Pero lo que realmente me llamó la atención durante el tiempo que estuve en la sala de proyección fueron dos cosas: primero que todos los espectadores tuvimos que "tragarnos" más de media hora de anuncios. Nos tenían allí secuestrados y aprovecharon bien la ocasión.
Segundo (y es la reflexión más importante) la ridiculización que hacen los americanos de lo hispano. Lo pude observar en un anuncio de ron donde los actores parecían todos medio tontos y vestían de una forma descuidada y en una escena de la película donde también salía un padre sudamericano que parecía que no se enteraba de nada y sólo sabía cantar rancheras.
Los "anglos" que dicen ser tan ecuánimes, tan antirracistas, tan igualitarios se mofan sin reparo en sus películas y en los anuncios de sus vecinos del sur sin que nadie diga ni pío ni levante la voz ante tamaña ignominia.
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