Siempre me estremezco cuando, en la televisión, ponen algún reportaje sobre la vida salvaje. Lo que ocurre en la selva o en la sabana se puede resumir en pocas palabras: la lucha por la supervivencia.
Y me resultan especialmente escalofriantes las imágenes en las que, un león, por ejemplo, se merienda viva a una cebra o a un cervatillo, lo mismo me da. Ni asomo de piedad. Ni rastro de sentimiento alguno. Cero de empatía. Perfectamente el rey de la selva puede detener su yantar para rascarse la oreja u otear el horizonte mientras su presa convulsiona en sus últimos estertores con los higadillos fuera.
O allí tenemos a las hienas acosando hasta su desfallecimiento a la cría de un antílope para, posteriormente deshacerlo a mordiscos. Los cocodrilos, los tigres, las cobras... Tampoco se quedan atrás.
Pero ahora mismo acabo de ver un reportaje sobre la pesca con almadraba. Allí todo se urde para que los atunes queden finalmente confinados en un mínimo reducto donde se acaba con ellos arponeándolos. Aunque lo mejor viene luego. En el posterior despiezado, donde la primera acción "técnica" que se lleva a cabo es la decapitación del atún. Algo espectacular y también escalofriante.
Y luego estaría el tema de las guerras, los malos tratos, las torturas...
Entendedme. No quiero parecer un misicas. Y asumo que todos los días nos llevamos a la boca pedazos de animales a los que -sin miramiento alguno- les hemos arrebatado la vida.
Por eso creo que los humanos no somos en ese aspecto especiales. Seguimos a pie juntillas la ley de la naturaleza. No, no somos mejores que ellos.
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