Siempre me cuesta arrancar, pero en cuanto inicio el camino, nunca me arrepiento de mi decisión de salir a la búsqueda de nuevas sensaciones, de nuevos horizontes y desde luego, la salida a la Foz de Salinas ha cubierto de sobras todas mis expectativas.
He partido con media hora de retraso para las previsiones iniciales y eso me ha obligado a acelerar un poco el paso con el fin de no llegar tarde a mi cita. Una fugaz parada en la gasolinera de Villanueva de Gállego para repostar y un desvío incorrecto para buscar Ayerbe han retrasado un poco más mis planes. Aún así llegaba a Villalangua con diez minutos de antelación que, sumados a otros siete de deferencia hacia los posibles retrasados, me han proporcionado un respiro de 17 minutos que he aprovechado para tomar en "La posada de Villarlangua" un café con leche y un croissant, además de pasar por el baño.
Enseguida un bullicioso grupo compuesto por 13 niños y 18 adultos, iniciábamos a las órdenes del guía Pablo Vallés (huescanaturaleza.com y molinodeyeste.com) el suave ascenso hacia la Foz deteniéndonos -cuando las circunstancias lo requerían- para escuchar las interesantísimas, didácticas y divertidas explicaciones de Pablo.
Titulaba esta entrada "Triple disfrute" y, hay que reseñar, que el primero de ellos ha sido el excelente desempeño del profesional que ha dirigido la salida. Conocedor, en profundidad del terreno que pisábamos, ha detallado con gran acierto tanto las peculiaridades de la flora y fauna locales como la orografía, estratigrafía y tectónica de placas presentes a lo largo del recorrido. También ha realizado incursiones etnográficas y sociológicas, tocando todos los palos del recital didáctico que nos ha ofrecido.
Sus explicaciones, ajustadas al auditorio al que iba dirigido, han incluido el rol playing y las representaciones con los más pequeños y el lenguaje más técnico y documentado para la concurrencia adulta para jolgorio y difrute de todo el grupo. Ha manejado con destreza el "tempo" de la excursión, combinando muy acertadamente las disertaciones con los descansos. Durante toda la salida en el grupo se ha mantenido un grato ambiente de camaradería y buen humor, propiciando la sensación de haber acertado de lleno al elegir esta ruta.
El segundo disfrute ha sido el paisaje. El pueblecito de Villarlangua está bordeado por el río Asabón y sus límpidas aguas constituyen un grato preludio de lo que viene a continuación: el trazado del ancestral camino que, desde siempre, ha unido el Viejo Salinas con esta población.
Los buitres han estado presentes desde el inicio de la marcha. Aprovechando las térmicas matutinas iban describiendo círculos en el aire, ajenos a nuestra presencia. Los más tardones nos contemplaban desde lo alto de los riscos con un talante mezcla de curiosidad, respeto y expectación. Una exhuberante y variada vegetación en la que no faltaban los robles, los "artos", acebos y majuelos nos ha proporcionado una buena sombra en una mañana que, enseguida, se ha ido calentando.
A pesar de la sequía el agua nos ha acompañado durante una gran parte del trayecto. Todavía se deslizaba grácil por algunas escorrentías y aliviaderos y aún se mostraba majestuosa en una cascada que también hemos visitado. Casi sin darnos cuenta, entre las vistas y las explicaciones, nos hemos presentado en el pueblo abandonado de Salinas (viejo). Al ver la torre de la iglesia desprovista de sus campanas y la ajada entrada al templo parcialmente cubierta de vegetación, he vuelto a constatar mi atracción por los edificios viejos y abandonados. Con solemne respeto he tomado varias fotos tanto a la torre como al desvencijado interior gótico de la iglesia.
Mientras, en el exterior, seguían las explicaciones y se incrementaba el bullicio de los jóvenes participantes. El guía ha decretado el momento de acometer el bocadillo y su orden ha sido acatada sin problema alguno pues la mayoría mostrábamos claros signos de apetito montañero.
La contemplación de los restos del próstilo me ha traído a la mente las crónicas alpartireñas de mi amigo Javier. Aprovechando la altitud y una buena señal de cobertura telefónica, me he puesto en contacto con él para compartir el disfrute de esos buenos momentos.
Entre unas cosas y otras, se ha hecho la hora de volver. Me he despedido mentalmente del viejo pueblo al tiempo que volvía a cargar a mis espaldas mi ligera mochila. Rápidamente se ha iniciado el descenso serpenteando todo el grupo por el camino.
Como suele ser habitual, el retorno se me ha hecho más corto. Las explicaciones de Pablo también han quedado más acotadas ajustándose hábilmente a la mermada capacidad de atención de los infantes. Los padres y madres han aprovechado el regreso para tomar a sus anchas fotografías a sus retoños.
A pesar de llevar 4 horas de recorrido, hemos arribado a Villalangua sin manifestar signo alguno de cansancio. En mi caso, casi era al contrario: me sentía con las pilas cargadas.
Después de las despedidas de rigor y la cumplimentación de un cuestionario de valoración de la salida -en el que yo he otorgado la máxima nota- me he encaminado hacia el Yaris para iniciar el viaje de vuelta.
Aún he parado un momento en el embalse de Santa María y La Peña y cerca de los mallos de Riglos para tomar unas fotos. Enseguida he llegado a Ayerbe y, también en un momento, me encontraba en la autovía de Huesca.
Allí ha dado comienzo el tercer acto de disfrute de la jornada: una entrevista en radio nacional con María Lavalle (no la conocía de nada) me ha servido para compartir y contrastar las vivencias y experiencias de la hija de un diplomático argentino que vivió en varios países europeos, aprendió a hablar francés, portugués e inglés (además del español) y guiándose de su intuición desechó otros posibles destinos para dedicarse a la canción. Su pasión por la vida, su optimismo desbordante y la dulzura que transmitía en la entrevista me ha embriagado. De no conocerla de nada he pasado a ser un admirador más. Me he prometido que consultaría en Internet su carrera con más precisión y así lo he hecho nada más volver a casa.
Sobre las 15:45 llegaba a mi casa. Quizás parezca reiterativo en los finales de mis crónicas pero debo decir, una vez más, que he vuelto con energía para toda la semana. Decididamente cuanto más lugares desconocidos visito más se incrementa mi deseo de continuar mi periplo aragonés.
Y Javier te felicita por tan maravilloso stage; la naturaleza y el lugar te han transmitido serenidad, y muchas ganas de vivir, de disfrutar,lo veía en tu llamada de teléfono, me querias comunicar y darme envidia de lo bien que lo estabas pasando, y de verdad que lo conseguiste, natura, natura,siempre impregna de sensibilidad, de paz, de arranques nuevos, y te lo transmitia esa torre abandonada,... en el tiempo, pero que conserva su belleza inicial. Hoy tu crónica ha sido majestuosa. Un abrazo de Javier.
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