

Las auxiliares, enfermeras, médicas y especialistas, cumpliendo diligentemente con su obligación y metidas de lleno en este universo, también llevan lo suyo. No sé en qué medida, pero este contacto diario con personas en la frontera entre la vida y la muerte, también debe influir el carácter de estos profesionales.

Los familiares acompañantes conforman, por otra parte, una particular y variopinta fauna. Aquí podemos visualizar un amplio abanico de situaciones, pasando de la más sincera y sentida preocupación por el enfermo al descarado repaso de su libreta de ahorro y los comentarios -sin remilgo alguno- de cómo proceder en caso de que se produzca el óbito.

Y, además de todo ello, tenemos los pensamientos y reflexiones que se originan durante la obligada guardia del acompañante que, según mi experiencia, y como promedio, puede llegar hasta las siete horas de duración. Es mucho tiempo y no es una situación habitual. No es de extrañar, por tanto, que las reflexiones que se generan en estas situaciones tampoco sean las habituales.

A mí, desde luego, me ha dado mucho juego para reflexionar sobre la vida -y su sentido- y sobre los quehaceres y afanes que nos ocupan y preocupan diariamente. Hablaré sobre ello en entradas posteriores. Mientras tanto, amigas y amigos peripleros, os deseo a todos algo primordial para disfrutar plenamente de la vida: MUCHA SALUD.

Con mi agradecimiento también para todos los que os habéis interesado por la evolución de mi padre. FELICIDAD PARA TODOS.

1 comentario:

  1. Precioso artículo, Jose Luís, lleno de delicadeza,. En esos lugares es cuando uno ve la realidad de la existencia, si todo va bien el ánimo funciona, pero cuando la enfermedad o el deterioro aparece, nos cambia todos los conceptos de la vida. Todos los problemas tienen su importancia pero si falta la salud.....Lo importante es dar prioridad a las cosas, lo primero la salud, y lo demás puede esperar largo tiempo, la vidad es eso. Un abrazo de javier.

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