Ser bueno no es sinónimo de ser idiota. Ser bueno es una virtud que algunos idiotas no entienden.
Una de las materias a la que más tiempo dediqué en mis años de niño y adolescente fue, precisamente El Catecismo. Los temas que se trataban eran elevados pero el aprendizaje totalmente memorístico.
Todavía ahora me queda el rescoldo de algunos contenidos memorizados cosa que me asombra bastante. El disco duro archivó de forma definitiva varios ítems y sin ningún problema los puedo recuperar siempre que quiero.
Por qué unos se han guardado y otros han caído en el olvido es algo que me intriga. Quizás la repetición en los más variopintos momentos haya sido una de las causas; no estoy seguro.
Las bienaventuranzas, los dones del Espíritu Santo y algún otro contenido tipo "cadeneta" siempre están ahí listos para ser enumerados de nuevo. Otros contenidos más complejos como ¿qué es signarse y qué es santiguarse? o ¿cuáles son las partes principales de la doctrina cristiana? han caído definitivamente en el olvido. La verdad es que no me interesaban mucho.
El tema de las virtudes siempre me ha intrigado. Me parece algo muy amable eso de "Una disposición permanente del alma para obrar el bien". Las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, las veo algo abstractas. A mi me caen mejor las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Los dones del Espíritu Santo también son -a mi juicio- aprovechables. Al menos cinco de los siete. Dejando aparte los dones de piedad y el de temor de Dios, podría suscribir sin ningún problema los cinco restantes: el de sabiduría, el de entendimiento, el de consejo, el de fortaleza y el de ciencia.
Los pecados capitales siempre estaban ahí amenazantes. En la mente de un niño venían a ser como uno de esos ogros que tan bien se perfilan ahora en los dibujos animados de tres dimensiones. Para contrarrestarlos ahí teníamos de nuevo a nuestras amigas las virtudes:
- Contra soberbia, humildad
- Contra avaricia, generosidad
- Contra lujuria, castidad (¡Tate!)
- Contra ira, paciencia
- Contra gula, templanza
- Contra pereza, diligencia
Los "Frutos del Espíritu Santo" tampoco tienen desperdicio. Y se prestan muy bien a la enumeración memorística. ¡En más de una juerga me he puesto a recitarlos como un papagayo!
Caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, longanimidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y (de nuevo ¡Qué fijación!) castidad.
Visto con la perspectiva de los muchos años pasados, quizás no estuviera del todo mal el conceptualizar algunas conductas deseables que nos sirvieran de norte en la vida. Desde luego, si se desconocen no se pueden cultivar. Quizás esto les ocurra a algunos jóvenes de hoy en día y esa sea la causa de su falta de objetivos en la vida.
Para esta atribulada etapa política aliñada con COVID yo me quedo con dos: templanza y determinación. Pero enfocados más como cualidades humanas que como vacuna contra los pecados capitales.
Templanza entendida como la cualidad humana que induce a usar o hacer las cosas con moderación
Y determinación como un valor por el que la persona establece definiciones, limitaciones y conceptos en su vida por los cuales se dirige y esos elementos forman parte de decisiones que la persona toma; siendo esas decisiones invariables e irrevocables.
Todas las personas que conozco que han estudiado en conventos o seminarios siempre me han parecido muy buena gente. Posiblemente más de una enseñanza que aprendieron les sirviera de guía en la vida para bien.
Yo no estudié en ninguna de las dos instituciones pero ¡Ya veis! Al menos algo de provecho le he sacado al catecismo.
Pues sí señor, mosén Alejandro fue un gran precursor del catecismo en la escuela, su empeño era tremendo.
ResponderEliminarDe ahí viene el recordatorio puntual.
Te felicito por este estudio que has hecho del catecismo, señor profesor, visión y realidades actuales contrastadas con el mensaje del catecismo.
Un análisis pedagógico de primer orden.
Enhorabuena por este artículo.
Un abrazo de Javier.