Yo nunca he jugado directamente al juego, pero mis hijas, de pequeñas -y algunas veces también de más mayores- han dedicado muchas horas a este entretenimiento que, por lo que he podido observar, les parece apasionante.
Se trata de construir una o varias identidades. Las características del sujeto se pueden elegir a discreción: el color del pelo, la estatura, la complexión física, etc. También el entorno en el que se va a integrar socialmente así como la vivienda que habitará. El usuario viene a ser como un Dios o un Creador que maneja a su antojo a los avatares virtuales y les procura todo tipo de experiencias, naturalmente a su libre albedrío.
A veces, para ver lo que ocurría, y cómo reaccionaban, los dejaban sin comer varios días o planeaban una discusión con la pareja o les hacían perder su trabajo. Los pobres SIMS reaccionaban como buenamente podían, incapaces de controlar su devenir. Inermes ante el destino que se les había prefijado.
El caso es que, a veces, me daban pena e incluso rogaba clemencia con alguno de ellos. Tanto afinaban en sus características personales que se les cogía cariño.
Cuando se acababa la "partida" todo se cerraba y los personajes con todos sus eventos quedaban confinados en un cibernético silencio.
Más de una vez me he preguntado si en alguna remota galaxia, otras niñas juguetonas usuarias de increíbles tecnologías no tendrán la capacidad de crear sus personajes en un -también creado- planeta tierra para su propio divertimento y asombro de sus padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario