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Y allí estaban, vigilantes, las golondrinas de cuello rojo que con sus gráciles piruetas iban capturando a las hormigas más lentas y torpes, quizás a las más infelices...
Buena lección matutina -he dicho para mí- La naturaleza no entiende de perdones ni de clemencias. El pez grande se come al chico y punto pelota.
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