El viernes estuve cortando una hiedra en la parcela de Villamayor. En su momento la fui dejando crecer sin advertir que, poco a poco, esta tenaz planta se iba apoderando de todo lo que tenía a su alcance. Y la verdad, tuve que emplearme a fondo porque la planta se había hecho dueña y señora de la situación y allí estaba campando a sus anchas.
Las estrategias que utiliza la hiedra para extenderse son múltiples y muy eficaces. En el momento que alguna ramificación toca tierra húmeda, inmediatamente genera radículas que comienzan a alimentar nuevos brotes y, si se dan las condiciones adecuadas, pues se genera allí mismo un tallo nuevo.
Otra vía muy interesante de expansión consiste en encontrar alimento en las hojas secas de la propia hiedra. Cuando hay gran cantidad de ellas y pasa tiempo suficiente, las hojas se degradan y sirven de alimento a la planta, que también aprovecha para extenderse.
También he observado que, en ocasiones, la hiedra parasita otras especies como el moscatel en un abrazo axfisiante que no llega a ser mortal, de tal manera que, aprovechando su fortaleza y la debilidad de la planta parasitada, sin mucho esfuerzo, allí encuentra una segura fuente de alimento.
Y así, de forma contumaz, la planta continúa su expansión indiscriminada a no ser que alguien ponga coto.
Me preguntaréis amigos, a cuento de qué vienen estas reflexiones. Muy sencillo. Donde pone hiedra, cambiad la palabra y poned CORRUPCIÓN. Veréis que hay una paralelismo muy llamativo entre ambas situaciones.
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