Normalmente no nos detenemos a pensar como discurre el tiempo para otros entes vivientes. Me refiero a como distribuyen una misma jornada los millones y millones de seres vivos que pueblan nuestro planeta.
Si empezamos por los de nuestra misma especie, es evidente que las diferencías de nacionalidad, de sexo o de clase social constituyen un tamiz importantísimo que dirige la vida de cada cual en una u otra dirección. Pero un poco más allá, resulta bastante complicado imaginarse cómo es un día de la vida de, por ejemplo, un calamar del Cantábrico o de un león de Tanzania, o de un rosal de Madagascar. A todos, no obstante, nos une la condición de ser habitantes vivos de este planeta.
Perdemos de vista que nuestra cotidianidad la vivimos con tanta intensidad que nos resulta muy complicado asomarnos a la cotidianidad de otros.
De vez en cuando se nos presentan atisbos de esa otra realidad. Me imagino que el nirvana consistirá precisamente en eso, en fundirnos con el resto de seres vivos en una misma unidad.
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