Esta mañana he asistido a un festín "hormiguero" por parte de las golondrinas. Al asomarme a mi terraza he podido contemplar cómo, ordenadamente, un sinfín de pequeñas hormigas voladoras levantaban el vuelo y ascendían en vertical desde los alrededores de su hormiguero hacia las más altas instancias celestiales.
Y allí estaban, vigilantes, las golondrinas de cuello rojo que con sus gráciles piruetas iban capturando a las hormigas más lentas y torpes, quizás a las más infelices...
Buena lección matutina -he dicho para mí- La naturaleza no entiende de perdones ni de clemencias. El pez grande se come al chico y punto pelota.
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