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sábado, 1 de agosto de 2015
Imaginando el pasado
Voy a comprar el pan por la mañana en mi pueblo, en Uncastillo y en el camino me encuentro la casa de la foto con la fecha grabada no a fuego sino en la misma piedra.
Imagino al albañil que hizo la obra (o al equipo del maestro constructor, mejor dicho) colocando -seguramente a iniciativa del dueño- la piedra con la fecha: 1709 (siglo XVIII) si bien por poco casi nos logramos ubicar en el siglo XVII.
Cuando contemplamos cuadros, estatuas o edificios nos tienen que informar en qué momento se realizaron. En este caso el dato es elocuente y contundente: se hizo (o quizás se acabó) 9 años después del 1.700.
¿Hubo alguna intencionalidad oculta en este empeño por recordar a todo el mundo la fecha? ¿Por qué en esta casa y no en otras? ¿Quiénes habitaron el edificio? ¿Cómo vivían? ¿Cómo se llamaban? ¿A qué se dedicaban? ¿Qué les preocupaba? ¿Qué les divertía? ¿Cómo se relacionaban entre ellos? ¿Cómo discutían? ¿Cómo se enamoraban? y ¿De qué morían?
Un sinfín de preguntas sobre una época que me cuesta mucho imaginar. Por lo general las personas vivimos pegadas al presente o, como máximo nos proyectamos una o dos semanas hacia adelante y, salvo raras excepciones como puede ser el caso de los historiadores, nos cuesta muchísimo trasladarnos a tiempos pretéritos.
Me encantaría poder transportarme por unas horas al pasado. Ajustar los relojes y plantarme en la susodicha casa justo en el momento de la colocación de la clave del arco. Me encantaría fisgonear en plazas y calles, de incógnito, para poder grabar con el móvil algunas escenas de interés de la época.
Quizás algún día seamos capaces de atrapar los fotones que escaparon en esa y otras fechas pasadas. Darles de nuevo forma y revivir el pasado cual serie de TV.
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