Sin dudarlo un momento, el sábado decidí apuntarme al recorrido que, organizado por la Comarca del Campo de Cariñena, iba a tener lugar hoy, domingo día 26 de febrero.
La referencia venía muy bien explicada en la web de la comarca y el recorrido circular de 14,8 km prometía una jornada amena e interesante. A pesar de trasnochar la noche del sábado, el afán aventurero ha hecho que me haya levantado a la hora estipulada (las 7:00 de la mañana) y que haya salido raudo y veloz con el coche sobre las 7:15 desde mi casa.
Enseguida se ha hecho visible la presencia humana y, acompañado de un lugareño, nos hemos dirigido al bar del teleclub donde he roto mi promesa de no tomar café y me he "empujado" un cortado con un croissant. Poco a poco la presencia de los senderistas se iba tornando más visible hasta el punto de que a las 9:00 de la mañana, una multitud se encontraba departiendo amigablemente y preparándose para iniciar la caminata. Se hablaba de que unas 180 personas hemos asistido a la salida. Realmente el espectáculo del inicio de la marcha (a las 9:11) ha sido de notar.
Como me gusta ir en cabeza, he espabilado para aligerar el paso y colocarme al principio de la marcha. Poco a poco el pelotón se ha ido estirando y el bullicio se ha ido diluyendo para dar paso a la charla sosegada en grupos más reducidos.
Como no conocía a nadie, he desplegado distintas y variadas estrategias demostrando mi disposición para entrar en conversación. Tampoco me han importado los momentos de marcha en solitario y en silencio. Dispongo habitualmente de suficiente material en mi cabeza para no aburrirme durante días. Lo que está claro es que cuando salgo por ahí me llevo dos mochilas: la mochila física con los alimentos para el viaje que poco a poco se va vaciando y la mochila espiritual que, también poco a poco, la voy llenando de experiencias, de emociones y nuevas ideas.
Así, entre unas cosas y otras hemos llegado hasta el río Huerva. Por esos lugares sus aguas bajan límpidas como cristal refulgente y hasta se pueden apreciar miriadas de barbos y madrillas deslizándose ágilmente por la transparente corriente. Como había que pasar a la otra orilla, muchos nos hemos descalzado y sentido la fresca caricia mañanera del río.
La marcha se ha topado con una batida de caza. Ha sido necesario negociar brevemente un "alto el fuego" para que los participantes pudiéramos continuar nuestro recorrido con total seguridad. Los cazadores, apostados en sus puntos de observación disponen todos ellos de transmisores de radio y, enseguida se ha dado la orden de no disparar para evitar incidentes.
Aún así, en un monte un poco más alejado hemos podido apreciar con total nitidez la precipitada huída de un rebeco y hasta tres detonaciones que, afortunadamente, no han dado en el blanco. La mayoría de la gente se ponía del lado del bóbido, lo cual me ha hecho pensar en las enormes diferencias de interpretación de un mismo hecho si se contempla desde el punto de vista del cazador, de los senderistas o del propio animal.
Aún así, en un monte un poco más alejado hemos podido apreciar con total nitidez la precipitada huída de un rebeco y hasta tres detonaciones que, afortunadamente, no han dado en el blanco. La mayoría de la gente se ponía del lado del bóbido, lo cual me ha hecho pensar en las enormes diferencias de interpretación de un mismo hecho si se contempla desde el punto de vista del cazador, de los senderistas o del propio animal.
Inmediatamente después de esta incidencia hemos parado a almorzar. Con gran camaradería y en buena compañía hemos recuperado fuerzas, cada uno con su particular menú: bocadillos variados, longaniza, cacahuetes, tortilla, etc. Las botas de vino han realizado con agilidad su particular periplo. Yo no lo he probado porque solo he almorzado fruta.
Reiniciada de nuevo la marcha, todavía ha sido preciso cruzar por segunda vez la Huerva, esta vez aprovechando un tronco atravesado en el cauce. De nuevo el proceso de cambiar de orilla ha ralentizado la marcha y fragmentado el grupo.
Posteriormente el sendero ha devenido en amplio camino y los senderistas hemos aligerado el ritmo. Los desniveles han quedado atrás y dejado el paso a una horizontalidad que todos hemos agradecido.
A lo largo de este trayecto el monte ofrece gratuitamente al visitante una constelación de almendras. Inexplicablemente nadie se ha preocupado en recoger los frutos de los almendros abandonados. Yo me he provisto de dos piedras percutoras portátiles y me he entretenido en saborear los frutos secos que nos ofrece la tierra, por cierto, de inigualable sabor.
Enseguida han aparecido ante nuestros ojos las primeras edificaciones del casco urbano de Vistabella. Realmente el pueblo hace honor a su nombre constituyendo un precioso enclave cincunvalado por el río. Enseguida hemos tenido que acometer el repecho hacia la ermita de Santa Quiteria y, desde allí, continuar la ascensión hacia el camino que nos llevaba de vuelta a Aladrén.
Al coronar el monte no se han terminado las fatigas. Todavía nos quedaban unos tres cuartos de hora de caminata -a buen paso- hasta que, de nuevo, hemos dado con nuestros huesos en Aladrén. Eran las 13:15
Al llegar al punto de partida, realizado el recorrido circular, las gentes de la población nos han recibido con alborozo. También se nos ha entregado un folleto con pinceladas históricas de los dos municipios. Un rato de charla con personas conocidas y, después de un breve descanso, he tomado de nuevo el Yaris camino de Zaragoza.
Guardo el pasaporte senderista que se me ha entregado al inicio del recorrido. La próxima salida, en Aguarón es el domingo 18 de marzo. Con las notas que he tomado en la excursión de hoy creo que podré enriquecer la experiencia de la siguiente ruta.
Todas las fotos de la salida en este enlace de Picasa.