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viernes, 14 de agosto de 2020

Moi, le roi

 

"Deseo que la Unesco legisle para todos los planetas."

Carmen Calvo Poyato en un encuentro mundial de ministros de Cultura (11 de junio de 2005)

No hay que ser muy avezado para imaginar lo que puede ser la vida de un rey. Recepciones oficiales, acreditación de embajadores, desfiles militares, majestad por aquí, majestad por allá; pompa y más pompa…

Tampoco hay que estudiar mucho para concluir que la psicología regia tiene que ser peculiar y muy distinta del común de los mortales. Si ya desde el nacimiento te prodigan una serie de cuidados digamos especiales; empiezas a ver que todo el mundo se dirige a ti con un “majestad”, todos te aplauden y encima te hacen la reverencia; a poco que te lo creas, es fácil que se te vaya la pinza y empieces a pensar que tienes bula para casi todo.

Si encima te preparan un entramado legal en el que tú figuras como “inviolable”, pues ya no te digo nada. De ahí a pensar que “ancha es Castilla” sólo hay un paso.

La historia de muchos países –y por supuesto la de España- está impregnada de vicisitudes de todo tipo atribuibles a la realeza. Y el devenir de las naciones ha estado enormemente condicionado por las decisiones de los monarcas. Para bien en contados casos y –desgraciadamente- para mal en la mayoría de ellos.

Para un Carlos III que merezca respeto y reconocimiento hay muchos Fernandos VII que no hicieron otra cosa que conducir el país a la ruina.

Con el advenimiento de la democracia se intentó encajar una institución casposa en una sociedad moderna. Y se legisló a escoplo para ajustar pasado franquista y monarquía  a un régimen de libertades. No se reguló de forma adecuada la necesaria supervisión de actividades llevadas a cabo por el monarca. Con decir que el 23F el rey se había puesto del lado de la ley, parecía que todo quedaba ya justificado.

Pero los últimos movimientos del rey emérito no son para nada tranquilizadores. Aún concediéndole el derecho a la defensa lo que se ha conocido últimamente nos ha dejado pasmados a la mayoría de los españoles.

Sobretodo la decisión de dejar el país así, a hurtadillas. Como quien intenta escabullirse de un buen lío.  Cuando –a mi entender- lo procedente (y más en estos tiempos tan atribulados) hubiera sido dar la cara y rendir cuentas ante toda la nación. No lo entiendo, la verdad.

No sé si recordáis que hubo un concurso para los alumnos de primaria titulado “Qué es para ti un rey”. Me acuerdo que algunos de los ganadores redactaban frases del tipo “es como un buen padre”, “siempre está al lado de los españoles en caso de necesidad”… y otras lindezas por el estilo.

Me gustaría ver la cara de estos alumnos premiados tan formalitos ahora que ya son mayores. ¿Qué pensarán de lo que, en su momento, aseveraron? ¿Cómo encajarán tanto despropósito?

Para mi que más de un galardonado, en su interior, no dejará de pensar:

¡Me han estado tomando el pelo!

1 comentario:

  1. Pues sí, toda la vida invirtiendo en educación para tener una sociedad sensata,y resulta que la persona que tendría que ser la más ejemplar en ese campo, falla.
    Queda preguntarse:
    Si el número uno falla que no habrán hecho sus cercanos ?
    Las corruptelas se han movido en esos ámbitos de poder.
    Estoy muy indignado, porque no se ha avanzado nada.
    En fin,,,, un buenísimo artículo, José Luis.
    Saludos.

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