Aquí tenemos el ejemplo de una iniciativa desafortunada: aparcamiento subterráneo para bicicletas. Un complejo -y supongo que costosísimo- sistema que, en su día, se ideó con la finalidad de estacionarlas y que ahora ni funciona ni se usa. Me choca lo de subterráneo porque deja traslucir la idea de esconder, de ocultar. Muy en consonancia, por cierto, con la época del "boom" de la construcción.
Sí, es verdad que eran otros tiempos. No existía la sensibilidad ciudadana por el trasporte no contaminante. Ni tampoco los carriles-bici.
Quizás, en lugar de demoler la estructura de cristal, que ahora ya no tiene utilidad alguna, no fuera mala idea dejarla en su sitio pero como recuerdo, como exponente o icono de los excesos de tiempos pasados y ejemplo de que, al final, la racionalidad se impone.
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