Que yo sepa, la facultad de destrozar por el simple placer de hacerlo, es intrínsecamente humana. En el mundo animal, cualquier destrozo tiene sus causas, sus motivaciones, su sentido. En el caso humano, deberíamos sondear y profundizar mucho en los motivos de esa conducta. No siempre nos será sencillo encontrarlos.
Y lo digo porque el otro día, pasando por el puente que cruza el río Huerva en su desembocadura, me apercibí de las consecuencias de varias pedradas que algún alguien había proporcionado a los cristales que sirven de protección ¿En qué contexto se produciría el evento? ¿Qué buscaba (aunque no fuera consciente de ello) su autor?
Yo siempre he conceptuado el orden y la limpieza como atributos elevados del espíritu humano. Sus contrarios, el desorden y la suciedad, corresponderían a la escala más baja del desarrollo de las personas.
Por tanto, más que atribuir al genérico "incivismo" de quienes realizan estas acciones, haya que acudir a su ínfimo grado de desarrollo personal y social como causa explicativa de la gratuita rotura de cristales.
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