Voy hoy a la farmacia y me encuentro sin respuesta a mi saludo de "Buenos días", Me quedo un poco mosca porque el saludo se ha realizado por los cauces reglamentarios y con el volumen adecuado de voz. Ya se pone en marcha la maquinaria de imaginar malos modos o peor aún prepotencias aprendidas ¡Atención! me digo a mí mismo.
Pero de súbito, el empleado que me va a atender -que, dicho sea de paso, tiene pinta de ser el dueño- me muestra una libreta en la que se lee con claridad: "No puedo hablar". Rápidamente reajusto mi sintonía y me hago cargo de la situación. Me esfuerzo en que mi voz transmita ternura cuando le digo quedo: "No te preocupes que nos entenderemos perfectamente".
Hay que manifestar que otro pensamiento también es procesado al mismo tiempo por mi cerebro: ¿no será alguna broma de cámara oculta? Pero como no detecto otros movimientos adicionales que parezcan extraños, enseguida descarto esta segunda ocurrencia.
Me apunta el farmaceútico el importe de las medicinas en su libreta y se me queda mirando expectante para certificar que me he enterado del tema del pago. Le abono lo estipulado y me despido deseándole que tenga un buen día.
Se debería institucionalizar el "Día sin voz" en las farmacias, Quizás no fuera mala idea extenderlo también a otros ámbitos.
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