Visitar las hoces del río Mesa y contemplar desde arriba el pausado vuelo de los buitres y los alimoches siempre me ha parecido un espectáculo impresionante. Hacerlo acompañado de buenos amigos y compañeros amantes de la naturaleza, constituye ya un auténtico lujo.
Eso fue lo que hicimos el sábado día 9 de junio, el quinteto excursionista dirigidos por Serafín que ofició de maestro de ceremonias, guía y animador del recorrido.
Hubo que remontar, en primer lugar, desde el cauce del Mesa hasta la cima de los acantilados rocosos que conforman el cañón. No fue tarea fácil porque la diferencia de nivel es sustantiva. Aún así, el entusiasmo inicial se mantuvo durante esta primera parte del recorrido y coronamos sin muchas dificultades la cima.
Después de un breve descanso continuamos nuestro camino hasta los inicios del barranco de L´Auceca (Barranco de la hoz seca) para proceder, seguidamente a descender por su cauce. Como de costumbre, la experiencia de caminar por un paraje tan amable y envolvente resultó muy gratificante y el tiempo empleado en el descenso se nos pasó sin darnos cuenta.
Casi al final del barranco nos desviamos para contemplar las pinturas rupestres plasmadas hace casi 7.000 años en la Roca Benedí. Hacerlo en compañía de su descubridor y escuchando sus explicaciones resultó también otra experiencia de impacto.
De vuelta al lugar de inicio de la salida descansamos y disfrutamos de una excelente comida al aire libre y de la compañía de los hermanos Horna que nos acogieron y obsequiaron con productos de su huerto.
Después de comer, emprendimos un nuevo ascenso hasta el mirador de los buitres. No nos defraudaron: allí estaban mayestáticos atentos a nuestros movimientos. En cuanto la distancia que nos separaba les pareció inquietante, desplegaron sus alas y magníficos, planearon a su aire (nunca mejor dicho).
Terminada la contemplación de los carroñeros, me apunté con los dos hermanos para bajar hasta el río por el paraje denominado "Las cuevecillas". Fue también una experiencia de alcance ya que en varios momentos fue necesario pegarse a la roca y descender desde gran altura. Afortunadamente llegamos con bien a tierra firme para retornar, a continuación de nuevo hasta el huerto.
Sobre las 21:30 retornábamos a Zaragoza. Contentos y con buen humor fuimos desgranando de nuevo las anécdotas del viaje para, finalmente, emplazarnos para el siguiente recorrido en cuanto las circunstancias lo permitan. Una gran jornada. Un excelente día. Una inmejorable compañía. ¿Se puede pedir más...?