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domingo, 17 de enero de 2016

Un montón de fiemo


La foto no puede ser más explícita. Sí, se trata de un montón de fiemo. Caca de caballo. El mejor alimento para los árboles y las plantas en general.

Cómo ese montón de estiércol ha llegado hasta mi parcela, también es digno de reseñar. En el lugar de origen, mediante un tractor-pala el operario ha realizado la carga en menos de 10 minutos. Posteriormente el camión-volquete lo ha trasportado hasta el lugar indicado y allí, con el hidraúlico, lo ha depositado también en un santiamén.

Igualico que en tiempos pretéritos. Cuando de jovenzuelos ayudábamos a nuestros padres a sacar el fiemo del corral. Todo a mano, con el apoyo de las caballerías. Y lo peor de todo es que esta tarea se realizaba después de las fiestas. Para remediar la resaca.

Primero había que picar con el azadón el estiércol que ya estaba muy compactado. Después, con la "plegadera", haciendo equilibrios, se trasladaba hasta "el serenau". Si hacía falta, también se usaban las palas para completar mejor la faena. Todo ello sin mascarillas ni guantes. Sin elemento alguno de protección. Allí se iba formando poco a poco un impresionante montón de fiemo que luego había que cargar -también a mano- en los "arguiños" y  trasportarlo hasta los campos donde se depositaba en pequeños montones.

La fase final consistía en "extender el fiemo", es decir, distribuirlo de la forma más uniforme posible por el campo correspondiente.

Los que hemos vivido a caballo entre el neolítico y las modernidades de hoy no podemos dejar de sorprendernos de cómo han evolucionado los tiempos. En todos los sentidos.

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