Hoy que he estado limpiando el fondo de un pequeño estanque. Hacía ya varios años que no lo limpiaba y allí se habían acumulado pequeñas ramitas, hojas secas y otros materiales.
El grosor de la capa de sedimentos rondaba los 5 ó 6 centímetros. Naturalmente el material ya estaba podrido y los lodos constituían una especie de barro negro en el cual viven tan ricamente multitud de pequeños seres adaptados a este entorno.
Me ha dado por pensar que, cuando voy por Remolinos, la carretera por la que circulo también está ubicada en un antiquísimo fondo marino. Todos los campos, pueblos y vecinos de las localidades de la ribera del Ebro se yerguen sobre lo que antaño fueron lodos; barro acumulado y sometido a enormes presiones. Una muestra más de nuestra pequeñez.
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