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miércoles, 25 de diciembre de 2013

Todos mansos en la queue

El otro día. Voy a Decathlon. A comprarme un chándal bien de precio. Y después de mirar lo suficiente para poder elegir con más acierto, me decido por uno que se ajusta a mi presupuesto y que, aunque no me entusiasme el color, me sirve para la finalidad prevista. También adquiero una camiseta de oferta. No me puedo sustraer a la tentación. Así que me llevo las tres prendas y me dispongo a pagar.

Según me voy acercando a las cajas observo ya algo raro. Se ha establecido otro sistema de pago. Otra organización de los clientes que ya han hecho su compra. Entrar en la tienda ha sido fácil. Pero salir va a ser más complicado. De momento hay que ponerse a la cola para pagar.

Y la cola es bastante larga. Cierto que, según imagino, se hace con la idea de RACIONALIZAR el abono de los productos adquiridos. De OPTIMIZAR el desempeño de las cajeras. De ORGANIZAR las cosas como les gustan a los franchutes (los dueños de la tienda), de MODERNIZAR el sistema de compra y pago.

Pero lo que más me llama la atención es la mansedumbre de los que forman la cola. En su mayoría jóvenes. Esperando pacientemente que les toque el turno para pagar. Sin rechistar. Sin cuestionar el nuevo sistema. Sin plantearse que las cosas podrían ser de otra manera. Que Decathlon nos cobra dos veces: una en dinero y otra en tiempo.

Y mientras tanto, la voz sintetizada del nuevo aparatejo instalado, impasible, va escupiendo sus directrices a los corderillos de la cola: "siguiente cliente: puesto número 3", repito: "siguiente cliente, puesto número 3".

Y allí van obedientes, con los auriculares embutidos en la oreja, surfeando al mismo tiempo con el dedo en la pantalla táctil de su móvil. A pagar. A abonar. A rendir pleitesía al todopoderoso amo de la ropa y complementos deportivos. Nadie se plantea no hacer caso a la pantalla digital que, imperiosa, marca ya el puesto 6 a los siguientes compradores.

Y mientras tanto yo repaso mentalmente las variaciones que se podrían introducir en el sistema, siempre haciendo caso omiso al que nos obligan a aceptar. A mí me daban ganas de...

- Pagar donde está la cajera más guapa
- Entablar amena conversación con la más desenvuelta
- Preguntarles si creen que he hecho una buena compra
- Comentar sus condiciones laborales
- Preguntar por el trato de sus jefes

Y mil opciones más que se podrían ¿por qué no? plantear. Siempre, por supuesto, objetando el sistema que nos quieren imponer.

En esta ocasión no fui fiel a mi lema de responder de alguna forma ante algo que no me gusta o no me cuadra. Pero la próxima vez iré preparado y trataré de materializar de alguna forma mi pensamiento divergente.

domingo, 15 de diciembre de 2013

CAJA ESPAÑA-CAJA DUERO.. ¡VAYA TÁNDEM!

Dicen que los bancos nutren con su crédito la economía del país. Que son el corazón del sistema económico de las naciones. Los abanderados del capitalismo. Un dechado de virtudes...

Pero yo digo que cada día es más evidente la desafección de los ciudadanos hacia esas entidades. Su imagen cada vez más denostada. Su publicidad me da náuseas.

Y si pasamos a los hechos no hay un día sin otro que no nos gasten alguna mala pasada. Que nos hagan alguna jugarreta.Que cometan un nuevo abuso...

Y como botón de muestra, mi caso con Caja España con la que en su momento firmé (en mala hora) la hipoteca de un local con la famosa cláusula suelo. Pues no ha habido manera de eliminar la dichosa cláusula. Siempre hay mil y un argumentos para que no podamos recurrir ese abuso consumado. No hay forma  de evitar ser sometidos...

Evidentemente me di de baja en todas las cuentas de esa denostada entidad y solo me quedé con la libreta para pagar la hipoteca. Pero un buen día me llegó la carta anunciando que me cobrarían también comisión de mantenimiento de la libreta. El colmo de los colmos. Más apaleamiento para los canelos...

Cancelé de inmediato la libreta y me dispuse a pagar en metálico todos los meses la hipoteca para darles en los morros y que, al menos inviertan su tiempo contando los billetes y gastando tiempo y papel. Y así fue marchando la cosa hasta que.... ELIMINARON LA SUCURSAL DE MI BARRIO. Sin explicación alguna. Porque les interesaba a ellos. Pasando olímpicamente de sus clientes...

Y así, me veo impelido a acudir con mi dinero cada día 30 de mes a otra sucursal en la Plaza Aragón para abonar la dichosa hipoteca en metálico.

De manera que no puedo más que hablar mal de este tándem. De sus abusos, de su prepotencia, de su indiferencia.... Estoy deseando terminar mi relación con ellos y olvidarlos para siempre.