De las conversaciones e interacciones con tus iguales siempre aprendes cosas nuevas. A veces no hace falta ni conversar; basta con la observación pausada y sosegada. Este segundo método también aporta, por lo general abundante información y de calidad.
Últimamente vengo reflexionando sobre el hecho de que la mayoría de las personas de mi edad (yo me incluyo también, por supuesto) manifestamos una clara tendencia hacia la auto complacencia con las tareas en las que estamos involucrados. Ya sea dedicarse a la jardinería, compilar un programa o hacer senderismo. Es igual. Todos nos declaramos extra-competentes en las distintas tareas o aficiones que más nos absorben. Somos los más ingeniosos, los más ocurrentes, los más constantes, los más hábiles, los mejor informados, los más sistemáticos, los más dedicados... Y así lo manifestamos a todos los que nos quieran escuchar.
No digo yo que tal conducta refleje un deseo de reforzamiento del yo. O una reafirmación de los propios principios del sujeto. Lo que ya me queda más claro es que todos necesitamos aprobación, atención y comprensión. Bastantes están también necesitados de admiración por parte de los demás. Y unos pocos quizás desearían -quizás de forma inconsciente- hasta que les hicieran un monumento.
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