Ya de mayor, muchas veces te sorprendes de comportamientos, aficiones o dedicaciones en las que, casi sin querer, te ves involucrado. Y te das cuenta de forma nítida y patente que tras ellos está la huella de tus padres.
Te das cuenta que ese afán por arreglar, esa pasión por el campo, por la naturaleza, ese continuo generar ideas de negocio o, sencillamente, tu estilo de relación con los demás, le debe mucho, muchísimo a tus progenitores.
Y, por otro lado, ya en el "debe", se situarían los malos humos, los prontos, la tendencia al enfado u otras muchas rarezas también adquiridas en la relación con tus ascendientes.
La única forma de cambiar, de adquirir nuevos esquemas, consiste en la relación directa y continuada con otras personas que sean referencias para ti. De esa interacción también podrás obtener nuevos modos de ver las cosas, formas diversas de interactuar con los demás.
Algo podrás modificar, pero la base de tu personalidad, tu carácter, se debe, en lo fundamental a tus progenitores. Son esquemas aprendidos y muy difíciles de modificar. Para bien y para mal.
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